Capítulo 38 No desaparezcas

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Tengo la garganta seca, quizás sea una mezcla de miedo y días sin tomar ningún tipo de líquido, pero sinceramente hablando, tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme.

Salvar mi vida es una de ellas.

Hace dos días aproximadamente, creo, no lo sé, contar los días aquí es realmente imposible, sobre todo cuando nunca anochece, pero en fin, la cosa es que encontré un pequeño refugio o eso creo al menos. Es un pequeño espacio cuadrado, creo que quizás lo ocupaban como almacén ya que aún puedo ver la marca de grandes cajas que algún día ocuparon dicho espacio.

Me subo en un pequeño cajón de madera y miro por una pequeña rendija, el gigante sigue allá fuera, por suerte en mi huida se me cruzaron un par de criaturas de enormes extremidades las cuales atraparon la atención del enorme ser de arena, eso me dio la ventaja para alejarme un poco más, sin embargo mis intentos se vieron frustrados cuando caí en un agujero tapado por la arena, rompí todo el techo de la estructura con mi aparatosa caída, pero nunca en toda mi vida me había sentido tan feliz de mi torpeza, al fin luego de horas terribles huyendo, tenía una leve esperanza de salir con vida, o al menos de mantenerme así.

Fue así como llegue a esta bodega. Apoyo mi espalda en la muralla y me dejo caer lentamente, mis piernas están cansadas, miro mis pies que quedaron desnudos en cuanto decidí que ya no podía soportar más las zapatillas, el calor era abrumante.

Los calcetines siguieron el mismo camino poco después.

A veces me pregunto cómo estarán las cosas en la tierra. Cuando el cansancio amenaza con cerrar mis parpados me entretengo pensando en las locuras que Tania debe haber hecho o si ya quemó la casa ahora que no estoy yo para ser la voz de la razón, me pregunto si Fernanda se ha preocupado por mí, lo dudo, es demasiado fría como para sentir algún tipo de preocupación. Espero que papá no se preocupe por no haber podido respondido a su llamado nocturnos al final de cada día, pero sobre todo espero que no le comente su preocupación a mamá, no quiero que este intranquila.

Aprieto mis piernas junto a mi pecho, sintiendo como el corazón se me contrae y un pequeño sollozo se me escapa, me llevo rápidamente las manos a la boca, esperando a que no me haya escuchado. La calma que hay allá fuera me dice que aun puedo respirar en paz.

Dejo caer la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared. ¿Habrá respondido Benjamín a mi mensaje? Debí haber ido hasta su casa y arreglar las cosas de una vez por todas. Que tontos se sienten los problemas ahora que hay cosas más importantes que solucionar.

Apoyo la frente contra mis rodillas, ¿Podré salir de aquí? ¿Podré volver a ver a mi familia? Cierro los ojos con fuerza, intentando controlar los movimientos erráticos de mi pecho, siento una angustia demoledora, y oculta aquí, sin emitir el menor ruido, solo lo hace más difícil, porque si hay algo peor que estar atrapada, es estarlo con tus pensamientos.

Ahora entiendo porque Pool busca un lugar tranquilo para pensar, mientras más soledad haya más fácil entras en sintonía con tus sentidos. Me pregunto qué hubiera pasado esa noche si no hubiera salido corriendo en busca del necro nauta, ¿Lo habría besado? demonios, Pool ¿Por qué te apareces en mis pensamientos? ¿Por qué me ves con esa mirada cada vez que cierro los ojos?

A lo lejos una puerta difusa parece alzarse.

(...)

El semáforo cambia de color justo en el momento en el que me toca cruzar a mí. A veces odio los semáforos, tengo la ferviente creencia de que confabulan cuando más los necesitas, sobre todo cuando te quedas dormido por haber estudiado toda la noche y ahora estas luchando contra el tráfico para llegar a dar tu examen a tiempo.

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora