Capítulo 2: El chico de Inglaterra

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Con mi amiga a cuestas y el hombro adolorido, pude comprobar (para mi buena suerte) que Benjamín si había venido en su auto, así que internamente me sentí realmente agradecida, aunque claro, aún tenía un problema que resolver: averiguar cómo demonios meter a Tania dentro antes de que siguiera babeando todo mi hombro y con ello mi polera favorita.

Benjamín se adelanta un poco para esperarnos con la puerta trasera abierta, pero en cuanto llego ya no sé cuál será mi siguiente movimiento ¿Será muy brusco solo lanzarla ahí dentro?

—Te ayudo.  

Se acerca, tomando suavemente a Tania por la cintura y pasando sus brazos bajo sus piernas para levantarla y acomodarla en el asiento, río internamente al ver como su cabeza golpea con el vidrio y se mantienen allí, con la mejilla aplastada contra el frío cristal, dándole un espectáculo bastante gracioso a los espectadores.

Cierra la puerta y se aproxima para abrir la del copiloto.

—Las damas primero− hace una pequeña reverencia.

—Creo que la dama ya está dentro− río mientras entro y señalo a mi amiga que ahora duerme con la boca abierta. Cierro la puerta y Benjamín rodea el auto, sonriendo en todo momento, por lo que supongo se lo está pasando bastante bien con toda esta situación. Pone la llave en el contacto y el ruido del motor de su Datsun 1975 inunda todo el lugar.

— ¿Adónde entonces? – pregunta.

—Tu sabes dónde.

—Mm, no... creo que se me olvidó, ya sabes, con todo eso de que te dejé sola, triste y abandonada− pongo los ojos en blanco, claro que sabe dónde vivo de hecho él mismo me ayudó a elegir el lugar. – Además he ido a tantas casas de chicas lindas por estos días que en algún momento las direcciones comienzan a mezclarse en tu cabeza.

Las comisuras de sus labios se elevan, pero evita mirarme en todo momento.

—¿Sabes cuál es el mejor remedio para una mente olvidadiza? –pregunto, mirando despreocupadamente por la ventana. Suelta una pequeña risa antes de preguntar.

—¿Cuál?

— Un golpe de improviso, así como el hipo se cura asustando a la persona, la mente vuelve a la normalidad si te dan un buen golpe en la cabeza... yo podría ayudarte ¿sabes? Como buena amiga.

Alzo mi mano, dispuesta a ir en ayuda de mi amigo y su mente olvidadiza

—Oye, tranquilo viejo  —suelta una pequeña risa y levanta levemente las manos rindiéndose.

Dándome una pequeña mirada de reojo, para que sepa que solo está jugando conmigo.

Yo hago lo mismo, manteniendo mis manos quietas en mi regazo. Solo bromeaba...bueno puede que no con la parte de golpearlo en la cabeza.

Ahogo un bostezo mientras apoyo mi cabeza en la ventanilla, Benjamín enciende la radio y pronto la melodía comienza a mezclarse con mis sueños.

(...)

—¡Paris! ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?
Abro los ojos de golpe, viendo a Benjamín cargando a Tania entre sus brazos.

—¿Eh?   —sacudo mi cabeza para volver a la realidad.

— Paris abre la puerta, no creo que aguante demasiado...tu amiga no es tan liviana como parece y no sé ella, pero al menos yo me estoy congelando.

Me paso las manos por la cara, despabilando y salgo rápidamente del auto hacia la puerta de la casa, pero me detengo en el umbral abruptamente.
¿Dónde dejé las llaves? Busco en los bolsillos de mi chaqueta, pero no hay nada, salvo una moneda de un peso y un botón ¿Podré abrir la puerta con un botón? ¡¿Macgyver donde estas cuando te necesito?!

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora