Kohaku había llevado a Himeko a su casa y ante la insistencia de la chica había le mostró su colección de sellos. Allí estaban, sentados uno frente al otro, casi sin hablarse pero sintiéndose cómodos con la compañía.
—Esto es muy aburrido, Himeko —había advertido el chico antes de sacar los sellos.
Pero Himeko insistió, quería ver esa colección que comenzó siendo pequeño. Para ella, imaginarse a Kohaku de pequeño, un niño triste y solitario, mirando su colección de sellos, clasificándolos o lo que fuera que hiciese le resultaba enternecedor. Cuantas cosas había que desconocía de la vida de Kohaku, sabía que su infancia había sido dolorosa, que lo pasó muy mal, que se sintió solo y aislado de todos y que se refugiaba en su mundo interior, un mundo interior lleno de odio y rencor hacia el resto que lo rechazaba pero sin embargo coleccionaba sellos, eso era algo que le llamaba mucho la atención ¿qué pensaría mientras observaba sus sellos? a lo mejor era su forma de evadirse de todo.
—Gracias por el refresco —dijo Himeko de forma dulce.
—No hay de qué.
Himeko estuvo mirando con verdadera atención todos los sellos que Kohaku le enseñaba y demostraba un gran interés en sus explicaciones.
—¿No te estoy aburriendo?
—No, para nada.
—¿Sabes? El fin de semana que viene, Karura, Karasu y yo vamos a ir a pasar el día a una granja.
—¿Y eso?
—Es que allí viven unos vecinos que teníamos, son dos abuelillos muy tiernos. Nos gusta ayudarles de vez en cuando, se siente bien hacer algo por los demás, además es muy divertido cambiar la rutina diaria.
—Suena divertido
—Estaba pensando que podrías venir si quisieses.
—No, no... no podría.
—¿Por qué?
—Es una reunión familiar.
—No, para nada. Mizuki también va a venir y a mí me gustaría mucho que vinieras tú.
—Pero yo... son de tu ciudad, es como que...
—Te invito yo.
—¿Me invitas?
—Claro, eres mi amiga y te invito, además no es ninguna reunión familiar y la abuela Mito es encantadora, hay que trabajar un poco pero se está muy bien.
—Bueno pues... gracias por invitarme.
—¿Entonces vendrás?
—N-no lo sé, tendría que decirlo en casa.
—Podemos invitar también a Hizashi y a más gente.
—¿Pero os vais a quedar el fin de semana completo?
—No, que va, tampoco nos gusta molestar tanto a los abuelos.
Se creó un silencio entre ambos, ninguno de los dos era muy hablador aunque tampoco parecían necesitarlo. Un pequeño roce de sus manos hizo que ambos las apartasen bruscamente.
—¿Que ha sido eso? —Se sobresalto Himeko ante un ruido imprevisto.
—Debe ser alguno de mis hermanos.
—¡Ya estoy en casa! —Oyeron a Karasu.
—¿Lo ves?
—Hola, hola, parejita —dijo entrando en el salón donde ellos estaban—. ¿Qué hacéis aquí?
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Hola, cielo
Novela JuvenilSegunda parte de la novela "Con sabor a mandarina" Bastante complicado era para Akira, relajado y perezoso, intentar recuperar la confianza de Akane como para que llegase el popular y guapo Kamui a interesarse también por ella. Además el haber aver...