Capítulo 29: Odio el ukelele

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Calipso P.O.V

Apenas llevaba cuatro de la ocho horas de clase y ya había tenido un día completamente terrible. Primero había llegado tarde a la clase de español y la maldita profesora me dio un retardo, 0 en el trabajo y me envió a la dirección. Después, noté que había dejado mi libro de química y fue otro 0. Sin embargo, lo peor fue cuando Drew y sus amigas me dijeron cosas tan hirientes que me sacaron las lágrimas.

De hecho no quiero decir qué me dijeron porque es horrible. No pude defenderme porque ya tenía notas negativas y reporte en dirección y si hacía algo más, tendría suspensión. Sólo puedo decir que fueron Drew, Quione, Holly y Laurel.

Entré al baño de mujeres y comencé a llorar de una forma muy amarga. Mientras más lágrima me limpiaba, más salían y producía más sollozos. Fue así por unos 10 minutos, hasta que decidí lavarme la cara. Al hacerlo, noté mis ojos rojos e hinchados, al igual que mi nariz y mis cejas.

—Me preguntaba tanto por qué llorabas, Cali. —la voz de otra chica llegó desde la última puerta y se abrió. Lo primero que vi fue una bota de leñador femenina muy bonita, unos vaqueros perfectamente ajustados a unas piernas perfectas  que me llevaron a una camiseta negra sin mangas que  estaban sobre un cuerpo de piel bronceada. Vi sus brazos cruzados y finalmente su bello rostro, de dos ojos grises con pestañas enormes, gruesas y abundantes, y un cabello del color de la miel.

Luego de que Annabeth saliera, las tres puertas que estaban antes a la de ella se abrieron y salieron Piper, Katie y Miranda. Se veían tan aterradora como nunca (las Gardners dan mucho, mucho, mucho miedo cuando les apetece) que me dio una fatal desesperación. Tomé mi mochila de los lavabos y me dirigí a la puerta con rapidez, sólo para encontrarme a Clarisse y a Reyna tapando la entrada.
—¿Ibas a alguna parte, Belladona? —me preguntó con malicia Ramírez.

—¡No me hagan daño, por favor! —mi voz se quebró nuevamente. —Lamento la vez que dije que Reyna y Leo eran novios; lamento la vez que dije a Drew por accidente que Clarisse gustaba de ella; yo fui la que cortó las flores del jardín de Katie y Miranda, pero eso fue porque me ganaron en la feria de flores; Annabeth, perdóname por besar a tu hermano encontrar de su voluntad frente a Kayla y que luego ella no oe hablara por tres meses y además​ perder esa enciclopedia familiar que prestaste a la biblioteca; Piper, yo fui quien rayó tu Ferrari, pero fue un completo accidente. ¡No me hagan nada si y lo saben por favor!

—¡¿QUE HICISTE QUÉ?! —Annabeth gritó tan fuerte que se debió haber escuchado en toda la escuela.

—¡¿QUÉ LE HICISTE A MI FERRARI?! —la siguió Piper no más contenta.

—¡¿GUSTARLE A DREW?! —Clarisse tenía su ojos envueltos en llamas.

—¡¡¡¡NUESTRAS FLORES!!!! —vale, Annabeth quedaba como una bebé con ese grito de las hermanas.

Todas comenzaron a gritarme y yo me di cuenta de que había dicho secretos, rumores y acciones que yo había dicho y además de mí sólo los sabía Dios. Bueno, puede que Drew lo de Clarisse, pero el escándalo duró sólo seis meses.

—¡Ya basta! —la voz de alguien más se hizo sonar. Era Hazel. —¿No se dan cuenta de que lo profesores las pudieron haber escuchado?

—Si supieras lo que nos hizo--

—Clarisse, por favor. —la detuvo Lou, quien acompañaba a Hazel además de Kayla y Silena. —Yo fui quien le hizo brujería hace unos meses para que todas sus plantas se enfermaran con hongos y que sudara en exceso. Tómalo como venganza, pero si quiere más por las otras cosas...

—Lou, creo que así está bien. Ya le dieron un susto. —le dijo Kayla. —La verdadera zorra que necesita brujería es Drew. —luego puso sus cálidos ojo verdes sobre mí. —Nunca olvidaré ese beso a Malcolm, perra.

Un cliché más [CONTINUADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora