Rin miró al apuesto joven que tenía ante sus ojos. ¿Realmente acababa de ocurrir lo que creía que acababa de ocurrir? ¿De verdad Kohaku acababa de proponerle matrimonio? Abrió los ojos de par en par y lo miró incrédula. No sabía qué decir.
- ¿Y bien? – insistió él, ilusionado, feliz, enamorado, expectante... - ¿Qué me dices?
La joven abrió la boca para responder, pero no pudo. No pudo porque no sabía qué decir. Estaba terriblemente confusa. De entre todos los chicos que conocía, y en la aldea había bastantes, el único que alguna vez le había llamado mínimamente la atención había sido precisamente Kohaku. Le parecía apuesto, fuerte y gentil. Era todo un hombre. Y ella había sido la primera en desear que, puesto que debía casarse ya pronto, fuera con Kohaku y no con cualquier otro. Pero realmente nunca había imaginado que ese momento llegaría, que esos pensamientos se convertirían en algo real y, ahora que acababa de suceder, no tenía tan claro lo que sentía por él.
- Kohaku, yo... - empezó a decir, tímida – No sé qué responderte.
- Sólo tienes que decir que sí, y me harás el hombre más feliz del mundo.
Rin estaba asustada. No quería hacerle daño a su amigo, pero tampoco quería traicionar a su corazón. Ella sólo amaba de verdad a una persona, sólo podía amarle a él, una persona que no la amaba a ella, alguien que la había rechazado, y sin embargo, lo amaba igualmente, con intensidad. Él era su verdadero amor. Ese y no otro. Rin estaba, sin lugar a dudas, perdidamente enamorada del señor Sesshomaru.
- No puedo decirte eso – le respondió al fin – Lo siento, lo siento mucho – se disculpó - Pero no pienses que es por ti, Kohaku. No eres el primero que me lo pide, y a los demás tampoco pude... Yo, no... No puedo...
- Espera, no. No te precipites – la interrumpió el chico, repentinamente asustado – Los demás no me importan. Cuantos te hayan pedido matrimonio, si los rechazaste, por algo sería. Pero ahora te pido que pienses en mí, en lo que puedo ofrecerte. Los demás son aldeanos de tu pueblo, no comprenden tus sentimientos. Yo te conozco desde que eras sólo una niña y sé muchas más cosas de ti que ellos. Puedo protegerte, Rin. Nunca dejaría que te hicieran daño.
La apretó por los hombros con más fuerza, mirándola fijamente, y se lo volvió a preguntar.
- Por favor, Rin, necesito que me lo digas – continuó insistiendo, desesperado – Me gustas desde que te conozco. Siempre me has gustado. ¿Te casarás conmigo?
Rin receló e intentó soltarse.
- Kohaku, por favor, suéltame. De verdad que no puedo hacerlo.
- Pero tienes que casarte – reflexionó él – Debes tener marido antes de los dieciocho. Esa es la tradición.
- Lo sé – continuó ella sin que él aflojara su agarre – Pero no puedo casarme con nadie. No quiero casarme con nadie.
- Pero eso no puede ser, Rin. Si no lo haces, estarás mal vista allá donde vayas. No encontrarás aldea en que te dejen vivir sin evitar las miradas de la gente y sus comentarios. Te harán la vida imposible. No te venderán comida ni te dejarán asistir a las celebraciones del pueblo. Una mujer sólo puede estar sola por viudedad o si es una sacerdotisa.
- Lo sé, Kohaku, ya lo sé. Pero aun así no puedo – volvió a disculparse - Siento decepcionarte. Tal vez hubiera sido mejor que no me lo hubieras pedido. Los siento.
Rin dio un paso hacia atrás, pero Kohaku seguía sin soltarle los hombros. La apretaba con fuerza y a la vez, enfado. La miró a los ojos con seriedad y se dispuso a sincerarse.
- ¿Crees que es tan sencillo? ¿Que te lo pedido a ti porque eres mi primera opción, y que si me rechazas, me iré a por otra?
- Yo no he dicho eso.
- Pues lo ha parecido. ¡Y yo no soy así! – se envaró – He venido hasta aquí para verte. He vuelto a la aldea sólo para verte y pedirte matrimonio. He venido porque te quiero.
Antes de que Rin pudiera responder, le colocó una mano en la cintura y la atrajo hacia sí, apretándola contra su pecho.
- Rin... - dijo, mirándola con un brillo especial en los ojos – Eres preciosa – y se inclinó para besarla.
- ¡No...!
Rin intentó retirarse, pero los labios del chico acallaron sus palabras. Sintió su cara frente a la suya, y su piel cálida rozando su propia piel, pero no sintió placer alguno, sino náuseas. Kohaku era apuesto, sin duda, y fuerte y encantador, pero no le quería. Ahora sabía que no había nadie que le gustara de verdad, y el chico no era ninguna excepción.
Kohaku seguía besándola, alargando el beso el máximo tiempo posible, mientras Rin se debatía entre sus brazos, sin poderse soltar. Puede que ya no fuera la chica debilucha que era hacía tan sólo unas semanas, pero tampoco era lo suficientemente fuerte como para oponerse a Kohaku, el hábil exterminador de demonios que tan valientemente defendía su aldea.
Y a pesar de todo, Rin quería ser un pájaro libre, como el aire, como las hojas de los árboles que el viento lleva lejos por caminos nuevos e insospechados. Y si se casaba, quedaría atada para siempre, en esa aldea, con él y las aburridas gentes que allí vivían, privada de una vida de viajes y aventuras con su querido Sesshomaru. ¡No! ¡No quería casarse! Necesitaba tiempo para pensar, y desde luego, por mucho que quisiera a Kohaku, ahora sabía que su amor por él no era más que una gran amistad, sin sentimientos más allá de eso. Por mucho que le doliera, no podía corresponderle.
- ¡Te digo que me sueltes! – Rin lo empujó en cuanto sus labios se separaron - ¡Suéltame! – empezó a gritar y comenzó a golpear al joven en el pecho para deshacer su agarre.
- ¿¡Pero qué ocurre?! – inquirió una una voz cercana que llegó a la carrera - ¿Qué está pasando?
Shippo apareció de repente entre los árboles y se quedó contemplando la escena. Kohaku tenía asida a Rin por la cintura y ésta empujaba torpemente el pecho de Kohaku para liberarse del agarre.
- No ocurre nada – dijo de pronto Kohaku, soltando a Rin al instante – Sólo estábamos hablando.
Shippo entrecerró los ojos y observó a su amiga, que tenía las mejillas enrojecidas y una expresión de impotencia y desesperación en la mirada.
- Pues no es eso lo que parecía. ¿Por qué gritaba Rin? – inquirió el demonio-zorro.
- Hemos tenido un malentendido – dijo Rin sin entrar en detalles. Al fin y al cabo, no quería causar problemas a nadie, ni siquiera a Kohaku – Gracias por venir a ayudarme, Shippo. Kohaku y yo ya habíamos terminado – y caminó hasta ponerse al lado de Shippo.
Los dos chicos se sostuvieron una larga e intensa mirada cargada de rivalidad, mientras Rin agarraba a su mejor amigo por el brazo, temblando.
- Por favor, vámonos a casa – le pidió en un susurro.
Shippo asintió y le pasó un brazo por los hombros de forma protectora. Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado, no dejaría que nadie le hiciera daño a su mejor amiga. Nunca.
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Adoro la rivalidad entre chicos por una chica. Por fin han quedado claros los sentimientos de Kohaku por Rin y la experiencia le ha servido a ella para poder aclararse sobre sus propios sentimientos. ¿Quién no estaría enamorada del señor Sesshomaru, OMG? Os subo capi con un día de antelación porque hoy tenía algo de tiempo libre. Nos vemos la semana que viene ;) Espero que os haya gustado el capi.
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Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]
FanfictionDespués de acabar con Naraku, Inuyasha y su grupo viven pacíficamente en la aldea de la anciana Kaede, combatiendo demonios menores y viviendo aventuras. Sin embargo, para Rin las cosas son muy diferentes: ahora que es una joven adolescente y vive c...