29: El lago.

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-¿Y qué más?- Me preguntó la psicóloga haciendo anotaciones en esos papeles respecto a mi.

-Mi madre ha estado saliendo mucho últimamente y mi hermana también. Me quedo sola la mayoría del tiempo.- Le expliqué, pero la verdad no creía que eso fuera un problema.

La soledad se sentía bien. Muy bien.

-¿Por qué no le preguntas a dónde va? Creo que es hora de que hablen más. Ese podría ser un tema de conversación.- Me animo señalandome con su pluma que tenía estampado de ranas con enormes ojos.

Mi psicóloga era muy rara.

Me encogí de hombros sin rechazar ese argumento.

No sabía si antes del accidente también tenía la misma relación lejana con mi madre y mi hermana. Y si es que la tenía, ¿que hacia con todo el tiempo libre que eso me concedía?

¿La universidad? ¿Si quiera había entrado? ¿Que se supone que estudiaba? ¿Tenía un trabajo? ¿De que?

-Deja de atormentarte.- Me dijo la psicóloga haciendo que saliera de mis pensamientos como si adivinar que había en ellos.

Quizá a parte de ser psicóloga, era psíquica.

-La espera me está matando.- Le confese ocultando mi cara entre mis manos.

¿Cuánto tiempo más viviría en la incógnita de mi vida? ¿Cuando iba a saber sobre mi?

Quisiera poder encontrar esa lámpara mágica y me conformaría con solo un deseó; recuperar mis recuerdos.

Me sentía vacía, incompleta. Aparte de mi memoria, sabía que me hacía falta algo más. Más bien, alguien.

-Sobreviviste una vez, puedes volver a hacerlo.- Se encogió de hombros y se río de su propia broma. La mire sin estar segura si era bueno venir cada semana aquí con ella.

No estaba progresando en nada y solo era un gasto más para mi madre. No quería ser una carga.

Me mordisquee el labio inferior pensando en Vanessa, mi supuesta mejor amiga. Una parte de mi se sentía receleosa con esa idea, pero ella dijo que me iba a ayudar. Y le creía.

Así tal vez ya no necesitaría venir aquí.

Me dijo ese día antes de irse que volvería a visitarme muy pronto, pero que no debía de decirle a nadie sobre ella.

Dijo que podrían separarnos y si no estaba conmigo, no me podía ayudar.

Me entusiasmaba la idea de que me contara sobre mi, quizá no lo recuerde rápidamente pero conforme me vaya contando anécdotas, vaya recobrando la memoria.

Ya quería verla de nuevo.

(...)

-¿Una mochila?- Pregunté viendo en el asiento trasero una mochila de lona color negra con la marca "Nike" en el centro de esta.

-Si, eso es una mochila.- Respondió burlón y le di un ligero golpe en su hombro.

-¡Se lo que es una mochila!

James se río por mi reacción, lo que hizo que algo dentro de mi se derritiera. Se veía muy guapo cuando sonreía.

Parecía como si no lo hiciera mucho últimamente.

Tal vez no tenía razones para hacerlo. Tal vez estaba triste.

¿Que podría pasarle? ¿Tenía problemas con su familia?

-¿Para que necesitamos una mochila? ¿Vamos a acampar o algo así?- De pronto me puse muy nerviosa al darme cuenta de que no le había dicho a mamá que me iría con James. Pero era algo de lo más habitual, ¿tenia que saberlo, no?

Me mordí el labio inferior con nerviosismo y James volteo a verme.

Su vista se fue inconscientemente a mis labios y note como sus ojos color esmeralda se oscurecian, lo que me hizo estremecer.

-No vamos a acampar, rejalate.- Una de sus manos abandono el volante para apretarme el muslo, lo cual causó una revolución en mi sistema.

Me quedaba sin respiración.

Aleje rápidamente mi vista de el antes de que hiciera algo de lo que me arrepentiría después.

James alejo su mano y la apretó en torno al volante haciendo que sus nudillos se pusieran blancos y sobresaltaran.

-Es un alivio después de haber visto la película del campamento del terror.- Hablé tratando de disipar la tensión que se había creado entre los dos. No dijo nada. Me humedecí los labios sin dejar de retorcer mis manos. -¿Tu haz ido de campamento?

-Si, fui una vez a uno con Kyle.- Eso le arranco una sonrisa nostálgica. -Pero nos regresaron cuando entramos a los dormitorios de las mujeres.- Rodee los ojos.

-Debí imaginarlo. Ustedes eran como un huracán.- Me sentía bien hablando de su difunto mejor amigo, y sospechaba que el también. La nostalgia estaba en su mirada, pero no la tristeza. Era como si se aferrara a los buenos recuerdos de él e ignorara el hecho de que había muerto. Casi como si una parte de el aún viviera en su memoria.

¿Así sería conmigo? ¿Yo mantendría a alguien vivo en mi mente?

Malditamente odiaba haber periodo mis recuerdos.

Quizá mantenía a mi papá, tal vez habían recuerdos que merecían la pena que vivieran por siempre.

Ojalá tuviera una foto de el, quería saber cómo era. ¿Me parecería a mi padre? No me parecía tanto a mamá, Jenn era la que si, pero yo no. Tal vez era la misma imagen que el, pero en mujer, claro.

James detuvo el auto a un lado de la carretera y mire por la venta viendo que estábamos en el mismo lugar que hace unos días cuando empezó a llover.

-¿Por qué siempre me traes aquí?- Pregunté sabiendo, no sé cómo, que había estado en más de una ocasión en esta parte tan alejada de la ciudad.

-No lo sé, desde que te ví quise que me conocieras, que supieras todo de mi.- Saco las llaves del contacto apagando el coche.

-¿Por qué?- Pregunté sin aliento sabiendo que si había insistido tanto en venir aquí era porque tenía mucho significado para él.

-No es algo que se pueda explicar.- Abrió la puerta y yo me quedé en el auto hasta que el me abrió la puerta porque sabía que le gustaba hacerlo.

-No dejabas que muchas personas te conocieran, ¿verdad?- Sabía que después de que Kyle hubiera muerto en un accidente de moto, James se había aislado de todos.

En realidad me había contado muy poco sobre su amigo, yo quería saber más. Ansiaba saberlo.

Sentía que había algo respecto a Kyle que no me había contado.

Pero...¿que podía ser?

No dijo nada, pero asintió con la cabeza. Saco de la parte de atrás la mochila y empezamos a caminar entre árboles. Nuestras manos entrelazadas.

-El lago.- Susurré como si realmente supiera de que estaba hablando. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante aquella hermosa vista.

Mi corazón se estrujo en mi pecho y me gire hacia James poniendo una mano sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón desvocado.

-James.- Dije su nombre sin poder encontrar las palabras para decirle todo lo que sentía justo en este mismo momento. Era un torbellino de emociones dentro de mi que me quitaba la respiración.

Mis talones habían dejado de tocar el suelo, solo sostenía mi peso con mis dedos. No sabía que estaba haciendo, pero sabía que no podía parar. No quería.

Mis ojos solo estaban centrados en los labios de James, en esos hermosos labios rosados que me llamaban con euforia.

Estaba tan cerca. Los latidos de su corazón se hicieron más rítmicos y fuertes.

El sentía lo mismo que yo. Tenía que sentirlo, era imposible que solo fuese yo la que sintiera todo esto.

Pero, no, el no lo sentía. Ya que retrocedió alejándose de mi como si le repeliera.

-Vamos a nadar.- Puso una sonrisa fingida en su rostro jalándome más cerca del hermoso lago que se alzaba delante de nosotros.

Enfermedad TerminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora