Capítulo 11 Pensando

8 2 0
                                    


La lámpara se pierde entre mis manos, impactando directamente contra el frío suelo y rompiéndose en mil pedazos.

Siento como si el tiempo se hubiera detenido de un momento a otro y ahora solo veo todo en cámara lenta: los ojos redondos que no han dejado de verme ningún instante, mis manos, la lámpara cayendo, el ruido de su último aliento oyéndose por toda la habitación y por último la puerta abriéndose y dejando entrar a un muy alarmado papá.

− ¿Paris? ¿Estás bien?

Permanezco inmóvil en el mismo lugar, con la vista perdida. Unas manos cálidas toman mi rostro obligándome a que lo mire.

− ¿Hija? ¿Qué fue todo ese ruido? – Papá está enfrente, pestañeo repetidamente volviendo en mí

−L-la lámpara...

− ¿La lámpara...? −Sus ojos vuelan directo hacia el suelo, contemplado los miles de fragmentos repartidos por toda la habitación.

No puedo decirle nada de lo que pasó, es demasiado y no me creería, es más, ni siquiera yo que lo acabo de vivir me lo creo, no lo culparía si cree que ya perdí un tornillo, o dos, quien sabe. Miro por sobre su hombro, pero el gato ya no está

No, no puedo decirle.

−Tenia frío...− mi voz suena demasiado temblorosa así que me aclaro la garganta− Me levante a cerrar la ventana a oscuras y tropecé con el mueble, ya sabes que esas cosas tienen una especie de radar para aparecer frente a ti y golpearte en el dedo chiquito del pie y bueno, creo que la lámpara fue la principal damnificada – trato de simular una sonrisa, pero solo consigo una mueca extraña

Papá entorna los ojos procesando cada una de mis palabras y ruego al cielo porque se haya creído mi historia. Asiente, mirando hacia la ventana y volviendo la vista hacia mí, me mantengo lo más relajada que puedo, intentando disimular el pequeño temblor en mis manos.

−Instalaré un interruptor mañana, así me aseguro que no puedas romperlo – sonríe cansado revolviéndome el cabello cariñosamente y dándome una última mirada antes de detenerse en el umbral de la habitación.

Me alarmo por un instante.

−Nos vemos mañana cariño− repone con voz cansina antes de desaparecer por las escaleras

No sé si se lo creyó o no, pero sea cual sea la razón, me alegra que haya decidido no insistir, al menos de momento.

Suelto un suspiro liberando parte de la tensión acumulada en mi cuerpo y cierro los ojos, pero lo único que veo es el intenso dorado de su mirada felina y los abro de sopetón.

Me acerco a la puerta y saco la cabeza al pasillo, no hay rastros del gato así que cierro y me aseguro de ponerle cerrojo.

Inmediatamente después me arrodillo y miro bajo la cama, nunca está de más comprobar. Un poco de calma llega a mí ser en cuanto verifico que tampoco está ahí

Miro el reloj que ahora marca las cuatro y veinte de la madrugada, no sé como pero el tiempo parece haber avanzado demasiado rápido en un corto lapso. Llevo las rodillas al pecho y las abrazo, no me explico que es lo que acaba de pasar y sinceramente no sé si quiera descubrirlo, tengo esa extraña sensación de que mientras más sepa más mal se pondrán las cosas, sin embargo no puedo evitar sentir cierta curiosidad.

El sueño se me ha ido por completo, camino de un lado a otro en mi habitación, no puedo quedarme quieta, sin embargo procuro no hacer ningún ruido que pueda despertar a mis padres. Siento como se me revuelve el estómago al pensar en Salem, pero no es solo eso, es pensar... en lo que realmente es.

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora