Capítulo 28: Tradiciones que atan (1/3)

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- Te he traído algo – anunció el demonio de la luna cuando Jaken ya se había marchado – Ten – y le entregó una especie de caja con adornos en cristales de colores.

Los ojos de Rin se abrieron con asombro y a la vez admiración. Nunca había visto nada tan bello, salvo quizás el propio Sesshomaru.

- ¡Ohh! ¡Es muy hermosa! – exclamó.

- Ábrela – ordenó el demonio fingiendo indiferencia.

La joven abrió la caja de cristal. Dentro había un cuadrado de tela con un pequeño espejo y, encima, dos pequeños bailarines en miniatura. La chica llevaba Kimono y el chico la sostenía de la cintura, vestido igual que ella.

- La cuerda está abajo – anunció el demonio – ¿Puedo? – le tomó la caja de las manos con delicadeza y dio un par de giros a la llavecita que colgaba.

Al instante, empezó a sonar una dulce melodía y los dos bailarines comenzaron a girar sobre el espejo de la caja. Los colores de los cristales se reflejaban en todas direcciones y a Rin le pareció que tenía en sus manos la luz de un arcoíris.

Miró primero la caja de música y luego a Sesshomaru, con ojos vacilantes, sin saber qué decir, ni cómo agradecérselo.

- Yo... yo... – balbuceó – No tenías por qué.

- No tienes por qué agradecérmelo – dijo sin mirarla, con fingida indiferencia.

La chica aún seguía fascinada por la caja de cristal. Cerró los ojos y se concentró en la música: dulce, tranquila, relajante... hasta que una mano fría se posó en su hombro.

- Deberías volver a la aldea.

La chica abrió de nuevo los ojos y lo miró con preocupación.

- No me marcharé de aquí – le aseguró el demonio – Te lo prometo.

¿Por qué Sesshomaru era tan diferente cuando estaban a solas, juntos? ¿Por qué ahora sí se permitía tocarla y acercarse a ella? ¿Por qué esa fría máscara de maldad ante los demás? «¿Qué guarda tu oscuro corazón, Sesshomaru?», pensó la joven.

Rin asintió, recordando de repente que Kaede le había pedido agua hacía más de media hora. Si no se daba prisa, iba a darle una buena reprimenda por el retraso.

Antes de marcharse, se volvió una última vez hacia atrás y se despidió de Sesshomaru con la mano, luego desapareció entre los árboles.

El demonio se quedó mirando la parte por la que ella se había marchado. Cada vez le provocaba más fascinación todo lo que tenía relación con la joven humana. Ya de niña le había parecido todo un misterio, pero ahora que era prácticamente adulta, la veía con nuevos ojos, y unos extraños sentimientos no hacían más que abrirse paso en su pecho, como queriendo decirle algo que su corazón frío y oscuro no entendía. Un sentimiento que lo acaloraba y le hacía sentirse diferente, como agobiado, como si se le acelerara la respiración, pero nunca se permitía perder la compostura.

Cada vez que se sentía así, trataba de esconder sus sentimientos y volverse más frío aún, encerrándose en sí mismo para que nadie lo notara. El señor Sesshomaru era una persona elegante, dura, hostil, fría... era como un caballero de la Edad Media, o mejor dicho, como un señor: altivo, superior al resto. Pero cada vez que estaba con Rin, esos ideales cambiaban, no sentía que los humanos fueran inferiores, al menos, no ella. Y, sin embargo, ¿cómo podía permitirse demostrárselo? Su madre le había educado para ser un demonio que nunca muestra sus debilidades, y sin duda alguna, Rin era su única y mayor debilidad.

* * *

Aquella tarde las hojas se mecían por el viento en los árboles, pero el sol calentaba los cuerpos, no dejando que el frío les invadiera.

- Sesshomaru – anunció Rin – Quiero que veas los movimientos que he aprendido con mi espada. ¿O tal vez tienes que irte? – inquirió vacilante.

- Todavía no. Voy a descansar aquí unos días – y añadió: - Supongo que tendré visita cada tarde.

- ¡Por supuesto! Yo... - pero Rin se arrepintió del entusiasmo de sus palabras y recordó la última visita del señor Sesshomaru. "No puedes venir, porque yo no quiero que vengas". Ese hombre ya la había rechazado una vez, ¿quién le aseguraba que no volvería a alejarla de su vida de esa manera tan brusca? Ya no quería ser más una niña inocente, ni decirle sus frases de siempre: "Mire, señor Sesshomaru", "¿Y eso por qué, señor Sesshomaru?", "Sabía que volvería", "Sesshomaru, llévame contigo, por favor". ¡¡No!! ¡No más niñerías! ¡No más infantilismos! ¿Ella le amaba? Sí, por supuesto. Pero si quería tener de verdad algo con él, tenía que demostrarle que, a pesar de ser aún joven, podía comportarse como una adulta. ¡Ya era hora de crecer! Así pues, se retractó en sus palabras y decidió hablarle de forma más madura, indiferente – Es decir, sí, vendré a verte siempre y cuanto a ti no te moleste.

Ese evidente cambio de actitud fascinó todavía más al demonio, que la miró extrañado unos segundos, y luego volvió el rostro.

- Eres libre de hacer lo que prefieras – le dijo.

- Entonces es probable que venga a verte, pero también tengo otras cosas que atender.

- ¿Tú? – la miró, inquieto – ¿Y qué se supone que haces en la aldea?

- Ayudo a la anciana Kaede a traer a los niños al mundo, y preparo hierbas medicinales con ella y con Kagome. Esas son mis obligaciones.

En los labios se Sesshomaru pudo verse el amago de una sonrisa melancólica.

- Has cambiado mucho – murmuró más para sí que para la chica – Casi no te reconozco.

De repente, la voz de una chica sonó en la distancia. Era Megumi.

- ¡Riiin! ¡Riiin! ¿Estás ahí?

- Es mi amiga – anunció – Tengo que irme – y se acercó al apuesto demonio para darle un abrazo de despedida. Pero en cuanto estuvo junto a él, prefirió no hacerlo. Un abrazo es lo que le dan los niños a los adultos cuando les quieren, pero ella no era una niña. Ya no. Así que se acercó al joven demonio y le dio un dulce beso en la mejilla, cosa que lo cogió totalmente por sorpresa. Sesshomaru se quedó quieto, sorprendido ante ese acto y no supo qué decir. Luego ella se giró, sin mencionar palabra y se dispuso a marcharse.

Pero una mano pálida le agarró la muñeca a la joven y la detuvo. Ésta se paró en seco, sin poder creerse lo que ocurría. Se dio la vuelta y miró al demonio a los ojos, que le sostuvo la mirada.

- ¿Ya te vas? – no era una mirada fría, ni hostil, como miraba a todo el mundo, ni tampoco indiferente, como cuando ella le hacía preguntas infantiles hacía ya tantos años. Era una mirada seria, casi melancólica. Una mirada que dolía verla, y seguro que más dolía sentirla.

- Volveré – le dijo ella en un susurro – Siempre vuelvo – y él le soltó la mano para dejarla marcharse y volvió el rostro, indiferente de nuevo.

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¡Vais a matarme! Siento mucho haber tardado tanto en actualizar. He estado hasta arriba con las clases, los trabajos, etc. y he tenido que dejar Wattpad un poco abandonado, pero ya estoy de vuelta. Os dejo 3 capítulos seguidos. Espero que os gusten, y subo nuevo el domingo. <3 Comentad cualquier cosa que queraís decirme :)

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora