22: Supermercado.

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-¿Por qué venimos al súper si no cocinas?- Pregunté intentando que lo que dije no sonará ofensivo hacia mi madre. Pero ella sonrió de lado tomando un carrito y entramos por las puertas automáticas.

Inmediatamente el clima del lugar nos envolvió alejando el calor de afuera.

-Porque hay otras cosas que hago y que hacen falta.- Caminé junto a ella mirando el lugar.

Ya había venido unas cuantas veces aquí, y a pesar de eso no reconocía nada del lugar. No sabía cómo estaba distribuido todo y me era fácil perderme entre los largos y grandes pasillos.

-¿Y por qué no cocinas?- Me rasque el cuello en signo de nerviosismo cuando algunas personas volteaban a verme.

No me gustaba que me vieran de esa manera.

No me gustaba que me vieran. Punto.

-Porque no me gusta.- Respondió con paciencia acercándose a los pasillos de limpieza. Agarró cloro y otros artículos para asear la casa.

Tampoco la veía haciendo mucho eso, pero bueno, ella sabía lo que compraba.

Después de todo las mamás lo saben absolutamente todo, ¿no?

-¿Por qué no me dijiste que papá había muerto?- Susurré mirando al suelo. Mamá carraspeo incómoda y siguió caminando.

-Ya te dije que no te puedo decir nada, cariño.- Después de que James me llevará a casa ese día, corrí hacia mi madre llorando. Ella se puso muy asustada pensando que me había pasado algo, pero James le explicó lo que recordé y ella lloró conmigo durante mucho tiempo.

Como si a pesar de los años, no se hubiera desahogado por la muerte de mi padre.

Mamá le agradeció a James y después el nos dejó tener nuestro momento y dijo que se pondría en contacto conmigo para tener nuestra siguiente cita.

Estaba ansiosa por qué pasará al fin. Apenas ayer habíamos salido, pero ya lo quería ver.

Es como si mi cuerpo, con tan solo unos días, se hubiera convertido en dependiente de James.

Era tan extraño. No me agradaba del todo ese sentimiento, después de todo aún seguía la incógnita de si James en verdad tenía novia o no.

No sé porque esa historia; sobre yo peleándome con alguien que quizá era la novia de James, venía a mi mente muy seguido.

¿Pelearía por James? Sin duda. Pero, ¿por qué? ¿Por qué tendría que pelear por el? ¿Que era el para mi?

Y...¿el tambien pelearía por mi?

Esperaba que si, si no todos estos pensamientos de irían directo al caño.

-¿Sabes de qué tengo antojo?- Seguí a mi madre que estaba agarrando papel higiénico y poniéndolo en el carrito.

-¿De qué?- Pregunto sin prestarme tanta atención, ya que trataba de encontrar unas servilletas.

-De cocinar.- Me mordí los labios cuando quise sonreír sin ningún motivo. -Lasaña.- Mamá levantó la cabeza hacia mí, mirándome sorprendida.

-¿Lasaña?- Preguntó esperanzada y asentí en su dirección.

-Ni siquiera sé cómo se hacen, pero puedo investigar.- La esperanza desapareció de sus ojos y regreso la vista a las servilletas. -¿Puedo ir por los ingredientes?- Ella asintió sin mirarme y me di la vuelta alejándome de ella.

Últimamente había más decepción en su mirada que cualquier otra cosa.

Jenn casi no pasaba tiempo en casa, así que no había convivido mucho con ella. Mamá iba a trabajar todas las tardes y en algunas noches simplemente desaparecía sin decir a dónde fué, así que pasaba un montón de tiempo sola.

Me gustaba eso, me ayudaba a pensar y tratar de ordenar mis ideas. Aún no recordaba nada, pero me aferraba a los pequeños fragmentos que si y trataba de apartir de ahí, hacerme una idea de todo lo demás que estaba implicado.

Había visto miles de veces la llave que mamá tenía colgando del cuello, la que abría el ático donde estaba escondida toda mi vida.

Se me pasó por la cabeza millones de veces quitarsela, pero rechace cada idea y me fui a dormir abrazando a mi almohada de Cars.

No iba a quitarsela, si ella decía que era por mi bien, que así sea.

Ella me conocía mejor que yo en estos momentos y debía de obedecerla.

¿Eso es algo que haría? Si, amaba a mi madre. Tenía que ser una buena hija por ende. ¿Verdad?

Fui a los congeladores por queso y cuando apenas lo iba a agarrar, mi vista captó una cabellera roja.

Más bien, dos cabellera rojas.

Mi mano se congelo a mitad de camino y mis ojos no dejaban de verlas.

Eran solo dos chicas pelirrojas, pero había algo que llamaba mi atención.

Una usaba ropas negras y botas militares, casi el estilo de uno de esos chicos malos que pasan por televisión. Sus ojos tenían delineador negro haciéndolos resaltar.

La otra era todo lo contrario, usaba uno de esos vestidos que eran dignos de una alfombra roja. Tenía un recogido espectacular y un maquillaje que la hacia verde como una estrella de Hollywood.

Dejando de lado eso, ambas eran muy similares. Incluso en su complexión física. Tenían la misma estatura.

Estaban haciendo las compras también y parecía que discutian sobre que clase de leche llevar.

La del maquillaje bonito decía que una light. La ruda decía que una entera.

-¡Lu!- Escuché a mi madre gritar y me gire viendola venir hacia mí dirección. Regresé la vista a las dos chicas que ahora me miraban con expresiones extrañas.

Las tres nos quedamos viendo por un largo rato, hasta que mamá hizo su aparición.

-Te estaba buscando, ¿por qué tardaste tanto?- Vio que no le estaba prestando atención y siguió mi mirada hacia aquellas chicas.

-Vamos.- La ruda jalo a la otra que hizo el intento de caminar hacia mí. Agarraron las dos clases de leche y caminaron rápidamente alejándose de nosotras.

-Las conozco.- Murmuré siguiendo las con la mirada.

-No voy a responder a eso.- Dijo mi madre agarrando el queso por mi.

-No era una pregunta.- Ambas doblaron por un pasillo y desaparecieron de mi vista.

Mamá me rodeo los hombros con un brazo y me condujo en dirección contraria con una sonrisa cómplice en el rostro.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora