Capítulo 5

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Nael.

Me había equivocado, el joven era el dueño de la empresa no aquel señor que supuse cuando entre a la sala de conferencia. Durante la reunión lo miraba disimuladamente tratando de que no se diera cuenta pero cada vez que lo hacía, él ya me estaba mirando. Me pareció un tipo muy apuesto y educado al principio, pero luego demostró que era todo lo contrario cuando subí en el ascensor. Me demostró que era un hombre egocéntrico, de esos que cree que cualquier mujer puede caer rendida a sus pies.
Pero yo no soy cualquier mujer.

Después de la reunión tenía que ir a el orfanato, yo iba a leer cuentos a los niños todos los lunes y viernes, de alguna manera estar rodeada de niños me hacía sentir con energía y me llenaba de alegría verlos felices cada vez que iba y les llevaba un trozo de pastel. Así que le pedí a George que me llevara hasta que trajeran mi auto nuevo.

Cuando llegué me recibió la señora Dell, la encargada del orfanato.

-Buenos días señorita. La estábamos esperando- dijo con una sonrisa para luego abrazarme.

-Buenos días, señorita Dell- le devolví el gesto- ¿Donde están los niños?

-En el patio. Pase por favor- me extendió la mano a lo largo del pasillo.

Cuando llegué, ví a los niños sentados en círculo con sus juguetes. Se escapó una sonrisa en mi  labios cuando observé aquella escena tan bella.

-¡Miren, es Nael!- gritó la pequeña Mily y todos los pequeños corrieron a abrazarme. Eran diez niños los que siempre yo venía a ver, cuatro barones y seis mujeres. Sus edades van de cinco a siete años.

-Tranquilos mis niños- solté una carcajada porque me estaba haciendo cosquillas con sus pequeñas manos traviesas -. Traje un cuento nuevo -pararon de hacerme cosquillas y empezaron a saltar de alegría.

-¿De qué es?- preguntó el curioso Mike.

-De unos perritos- dije inclinandome hacia él.

-¿Y cómo se llama?- preguntó tímidamente la pequeñita de pecas en la nariz llamada Nancy.

-Las aventuras de Boby- me senté en una silla que estaba ahí y los niños se sentaron al frente mío y escucharon muy atentos el cuento que había escrito.

Cuando terminé de leer, les dí a cada uno una rebanada de pastel de chocolate que les había traído y me retiré diciéndoles que el día viernes volvería.

Me hacían tan feliz.

Le pedí a George que me llevara al hospital para ver a mi papá. Cuando llegué a la habitación de mi padre, Zack estaba ahí, checando aquellos aparatos que se encuentran al lado de la cama de mi padre, que para mí son muy extraños.

-Hola- dije desde la puerta.

-Hola, Nael. Has llegado temprano hoy- me miró por un segundo y luego siguió mirando las máquinas.

-Pues salí temprano de la empresa y luego pase por el orfanato y ahora estoy aquí, quiero pasar la tarde con mi gordillo ¿alguna novedad?- pregunté deseando obtener mejora en la salud de mi padre.

-No. Sigue igual, lo siento- se acercó a mi y me abrazó como si se tratace de alguien que conoce hace mucho tiempo.

-No te preocupes- mi teléfono sonó y me sentí aliviada, ya que la situación me estaba poniendo incómoda- lo siento tengo que contestar.

-No pasa nada, te dejo sola, si necesitas algo estaré afuera. Hasta luego -se retiró.

Saqué el teléfono de mi chaqueta y ví que era Alish.

Solo míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora