Capítulo 62: Más allá de la muerte (1/1)

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Rin se encontraba sentada en el suelo, jadeante y débil.

- Parece mentira. Sólo me han atacado una vez y ya estoy destrozada – sonrió irónicamente e intentó calcular cuantas heridas le habían hecho.

Tenía una pequeña en el hombro, que ya no le dolía. Se le habían clavado dos flechas más: una en el brazo con el que lanzaba el abanico y otra en la pierna, haciendo que estuviera ligeramente coja. Esta última le dolía bastante. Pero, sin duda alguna, el dolor más intenso lo sentía en las costillas, allí donde la mujer de la armadura de cobre le había lanzado su última flecha. Por alguna razón, era como si la flecha de esa mujer fuera distinta a las del resto de fantasmas que la habían atacado.

Se llevó una mano al costado y confirmó lo que ya se temía.

- Ponzoña – dijo, apartando su mano llena de sangre con burbujas violetas – Me ha envenenado ¡Aaahh! – gimió.

Intentó ponerse en pie y apoyó las manos en la pared, ligeramente mareada.

- Esto es lo que le debió pasar a Sesshomaru el día que volvió para curarse en el río.

Cerró los ojos y lo pensó cuidadosamente. Si Sesshomaru, que era un demonio fuerte y poderoso, había sido incapaz de recuperarse del ataque dentro de la cueva, ella, que no era más que una joven humana, no iba a poder superar eso. El veneno se estaba extendiendo rápidamente por su cuerpo y ella lo sabía: estaba acabada.

- Tengo que encontrarlo antes de que la ponzoña acabe conmigo. Espero que él pueda sacarnos – y siguió caminando lenta y dificultosamente.

* * *

Sesshomaru no caminaba, pero tampoco podría decirse que corriera, más bien volaba por el interior de la cueva a la máxima velocidad que su fuerte cuerpo de demonio le permitía. Empezaba a sentirse débil, pues a cada metro que avanzaba, el poder de la tierra sagrada era más potente y su instinto animal le decía que diera la vuelta si quería conservar la vida, pero no iba a hacerlo. No daría la vuelta bajo ningún concepto.

«¿Salvar mi vida?», se dijo. «¿Para qué la quiero si no puedo salvarla a ella?».

Sesshomaru sabía que Rin estaba ahí. Podía sentir su cercanía: notaba su olor, oía sus pasos, incluso podía sentir el latido acelerado y asustado de su corazón, y eso le partía el alma.

«Tiene miedo», pensaba una y otra vez. «Está sola y debo encontrarla».

Voló lo más deprisa que pudo, pero todos los caminos dentro de la cueva eran iguales. Había numerosos pasadizos y túneles, incluso, a veces, habitaciones. Sesshomaru intentaba evitar a los enemigos, pero no lograba dar con ella. De repente, dejó de oírla respirar.

Tuvo que detenerse un momento, porque estaba frenético. Lo que más le importaba en este mundo era la vida de Rin y estaba apunto de escapársele de entre las manos. Empezó a temblar de rabia y apretó la mandíbula hasta clavarse los colmillos en sus finos labios y hacerse sangre.

«¡¿Por qué no puedo encontrarla?!», dio un puñetazo en la pared, con furia, y una roca que sobresalía de la superficie rocosa se rompió, haciéndose añicos. «¿Por qué ya no la oigo?».

Cerró los ojos y escuchó con atención. Silencio, crujidos, las pisadas de Inuyasha y Kagome todavía cerca de la entrada, sombras acercándose, más crujidos, silencio....

Bo-bom

Un latido.

Bo-bom... bo-bom... bo-bom... bo-bom...

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora