46: Regresó.

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-¿Que se supone que me están haciendo?- Me rei cuando despeinaron mi cabello con sus hábiles manos haciendolo verse más esponjoso de lo que ya estaba.

Me había cortado un poco el cabello y ahora me llegaba por debajo de los hombros. Gracias a el corte nuevo se hondulaba un poco, pero todo seguía igual conmigo.

Casi.

-Quedate quieta.- Me dijo Lex aplicando brillo labial con sabor a durazno en los labios.

Usualmente no estaba tan de buen humor, para nada, pero cuando desperté está mañana parecía que algo había cambiado. No sabía que, pero se sentía como si algo volviera a mi.

Jenn sonrió tanto que las esquinas de sus ojos se arrugaron y la mire sin saber que se traían ambas entre manos.

Había empezado las clases en la universidad este lunes y por las noches trabajaba en un Starbucks cerca de casa. Ahora sentía que hacía algo bien con mi vida después de todo.

Había ido al cementerio ayer a visitar la tumba de mi padre, después visite la de Kyle y la nueva tumba que estaba junto a él. Limpie ambas poniendo flores.

Y hablé con ellos, diciéndoles que ahora todo estaba bien. Que no había nada de lo que preocuparse y después llore como María Magdalena durante horas, pero volví a casa sintiendo que un enorme peso caía de mis hombros.

Y les prometí que los recordaria, por las cosas buenas que hicieron. Los iba a mantener vivos en mi memoria.

La cuál esperaba no volver a perder.

-¡Listo!- Aplaudió Lex haciendo chocar sus suaves palmas y pasó un brazo por los hombros de mi hermana. -¿Tú que dices?- Le preguntó a ella que me miraba sonriente.

-Hicimos un buen trabajo.- Puse los ojos en blanco pero también estaba alegre, contagiada por sus risas. Me levante de la cama y me acerqué a mi espejo viéndome en el.

Nada parecía fuera de lo común.

Mi cabello estaba bien, el brillo en mis labios me quedaba a la perfección y vestía como usualmente lo hacía.

Estaba todo donde se supone que tenía que estar. ¿Porque estaban tan entusiasmadas por la nada?

El teléfono de Lex sonó anunciando un mensaje y lo leyó, cuando termino me agarro de la mano empujándome hacia fuera de mi habitación.

-¿Que está pasando?- Me reí sin poder evitarlo y en la planta baja estaba mi mamá junto a Darrell, ambos en el sofá viendo una película romántica.

Bajo el umbral de la puerta principal estaba Marisa, también con una sonrisa.

-¡Es hora de irnos!- Gritó quitándome de las manos de Lex solo para jalarme ella hacia su auto.

-¿Quieres decirme de qué va todo esto?- Me abroche el cinturón de seguridad viéndola fijamente pero ella ignoro mi pregunta encendiendo la radio, donde una canción de Charlie Puth sonaba.

-Va a ser el mejor día de tu vida. Sin duda.- Murmuró pero logré escucharla de todas formas. Negué con la cabeza dándome por vencida, sabía que no me diría nada.

Estaciono el auto en un lado de la carretera y se estiró hacia la guantera sacando un pañuelo.

-Necesito que te vendes los ojos.

-¿Es en serio?- Alcé una ceja agarrando el pedazo de tela.

-Es muy en serio. Hazlo o no habrá sorpresa.

-No me gustan las sorpresas.- Le recordé. Al principio no me sentía a gusto con ella sabiendo que lo sabía todo de mi, cada secreto, cada parte de mi vida. Pero ella actuaba como si en verdad apenas nos estuviéramos conociendo, lo cual agradecía mucho. No necesitaba un recordatorio de lo estúpidamente idiota que fui.

-Está te va a encantar.- Sin decir nada más, me quito el pañuelo de las manos y me lo ato alrededor de la cabeza tapándome los ojos en el proceso. Me queje cuando me estiro un poco el cabello y volvió a hacer el nudo en mi nuca.

-¿Por que todos están actuando tan raro?- Escuche el motor del auto cobrar vida de nuevo y sentí como nos poníamos en movimiento. Me daba ansiedad no poder ver hacia dónde nos dirigíamos, pero confiaba en Marisa. Nunca me había dado motivos para no hacerlo de todas formas.

-Nadie está actuando raro.- Su voz llego a mis oídos por encima de la música. Después sentí un ligero golpe en el hombro.

-¡Oye!- Me queje sin poder defenderme porque no la veía y porque estaba tras el volante y no quería causar ningún accidente.

-Debiste decirme que fuiste al cementerio. No es bueno que te enfrentes a todo eso tú sola, Lu. Entiendo que quisiste cerrar esa puerta o algo así, pero no tenías porque estar sin compañía en esos momentos. Esto es muy delicado para ti.- Un bueno dolor se instaló en mi pecho de nuevo. Resurgiendo y parecía que esta vez pasaría un largo tiempo para que se fuera de nuevo.

-Lo extraño.- Susurre temiendo de esas simples palabras. Me alegro de que el pañuelo estuviese tapando mis ojos porque estaba absorbiendo mis lágrimas.

-Ya lloraste lo suficiente.- Sentí que puso su mano sobre la mía y me acarició los nudillos con su dedo pulgar. O al menos así se sentía.

-Nunca va a ser suficiente. Quisiera poder cambiar tantas cosas.- Apreté la mano donde Marisa no me estaba tocando y me obligue a reprimir el dolor, no quería hacerle saber que aún no había cicatrizado esa herida y probablemente jamás lo haría.

-No puedes cambiar el pasado. Pero puedes cambiar tu futuro, y lo estás haciendo. El estaría muy orgulloso si pudiera verte.- Sonreí con tristeza y me limpie las lagrimas de las mejillas que se escaparon debajo del pañuelo.

-Cambiemos de tema, ¿si?- No quería estar pensando en eso ahora que Jenn y Lex me había puesto de buen humor.

No quería pensar en lo que le había hecho a James.

-Si. Dime, ¿qué tal el trabajo?- Nos pusimos a hablar de cosas triviales, pero se sentía extraño teniendo una venda sobre mis ojos y sin saber a dónde me estaba llevando. Pero de ahí en fuera, todo era normal.

Detuvo el coche apagando el motor y escuche como abría su puerta saliendo del auto. Escuche sus tacones repiquetear contra el pavimento y después abrió mi puerta ayudándome a salir del auto.

-No hagas trampa.- Me advirtió agarrándome de la mano para hacerme caminar. Traté de sentir el lugar en el que estábamos, para de alguna forma darme cuenta en donde me encontraba.

Olfatee el aire y sonreí.

-Huele a las galletas de Evelyn. ¿Estamos en su casa?- Pregunte sin encontrar una respuesta. Seguí caminando guiándome por Marisa.

-¿Que más hueles?- Fruncí la nariz ante ese nuevo olor.

-Aceite de motor. Huele a auto. No, espera.- Respire profundamente y solté el aire despacio. -Huele a pan recién horneado, y a...- Me quede callada sintiendo como todo mi cuerpo se tensaba ante ese familiar olor. Sin importarme si estaba haciendo trampa o no, me quite la venda de los ojos para ver lo que tenía en frente.

Vi los dos autos, Maxon y el auto negro de James en la cochera, ambos reparados y en buen estado. Parecían casi nuevos, pero yo sabía que no lo eran. Junto a ellos estaba Ash limpiándose el sudor de la frente a pesar de que estaba haciendo frío, y a su lado estaba James.

Mi James.

Sus pantalones azules tenían manchas de grasa y su pecho desnudo también. Justo por encima de su corazón estaba la cicatriz por el disparo que sufrió.

Los ojos se me llenaron de lágrimas y abrí la boca para decir algo pero no encontré mi voz. Caí de rodillas en el suelo cuando no sentí más mis pies y perdí toda la fuerza en el instante en que sus magníficos ojos verdes me miraron.

Estaba despierto. Estaba en su casa.

Y ahora, yo estaba en la mía.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora