37: Confía en mi.

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Sorbi por la nariz enterrado la cara en mi almohada intentando que mis sollozos no llegarán a oídos de mi familia que estaba en la planta baja.

Era tan estúpida, era una total perra estúpida sin sentimientos.

¿Como pude haberle dicho eso a mi madre? A pesar de lo que ella hizo, o más bien de lo que no hizo, eso no me daba ningún derecho de juzgarla.

Ni siquiera pensaba la mitad de todas esas cosas que le dije.

Y la mirada en sus ojos. Dios, jamás la olvidaria. No podía creer la horrible persona que era.

Me odiaba, odiaba en lo que me estaba convirtiendo y no sabía que hacer. ¿Que podía hacer para enmendar el daño que había causado?

Mi madre ya no me hablaba, habían pasado tres días desde la cena y no me había dirigido ni una sola palabra desde aquella vez.

Jenn menos, solo me miraba con odio pero no decía nada más.

Todo eso solo era un recordatorio de lo cruel y malvada que era.

¿Que clase de persona, si es que se puede llamar así, insulta a su propia madre?

Solo yo.

Y me odiaba. Mi madre me odiaba. Mi hermana me odiaba. El novio de mamá me odiaba. Gael me odiaba. James me odiaba y probablemente Vanne cuando se entere también va a odiarme.

Y ahora sí estaría sola. Justo lo que merecía. Merecía incluso cosas peores pero ahora mi cerebro no cooperaba con nada, así que no podía pensar en todos los castigos que merecía.

Yo sola me había castigado. No cargue la batería del celular de Vanne, así que ahora estaba muerto en el cajón de mi buró. Solo comía lo suficiente y no salía para nada de casa, mucho menos de mi cuarto a no ser estrictamente necesario.

¿Que más podía hacer para sentirme aunque sea una milesima de mejor?

Me aferre a la almohada y llore sin control alguno.

¿Por qué tenía que hacer todo mal? ¿Por qué tenía qué causarle daño a quién más quería?

¿Que podía hacer para que me perdonaran? Sabía que una simple disculpa no serviría de nada. Tenía que hacer algo que demostrará que me había equivocado y que jamás volvería a hacerlo.

¿Pero qué?

-Maldita sea.- Escuché un gruñido y me enderecé en la cama limpiando mis lágrimas y mirando por la ventana, de donde provenían palabrotas.

-Joder, eso duele.- Ahí estaba de nuevo. No me atreví a levantarme de la cama, sentía que no tenía fuerza para nada.

Si era un asesino que mejor, así me librería de la miseria en la que me había hundido.

Ojalá sea uno.

-Puta tubería.- Alcance a ver una mano que se aferraba al marco de la ventana y luego un cuerpo que se impulsaba a través de ella para entrar en mi habitación.

Era Vanne.

Bueno, adiós a mi deseo de que un asesino entrará a matarme.

-Te ves fatal.- Puso una mano sobre su boca viendome de arriba a bajo.

Usaba mis pijamas y no me había duchado desde ayer en la mañana. Mi cabello estaba suelto y enredado. Mis ojos rojos e hinchados de tanto llorar y mis labios agrietados. Sin mencionar mi nariz roja como Rodolfo el reno.

-Lo sé.- Me acosté de nuevo en la cama tratando de que está me comiera y me llevará a un lugar muy lejano donde no tenía ninguna preocupación.

No quería esto. No quería que nada de esto pasará y sin embargo, aquí estaba presenciado todos los acontecimientos que me dije que evitará.

Era una completa idiota.

Aceptaría gustosa el golpe de Jenn si eso me hacía entrar en razón.

-¿Que te paso?- Pregunto y sentí la cama hundirse bajo su peso.

No quería hablar del tema. No quería que ella también me odiara. Era mi única amiga y su opinión importaba bastante, no sería capa de soportar su rechazo ahora que era la única que me quedaba.

Alce la cara con los ojos inundados en lágrimas que se iban derramando sobre mis mejillas, una por una.

-Golpeame.- Suplique y sin tener que decírselo dos veces, alzó el puño dándome justo en la mandíbula. Escuché como nuestros huesos chocaban y cerré los ojos por el intenso dolor. -¡Auch!- Grite quejandome y ella me miró sin expresión en el rostro.

-Me dijiste que lo hiciera.- Dijo como excusa por su golpe brutal. Creo que podría haberme roto la mandíbula.

Si que tenía un buen gancho derecho.

-Gracias por la ayuda.- Murmuré sosteniendo mi hueso con temor de que si lo soltaba, este se saliera del lugar.

-Ahora dime porque lloras como María Magdalena.- Subió los pies a la cama aún con sus tacones manchando mi edredón, pero ya estaba sucio y sudado por mi, así que no me molesto.

-Hice algo malo.- Empecé y casi pude escuchar los violines tristes que sonaban en las películas cuando pasaban una escena triste.

-Habla.- Ordenó y no me quedo nada más que decirle todo lo que había dicho, y las consecuencias de ello.

Cuando termine sentía el peso aún más grande sobre mis hombros como si deshaogarme con ella no hubiera servido de nada.

-¿Eso es todo?- pregunto con las cejas rubias ligeramente alzadas

-¿Te parece poco?- Prácticamente había llamado puta a mi madre. Yo soy una basofia. Pertenezco a la basura.

-Lu, tienes razon en todo lo que dijiste.- Hablo pausadamente como si le estuviera hablando a un bebé que no logra entender lo que le dicen. -No es tu culpa que ella no te lo haya dicho.- me puso una mano sobre el hombro y apretó demasiado fuerte como para considerarse amistoso.

-Pero si fue mi culpa la forma en que reaccione.

-Yo creo que reaccionaste muy bien. Muy lógico.

-¿Tu crees?- Vanne asintió con uan sonrisa. -Le dije cosas hirientes.- Hablé haciendo notar mi depresión por lo inmadura que había sido.

-Pero no es mentira. Hubo una razón para que tu padre engañara a tu madre. Quizá era venganza o algo así.- negué con la cabeza sin creer lo que decía.

-Mama no es así. Ella no es la mala del cuento.- Vanne me miró con compasión.

-No conoces a tu madre, Lu. No conoces a nadie en realidad.- Me quito con lentitud el cabello del rostro, como si le diera asco. No la culpaba, yo también me daba asco. -Confía en mi.

Y eso fue justo lo que hice.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora