Capítulo 1: Viejas amistades

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− ¡No siento el corazón!

Grito con todas mis fuerzas, tratando en vano de hacerme oír por encima de la música. A lo lejos puedo ver como Tania, mi mejor amiga, me mira con las cejas alzadas y un gran signo de interrogación en la cabeza.

La música resuena tan fuerte que cada nota hace vibrar mi pecho, trayendo consigo la loca idea de que quizás mi caja torácica no pueda soportarlo por más tiempo y explote justo ahí, rodeada de cuerpos danzantes y un poco ebrios. No, definitivamente no moriría ahí, así que lo intento de nuevo, esta vez exagerando el movimiento de mis labios.

− ¡Me vibra el pecho! − Está bien, lo admito. Eso no sonó muy bien.

Tania murmura algo al oído del chico con el que ha bailado las últimas dos canciones y comienza a acercarse hacia donde yo me encuentro, esquivando a la masa de personas que están en la pista, dando uno que otro codazo.

− ¿¡Que no sientes los pechos!? − Grita demasiado alto, justo en el momento en que la música se detiene

Siento como el color inunda mis mejillas al ver como un grupo de chicos me lanzan miradas sugestivas.

Pervertidos

−Eso no es normal, deberías ir a ver un médico

Llega a mi lado sosteniendo un vaso lleno hasta el borde con algo que, por su color asumo es un ¿Tequila sunrise? Tania ama esos tequilas, aunque mi preocupación en estos momentos es descubrir ¿Cómo demonios logró llegar sin derramar nada?

Una de sus manos se va directo a uno de mis pechos, dándole un apretón

− ¿Sientes eso? 

− ¡Hey! − la aparto de un manotazo − Definitivamente sentí eso 

− Pero tu dijiste que... − frunce el ceño y entrecierra los ojos intentando ordenar sus pensamientos nublados por el alcohol.

Eso o era bizca.

−Dije que no sentía "EL" pecho –exagero el tono de mi voz, pero su cara sigue sin dar signos de comprender –...por la música –intento nuevamente pero no hay cambios. Casi puedo ver a un mono con platillos haciendo de las suyas en su cabeza.

− Creo que alguien está muy ebria

La tomo por los hombros y nos dirijo hacia uno de los espacios tranquilos de la fiesta, en donde la gente no baila como loca y solo se dedican a beber y conversar.

−No estoy ebria – da un largo sorbo –...aún, y además tú no has bailado con nadie ni bebido nada. Créeme te he observado toda la noche – señala, apuntándome descaradamente con el dedo.

− ¿Ah sí? − suelto una carcajada − ¿Cuándo? ¿Mientras estabas de cabeza y todos gritaban "Fondo, Fondo? ¿O cuando intentaste bailar "Despacito" arriba de la mesa de la cocina?

Aunque debo admitir que me reí como loca de eso. 

− Está bien. Tú ganas. − pone los ojos en blanco y hace un puchero con los labios− ¿Es tan malo pedir un poco de diversión para mi pobre amiga? 

− ¿Quién dice que no la he pasado bien? − abre la boca para oponerse, pero le doy un empujón divertido con mi hombro − además siempre es divertido molestarte cuando estás borracha. 

Finge hacerse la ofendida pero acaba uniéndose a mis carcajadas

−Ten −  me tiende su vaso con alcohol− Iré a buscar mi abrigo− toca su barbilla mientras simula pensar − Si no vuelvo en cinco minutos, es porque, o me raptaron, o... −desvía su mirada a la barra libre − uno de esos vasos me obligó a que lo bebiera.

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora