- ¡No, Rin, No! ¡¡No!!
Shippo, Kagome e Inuyasha se acercaron corriendo hacia escena. No podían creerse que hubiera ocurrido lo que habían visto con sus propios ojos. No podía ser. Simplemente, no era posible.
Rin acababa de apuñalarse delante de sus narices. Había levantado el puñal y se lo había clavado en el corazón. Rin... se había suicidado.
Shippo llegó a su altura y zarandeó a su amiga de lado a lado, pero esta no se movió.
- ¡Vamos, Rin, vamos! ¡Abre los ojos, maldita sea! ¡Tienes que despertar!
La chica no respondió. Ya no podía. La mano que sostenía el puñal cayó inerte hacia un costado y su cuerpo se inclinó muerto hacia atrás, mientras Shippo la sostenía en sus brazos con manos temblorosas. Un reguero de sangre le cubrió el pecho a la joven y empezó a expandirse bajo su cuerpo.
Sesshomaru, por su parte, se había quedado bloqueado. No podía pensar. No podía moverse. Ni siquiera era capaz de procesar lo que acababa de ver.
«En cuanto Nibori salga de mi cuerpo», había pedido Rin al demonio. «¡Mátalo! Tendrás poco tiempo. No lo desperdicies. Te quiero mucho, Sesshomaru».
Esas habían sido las últimas palabras de la chica. Lo último que había sido capaz de decir antes de hundirse el puñal en el pecho y rasgarse el corazón. Y, precisamente, la última de todas las palabras que había dicho en vida había sido su nombre. Su nombre: Sesshomaru.
- No – dijo el albino simplemente, negando con la cabeza, como si pudiera sacudirse la visión de su querida Rin muriendo, como si nada de eso fuera real, como si estuviera dormido y fuera a despertar en cualquier momento.
¡No podía entenderlo! ¡Rin no podía estar muerta! ¡No otra vez!
- ¡Estúpida chica! – gritó de repente una voz nueva.
El alma de Nibori se había visto lanzada al exterior ahora que Rin ya no estaba viva. Surgió con rapidez de sus entrañas mientas buscaba con la mirada el cuerpo más cercano en el que meterse. Entonces, sus ojos se encontraron con los de Sesshomaru.
El albino se alzó en el acto, como si acabara de despertar de un extraño letargo, y desenvainó a Colmillo Sagrado en lugar de a Bakusaiga, la única espada incapaz de cortar nada del mundo real, pero preparada para destruir cualquier ser sobrenatural. Y Nibori se dio cuenta en el acto.
Los ojos de Sesshomaru llameaban, pero ya no de rabia o de dolor. Su mirada era puro odio. La más despiadada y cruel de cuantas formas de mirar existían en ese mundo. Sus ojos amarillos se tornaron rojo fuego y los colmillos y las garras le crecieron, iniciando su transformación en el demonio lobo gigante que era, pero sin llegar a completarla. Apretó la espada con tanta fuerza que casi la parte en dos y asesinó con la mirada al espectro.
- Nunca te perdonaré por lo que has hecho – le dijo con voz calmada, pero temible – ¡Nunca!
Y asestó un poderoso golpe contra el espectro. Nibori empezó a volar hacia los árboles, intentando alejarse de su enemigo, pero Sesshomaru fue mucho más rápido. Le movía el odio. Nibori no podría salvarse.
La espada lo atravesó, pasando entre su fantasmagórica nebulosa, como si no le hubiera hecho absolutamente nada. Sin embargo, cuando Nibori ya pensaba que la espada del albino no habría surtido efecto alguno, el cuerpo blanquecino del espectro se partió en dos mitades y cayó al suelo entre chillidos. Unos segundos después ya no quedaba nada de él.
Sesshomaru dejó caer la espada en el suelo y se quedó allí, de pie, sin moverse. Giró lentamente el rostro y volvió la mirada hacia Rin, hacia su cuerpo inerte. Ya no podía oír los latidos de su corazón, esos que lo habían guiado dentro de la cueva para encontrarla. Y tampoco podía oírla respirar. No se movía, no sonreía, no abría los ojos... cualquier vestigio de vida que hubiera existido jamás en ella había abandonado su cuerpo para siempre.
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Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]
FanfictionDespués de acabar con Naraku, Inuyasha y su grupo viven pacíficamente en la aldea de la anciana Kaede, combatiendo demonios menores y viviendo aventuras. Sin embargo, para Rin las cosas son muy diferentes: ahora que es una joven adolescente y vive c...