10: Él estaba aquí.

179 12 2
                                    

Suspiré saliendo del taxi después de haberle pagado el dinero del viaje. Me guiñó un ojo el señor de treinta años que probablemente estaba casado y con hijos, pero lo ignore y salí lo más rápido de ahí antes de que se le ocurriera secuestrarme.

Lo peor de haber perdido la memoria, sería que me secuestraran. Eso sería el colmo.

Había llegado de mi cita semanal con la psicóloga, más bien con la señorita Montes, y no había ido tan bien como yo esperaba.

Desde la última vez que la vi no había recordado absoluta y totalmente nada, por más que me esforzará. Parecía que jamás la iba a recuperar, pero no debía de ser pesimista cuando solo han pasado dos semanas, aún me quedaba tiempo para recordarlo, pero parecía que los días pasaban tan lentos y a la vez tan rápidos.

No sabía qué hacer con mi vida, no sabía ni siquiera que quería comer. Mamá no cocinaba absolutamente nada, así que pedíamos comida todos los días.

Yo no sabía cómo cocinar, y si lo sabía, no lo recordaba.

A decir verdad, me daba miedo hacer algo que la verdadera yo no haría, pero ¿cómo saberlo? ¿Como podía saber quién era yo? ¿Que podía hacer?

Me quedaba horas en mi habitación encerrada, sentada como indio en la cama mirando al vacío tratando de recuperar una milésima parte de lo que yo era.

Mi hermana me daba la ropa por las mañanas, me decía secretamente que cosas me ponía, pero eso era todo. No se me permitía hacer preguntas ni conocer personas. No podía ir al ático, donde mamá guardo todas mis cosas bajo llave.

Abrí la puerta principal usando la llave que mamá me había dado y la regrese al bolsillo trasero de mis pantalones desgastados. A decir verdad, me sentía bastante cómoda con esta ropa que estaba usando.

Inmediatamente al cruzar el umbral, sentí una corriente eléctrica tan potente que temí lo peor. Me quede unos segundos aturdida en la puerta, congelada.

-¿Lu? ¿Eres tú?- Escuche la voz de mamá y me dije a mí misma que todo estaba bien, no había porque temer. Pero me sentía indefensa las veinticuatro horas del día. Era casi como estar desnuda.

-¿Quién más?- Dije con un poco de sarcasmo y me regañe a mí misma por hablarle así a mi madre. No acostumbraba a hacer eso, ¿o si?

-Jenn, salió. Creí que eras ella.- Cerré la puerta detrás de mí y camine hasta el comedor donde estaba sentada ella.

Y el chico de ojos verdes.

Mi corazón saltó en mi pecho y los vellos se me pusieron de punta cuando sus hermosos ojos se posaron sobre mi.

Las sensaciones dentro de mi eran tan intensas que no podía soportarlo. Me confundía, demasiado, no sabía qué hacer o como reaccionar ante su presencia.

Me aleje un paso hacia atrás y sentí la pared en mi espalda.

Me dio un dolor en las sienes y se extendió a la parte trasera de mi cabeza, para terminar en el punto donde el doctor me había dicho que me había golpeado.

Cerré los ojos con fuerza tratando de soportar el dolor, escuche el llamado de mi mamá, pero su voz sonó como un trueno y la luz me cegó.

Mi cerebro captó algo, pero se esfumó entre mis dedos antes de poder aferrarme a ello, solo sentía una sensación de calor. Estuve a punto de tener una especie de flashback, pero se fue, perdí la oportunidad.

Abrí los ojos cuando el dolor se fue y vi a mi mamá con expresión preocupada muy cerca de mi. Tenía sus manos sobre mis hombros y me quise alejar de ella, estaba experimentando una especie de fobia a que me tocaran o algo así.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora