Capítulo 70: Persecución en las tinieblas (1/1)

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La mano de Rin se encontraba sumergida entre los tupidos pétalos rojos de la flor. Las yemas de sus dedos no tardaron en rozar el centro y allí, tal y como el espectro le había indicado, había una esfera. La joven la tomó en su mano y la sacó de la flor.

Era suave, como si hubiera sido pulida a consciencia, y de un color azul malva tan brillante que pensó que había atrapado una estrella del cielo. Pero en cuanto la esfera se hubo separado de la flor, esta perdió su color rojizo. La gardenia se consumió en el acto y todos sus pétalos se pudrieron y pusieron negros.

Rin dio un paso hacia atrás, asustada.

Los pétalos del suelo que había esparcidos por toda la sala se fueron arrugando también desde los más cercanos a la flor hasta los que estaban más alejados. Su color rojo fuego fue sustituido por el negro de la muerte y las plantas de enredadera que colgaban de las paredes y el techo también se ennegrecieron.

- ¡¡Sí!! – Nibori saltó de alegría y alzó los puños en el aire, emocionado y excitado porque todo le estuviera saliendo a pedir de boca.

La joven chocó con la espalda en la pared y se vio atrapada. Miró la gigantesca puerta de piedra y vio que no pasaba absolutamente nada. No había indicios de que fuera a abrirse. Se volvió hacia el espectro y lo contempló con rabia.

- ¡Me mentiste! ¡Seguimos aquí atrapados!

Rin desenvainó su abanico y apuntó hacia Nibori.

- No podrás tocarme.

El fantasma sonrió desquiciado y la miró con sorna.

- Tu patética arma no es capaz de herirme, tan sólo me atraviesa.

Pero ahora era Rin la que sonreía.

- A ti no, pero a él sí – dijo señalando el cadáver de Nibori que yacía en la mesa de piedra. Gracias a la descomposición de las enredaderas, ahora permanecía perfectamente visible y al alcance del arma de Rin.

- ¡No! – exclamó Nibori, pero en lugar de dirigirse hacia su cuerpo, se abalanzó hacia las velas del fondo de la estancia.

Rin levantó su abanico y la luna brilló.

- ¡Ahí va! – y lo lanzó con todas sus fuerzas.

Pero justo delante del pecho cadavérico, apareció el pequeño gatito de luz que había guiado a la chica hasta la cámara. El abanico se le clavó en el pecho y el animal cayó muerto en el suelo mientras su luz se apagaba.

- ¡Kuppuru, nooo! – exclamó la chica, visiblemente abatida – ¡¿Cómo has podido?!

-          ¡Kuppuru, nooo! – exclamó la chica, visiblemente abatida – ¡¿Cómo has podido?!

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A Rin se le encogió el corazón en el pecho. Puede que aquel ser luminoso no fuera más que una invocación que hacía el espectro para poder engañar a viajeros como Rin y conseguir sus propósitos, pero Kuppuru tampoco se merecía morir así. ¡Nadie se merece morir de esa manera!

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora