- ¡Inuyasha! ¡Inuyasha! ¿Estás en casa? – llamó Rin, golpeando con brusquedad la pared con los nudillos, justo al lado de la cortina de caña que hacía de puerta, pero nadie respondió - ¿Inuyasha?
Una sombra apareció justo detrás de la entrada y el demonio albino hizo la cortina a un lado.
- Emm... ¿qué... qué ocurre? – preguntó mientras se rascaba la cabeza y bostezaba adormilado.
- Lo siento, Inuyasha – se disculpó Rin algo avergonzada – No sabía que estabas durmiendo. No quería despertarte.
El semi-demonio lanzó un gran bostezo y le hizo un gesto para que entrara.
- No te preocupes. De todas formas, iba a levantarme ya pronto.
La joven obedeció y entró en la modesta cabaña donde vivían Inuyasha y Kagome, su mujer venida del futuro.
- ¿Por qué querías verme? – preguntó el híbrido nada más volver a sentarse - ¡Espera! ¿No habrá pasado nada en la aldea? – se levantó en el acto para encaramarse a la ventana y empezó a mirar por todos lados, dispuesto a desenvainar su espada, pero Rin le puso una mano sobre la suya y le obligó a dejar el arma.
- No pasa nada – aclaró – Nadie nos ataca. Sólo quería pedirte un favor.
- ¿Un favor?
El semi-demonio la miró extrañado de pies a cabeza. ¿Un favor, había dicho? ¿Qué clase de favor podría querer una chica tan joven como ella? La verdad es que el hecho de que Rin le pudiera pedir algo precisamente a él le parecía sumamente extraño. Además, tampoco estaba acostumbrado a hablar con niños. Las únicas conversaciones que había tenido con un adolescente habían sido con Shippo, y hacía ya mucho tiempo que Shippo no era ningún niño. Pero ahora que tenía delante a la joven huérfana y se fijaba bien en ella, pudo comprobar que tampoco era ya ninguna niña. Sin embargo, Inuyasha no había reparado en ello hasta ese preciso instante.
Volvió a mirarla de arriba abajo y se preguntó en qué clase de persona se habría convertido la joven humana que llevaba ya tantos años en la aldea. ¿Qué clase de mujer sería ahora? ¿Qué deseos anhelaría su corazón?
- Tú dirás – le sonrió el semi-demio, amable.
Rin tragó saliva y apretó los puños. Estaba decidida.
- Me gustaría que me enseñaras a usar una espada.
Inuyasha frunció el ceño en una mueca de asombro.
- ¡¿Quéee?! – exclamó – ¡Eso no puede ser! Eres muy joven.
Rin juntó las manos y se inclinó formalmente ante él.
- ¡Por favor! – suplicó – ¡Te lo ruego!
- Rin - dijo en tono neutro, sin saber muy bien cómo explicárselo - Manejar una espada es peligroso. ¿Por qué quieres aprender algo así?
La joven se mordió el labio y bajó la vista al suelo.
- Pues... yo... - sopesó si contarle la verdad sería una buena idea, pero estaba convencida de que sonaría demasiado irreal: "Quiero ser fuerte para poder acompañar al señor Sesshomaru el resto de mi vida". Era francamente absurdo e incluso humillante el decirlo en voz alta. Así que prefirió decirle lo que sonaría más lógico – Quiero aprender a protegerme.
Inuyasha ladeó la cabeza sin estar muy convencido.
- Pero, querida – dijo poniéndole una mano en el hombre, solemne – En esta aldea no tienes por qué preocuparte de eso. Los guerreros más fuertes de todo Japón estamos aquí. ¿De qué tienes miedo?
Rin se miró los pies, descalzos, y se sintió terriblemente humilde, pequeña. Era cierto. ¿De qué le servía saber luchar viviendo precisamente en esa aldea? No sabía qué responderle. En ese instante se sentía como una tonta humana, pretendiendo ser algo más de lo que en realidad era: una triste huérfana. ¿No había quizás futuro para ella? ¿Estaba condenada a vivir a merced de aquellos que habían nacido para luchar?
Pero entonces se fijó en algo que la descolocó por completo: bajo el imponente kimono rojo de Inuyasha hecho por las ratas de fuego, asomaban también unos pies desnudos, tan humildes como los de ella. Y entonces no pudo más que sonreír. Rin se había dado cuenta de que no importa el origen de una persona, ni su aspecto, ni su edad, ni su género, ni si eres un demonio o uno semi, o un simple humano como ella. La fuerza está en el interior de cada uno, y eso es lo que nos hace grandes.
Rin alzó la mirada, decidida, y la posó en los despiertos ojos de Inuyasha. Ya no volvería a mirar más al suelo cuando tuviera miedo o vergüenza. Ya no desviaría la mirada, ni se encogería ante los problemas. Si quería aprender a ser una guerrera, lo primero que tenía que hacer era ser una persona valiente, fuerte, decidida. No más una niña asustadiza, ni infantil. Miró al semi-demonio con intensidad. Sus ojos risueños llameaban decididos. Acababa de convertirse en una mujer, ya no sería más una débil niña.
- Quiero aprender – dijo convencida – porque aunque en esta aldea esté totalmente protegida, no puedo depender siempre de vosotros. No pretendo ser una carga para nadie, ni tampoco una humana más a quien proteger, como un rebaño de ovejas que guarda un pastor. ¡No! Esa vida no es para mí. Hasta ahora, Inuyasha, no he sido más que un estorbo para aquellos que me han querido. Siempre han tenido que protegerme, y eso ha sido por mi culpa, porque he sido débil, porque no me he sabido defender sola. Y quiero que las cosas cambien. Quiero ser fuerte, quiero saber luchar y, sobre todo, no quiero que nadie más tenga que arriesgar su vida para protegerme. A partir de ahora quiero ser yo quien proteja a mis seres queridos. Para siempre.
Inuyasha abrió los ojos con asombro. El discurso de la chica lo había dejado francamente impresionado. ¿Qué razones tenía ahora para rechazarla como alumna? Ninguna. Así pues, lo haría, la aceptaría como tal, puesto que jamás había visto una fuerza de voluntad tan grande como la de la joven. Tenía el corazón más poderoso de lo que jamás se habría llegado a imaginar.
- Está bien, Rin. Empezaremos esta noche.
________________________________
¡Hola a todos! Ahora Rin ya tiene nuevo maestro y mucho mejor que el anterior. Tranquilas, que Kohaku saldrá más adelante y tendrá que dar sus explicaciones, no quedará así la cosa. Y en el próximo capi tendremos a Sesshomaru otra vez de visiteo por el pueblo de Rin. ¡Hasta dentro de unos días!
ESTÁS LEYENDO
Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]
FanfictionDespués de acabar con Naraku, Inuyasha y su grupo viven pacíficamente en la aldea de la anciana Kaede, combatiendo demonios menores y viviendo aventuras. Sin embargo, para Rin las cosas son muy diferentes: ahora que es una joven adolescente y vive c...