33: Extraña.

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POVJames.

Suspire pasándome los dedos por el cabello sintiendo que el día se hacía eterno.

Mi padre había estado presionándome más para hacerme cargo de su empresa y ahora todo estaba bajo mi control. Había que tomar tantas decisiones y cerrar tantos contratos que muy apenas podía salir de aquí.

Aunque eso nunca fue un impedimento para hacerle un espacio a Lu en mi agenda.

Sabía mis prioridades y ella estaba en la cima de ellas.

-Señor Scott, esta su prima en la línea, ¿desea que se lo transfiera?- Pregunto Rosa, mi secretaria. Tenía alrededor de cincuenta años, pero era tan eficiente y rápida. Además de que su memoria le funcionaba incluso mejor que la mía. Creo que era hora de un aumento de sueldo.

-Si, por favor.- Le pedí y presione el botón de mis manos libres preguntándome cual de las dos era esta vez.

Yo era el padrino de su boda doble que estaba en pausa por el momento, pero eso no fue ningún impedimento para que ellas fueran a ver toda esa clase de cosas que se necesitan en las bodas.

Me alegraba que ellas se casaran primero, así Lu se haría una idea de lo que pasaría entre nosotros en un futuro no muy lejano.

Maldición. La necesitaba tanto y saber que estaba al alcance de mi mano, pero a la vez tan lejos, era una completa mierda.

Me odiaba a mi mismo no hacer caso a sus coqueteos dulces, sabía que la estaba hiriendo, pero no iba a tocarla hasta que ella fuera mi Lu. La que perdí y desesperadamente trataba de recuperar.

Sabía que si lo hacía, no significaría lo mismo para ella. Solo sería algo casual de una persona que te atrae, pero ella era el jodido amor de mi vida y tocarla...

Simplemente no podía. Aun no.

Estaba guardando todo para cuando volviera y cuando eso pasara...

Sonreí de medio lado recordando todo lo que habíamos hecho. En muchas partes.

En Maxon. En su habitación, en la mía, en el baño, incluso una vez vino a mi oficina.

No vayas por ahí.

-¡James! ¡Lu esta en el hospital!- Escuche el grito desesperado de Lex y la sonrisa se me borro de golpe.

Mierda.

(...)

-¡¿Dónde está?!- Grite/pregunte entrando a la sala de espera. Me tope con el enfermero que había golpeado la última vez que estuve aquí y me lanzo una mirada un poco irritada.

-No otra vez, por favor.- Dijo antes de salir a toda velocidad por el pasillo.

-No fue nada grave, Lex lo exagero todo.- Respondió Ash levantándose del asiento con los ojos inyectados en sangre por lagrimas contenidas.

-¿Qué fue lo que paso?- Pregunte sin saber si quería que me respondiera o no. Sea lo que sea, si que era malditamente grave para traerla de vuelta al hospital.

-Aun no lo sabemos. ¡No nos dejan pasar!- Grito Lex pasándose un pañuelo por debajo de los ojos, donde se le había corrido todo el maquillaje. La mire confundido. –Su madre dice que como no nos recuerda, no podemos ir a verla.- Explico soltando palabrotas por lo bajo con la vista clavada en la puerta.

Seguí su mirada sabiendo que detrás de esta se encontraba Lu y sin importarme si a su madre le parecía bien o no, entre.

-Ya les dije que no me acuerdo.- Soltó por lo bajo, fulminando con la mirada a su mama. Jamás la había visto de esa forma, eso era nuevo.

Por lo general siempre se comportaba de lo más amable con su madre.

¿Qué había cambiado?

-Entonces, ¿Cómo encontraste la llave para abrir el ático?- Su madre se cruzo o de brazos mirándola desde arriba, ya que Lu estaba sentada en la cama de hospital con los pies colgando y tenía un parche en su frente.

-¡Que no lo recuerdo!- Grito y volteo a verme, tenia lagrimas en los ojos y supe que estaba mintiendo.

-Creo que debería dejarla tranquila.- Le dije a su madre, sin quitarle la vista de encima a mi Lu.

Su madre frunció la boca, pero no dijo nada más.

El doctor le dio unas pastillas para el dolor de cabeza que de seguro estaba teniendo y la dio de alta diciéndole de nuevo que evitara emociones fuertes.

Su madre se la llevo a casa, haciéndome a un lado y vi como se llevaban a la mujer que amaba.

De nuevo.

***
POVLu.

Escuche la campana del horno anunciando que la cena estaba lista, busque con la mirada los guantes para cocina y así no quemarme las manos.

No estaba muy acostumbrada que digamos a la cocina y habían pasado unos cuantos accidentes menores, pero nada de lo cual preocuparse.

De todas formas no es como si mi familia se preocupara ni una mierda de mí. Si lo hicieran no me hubieran mentido en primer lugar, ¿Qué beneficio me causaba eso a mí?

¡Exacto! Ninguno, malditamente ninguno.

Tome una respiración profunda sintiéndome mal por todas las palabrotas que se me venían a la cabeza con tanta facilidad como si siempre hubiera hecho eso. Pero si siempre lo hacía, ¿entonces porque se sentía tan mal?

Quería a mi familia. Lo eran todo para mí y siempre he querido su bien. ¿Por qué ellas no podían regresarme el sentimiento?

Entendía que ahora era una carga. A los veinte años aun viviendo bajo el techo de tu madre y no haciendo nada provechoso, al contrario, las citas con la psicóloga no eran para nada baratas y a pesar de que mama no se quejaba nunca de que le faltase el dinero, sabía que no aparecía solo por arte de magia.

¡Es que...aggghh!

Me ponía tan furiosa la idea de estar desprotegida y a pesar de estar aquí con mi familia, no sentía como si ellas me estuvieran protegiendo de todas formas. Así que estaba indefensa, ¿Qué podía hacer al respecto?

La única solución que veía era a Vanne, ella jamás me mentiría o me ocultaría algo por más doloroso que esto fuese.

Aunque también James, pero sabía que el si me ocultaba bastantes cosas muy importantes, cuando me veía a los ojos, estaba segura de ello.

Estaba total y completamente segura de que él lo sabía todo. Todo.

¿Y cómo hacer para que me lo dijera?

De por sí ya sentía bastante tensa nuestra relación, si es que había una. No era nada bonito que te rechazaran.

Entendería por completo si él me rechazaba y luego me dejaba en paz para así evitarme más humillación. Pero no, el maldito venia por mi casi todos los días a un lugar nuevo, pero familiar, y seguía rechazándome cada vez que quería tocarlo.

¿Cuál era su problema? ¿Y si yo no le atraía en absoluto por que seguía insistiendo en venir por mi? ¿Qué quería de mí?

Saque la lasaña del horno y fui con la vasija en las manos hasta ponerla en el centro de la mesa sobre una tabla de madera para que lo caliente no hiciera daño a la mesa. Fui por unos platos y cubiertos poniéndolos delante de tres sillas.

Mi madre y mi hermana aparecieron como si sus narices las hubieran guiado y se sentaron a comer. Me llenaron de incómodos halagos, pero solo asentía con la cabeza haciéndoles saber que las había escuchado, deseando que ellas también pudieran escucharme a mí y por fin me dieran lo que quería.

Mi vida.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora