Capítulo 25

40 8 11
                                    


Akira durmió poco y mal. Entre las vueltas que le daba a eso de la personalidad disociativa, lo del trabajo de Akane, el mosqueo por la actitud de Ayesa y lo que no había visto pero que era demasiado para lo que estaba acostumbrado y excesivo para su imaginación, no había forma de descansar; eso sin contar las charlas que Nowaki mantenía medio dormido, porque si, Nowaki hablaba dormido y reía y movía las manos sin parar y Akira, que al final dormía a su lado, sentía unas ganas tremendas de amordazarle y lo hubiera hecho de no ser porque era demasiado trabajo.

La alarma del teléfono de Akira sonó y este se apresuró a apagarla. Se llevó una mano a sus párpados cerrados ¿Cuándo demonios se le ocurrió la idea de levantarse tan temprano? Que cansado estaba. Se planteaba seguir durmiendo y dejar lo que había pensado hacer para el día siguiente ya que no era capaz ni de despegar los ojos. Sentía que el sueño le rendía de nuevo, abrió los ojos violentamente, no, tenía que hacerlo, con suerte podría echarse luego un rato.

Pesadamente se sentó mientras bostezaba, la de trabajo que se estaba tomando por culpa de una chica ¡quien se lo iba a decir! ¿Y como no iba a hacerlo? claro que lo haría, eso y cualquier otra cosa porque se estaba volviendo tonto, seguro, era la única explicación lógica que encontraba. Volvió a bostezar.

Aún quedaba un buen rato para que amaneciese, el aire era fresco, Akira se estiró al salir de la tienda, todo estaba en calma, una calma de esas que hacen que te sobrecojas y te mueves con miedo a romper la magia. Se lavó la cara y arregló un poco el pelo y se puso una especie de chaqueta de piel, bastante tosca, se colgó su bandolera y con otra chaqueta de cuero en la mano se dirigió a la tienda mediana. Abrió lentamente y entró a gatas. Era difícil meterse allí, la tienda era bajita y las tres chicas lo ocupaban todo; su hermana dormía en el centro, a su lado izquierdo, con medio cuerpo fuera del saco a pesar el frescor de la mañana y la poca ropa que llevaba dormía Akane. Akira puso sus piernas cada una a un lado de la chica y gateó con cuidado de no tocarla hasta que su cara quedó a la altura de la de su compañera.

—Akane —susurró en su oído.

Akane se rebulló cambiando de posición.

—Akane...

A su lado también se rebulló Chiharu.

—Aki ¿qué haces? —preguntó adormilada.

—Chiharu, anda despierta a Akane —habló en voz baja.

—¿Para qué?

—Voy a llevarla a ver los ciervos.

Minako de improviso empezó a mascullar algo sin sentido. Akira y Chiharu la miraron casi con miedo. Minako movía las manos y seguía farfullando unas palabras incomprensibles.

—Creo que está dormida —dijo Chiharu acercándose a observarla.

—¡Es igualita que su hermano, por dios! Anda, despierta a Akane que a mí me da miedo.

—¿Qué hora es?

—Muy temprano, quiero aprovechar estas primeras horas, tu sigue durmiendo.

—Pero Minako quería ver los ciervos también.

—Luego les llevamos a todos, ahora quiero que Akane los vea de cerca.

—Vaya, hermanito, nunca habías hecho algo así por una chica, debe importarte de verdad.

—No digas tonterías, nunca había traído a una chica.

—¿Yuri, tal vez?

—Pues si llevé a Yuri a ver los ciervos, lista.

Hola, cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora