Episodio 46

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Cuando desperté recibí mes y medio de rehabilitación, Fred se negaba a decirme como fui a caer en coma, también se rehusaba a hablarme de mis abuelos y lo que les pasó. El doctor autorizó mi salida y me dio de alta, tan rápido como me dio el permiso salí de ese lugar. 

Caminé unos minutos sola, pensando y analizando algunas cosas.

Recordaba claramente la ropa que llevaba puesta antes de entrar en coma, una blusa ceñida blanca, un culotte beige, unas medias negras, una bufanda de verano y un par de tenis grises. Raramente, ahora llevaba puesta otra ropa, para ser específicos un vestido amarillo, unas medias altas negras y unas botas cafés, no quise preguntar pues podría anotar cada suceso extraño para evitar volverme loca. Fred había conseguido su permiso para conducir, lo cual me dio un golpe de pánico, ya que recordaba que él era un pésimo conductor.

Llegamos a su auto, una Jeep Commander negra, esperó a que subiera, pero no lo hice.

– ¿No vas a subir? –me preguntó.

–¿Contigo al volante? ¡Ni pensarlo! –exclamé.

–Vamos –me animó-, me mejorado notoriamente.

–Acabo de salir del hospital –recordé-. No pienso volver ahí por un descuido tuyo.

–Serena –me tranquilizó-, te prometo que bajo mi guardia no te pasará nada.

<<Mas te vale>>, dije para mí misma.

Subimos al Jeep y arrancó suavemente, como había prometido no tuvimos ningún percance en todo el camino a casa, me había cansado de preguntar y no obtener respuestas, así que aventuré, sin saber que andaba por terreno peligroso.

–¿Mis abuelos están bien? –pregunté tan seria como pude.

Pero el guardó silencio.

–Fred, necesito respuestas.

–Están bien –respondió.

–Quiero la verdad –exigí.

Suspiró, cerró los ojos y me miró con dolor.

–Están muertos.

Lo que quedaba de mi mundo se cayó en pedazos.

– ¿Qué? –apenas dije con un hilo de voz.

–Tú querías respuestas, pues ahí las tienes – resaltó con un poco de brusquedad.

– ¿Conoces la cautela? –pregunté enfadada.

No sabía porque estaba enojada, pero lo estaba. Sin darme cuenta habíamos llegado a mi casa, había cambiado un poco.

–No –confesó con un rostro sin carga de emociones, suspirando y con los ojos cerrados.

– ¡Pues te la presento! –grité saliendo del auto de un brinco y corriendo a la puerta de mi hogar.

Estaba chispeando, pero cuando salí llovió torrencialmente.

Para mi extrañamiento, la puerta estaba abierta, cosa que nunca pasaba. Abrí, entré y cerré con llave.

–Seika –me regañó-, ábreme.

– ¡Deja de llamarme así! –ordené.

Había pasado tanto tiempo en Eldarya que me había acostumbrado a que  me llamaran Sasha.

Gruñó.

– ¿Y cómo pretendes que te llame, eh? –preguntó irónicamente-, ¡Ese es tu nombre!

|Eldarya| •••  El mundo de las hadas (Nevra) [E#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora