Capítulo 42 Caída Libre

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Ráfagas de viento chocan en mi rostro, haciéndome imposible respirar, ¿Será así como acaba todo? ¿Ahogada por exceso de aire? Volteo, sintiendo como ahora mi espalda es el blanco del ataque, pero no dura mucho, el viento es remplazado por el golpe sordo de una extraña criatura amorfa que impacta conmigo al pasar, la arena me raspa las palmas al caer pero me incorporo de prisa, alcanzando a escabullirme de la caparazón de lo que parece ser una especie de tortuga gigante y fea que pasa por mi lado, sin reparar en mi o ignorándome deliberadamente.

Mire donde mire hay distintas criaturas, de todos los tamaños y formas desplazándose por el desierto y entrando a donde se les dé la gana, tengo que hacer un esfuerzo por no caer entre tanto ser que me golpea casi como si yo fuese inexistente.

—Ay no...—arrugo mi rostro ante todo lo que veo

Corro a la puerta más cercana, intentando cerrarla, para mi sorpresa lo logro pero eso no me anima en lo absoluto, son infinitas puertas esparcidas por todo el universo, ni con toda una vida podría lograrlo. Es demasiado y lo sé, lo supe desde el momento en que entré, pero aún queda algo por hacer, aprieto los ojos con fuerza, ignorando la horda de criaturas que se mueve sin cesar e inspiro aire con el mismo fervor, pero por más que lo intente solo encuentro silencio, silencio a veces interrumpido por los latidos de mi corazón.

La garganta se me hace un nudo, me muerdo la lengua con tanta fuerza que ya casi puedo sentir el sabor metálico inundándome la boca. Abro los ojos, todo parece ir en cámara lenta, porque el tiempo ya no importa, el reloj ha dejado de marcar y el último grano de arena acaba de caer. De pie en medio de un caos brutal sé que no importa cuánto corra ni a cuantos necro nautas mate.

Ya es tarde, pienso dejándome consumir por la angustia, sin embargo mis ojos encuentran algo que llaman su atención.

A lo lejos y escondida casi magistralmente entre dunas de arena, una puerta azul, completamente cerrada se alza. No lo dudo y camino hacia allá, me intriga saber cómo ha sido capaz de mantenerse cerrada pese a todo el caos de aquí afuera, pero mi curiosidad se ve alimentada por algo más. Mis sueños, he visto a esa puerta en ellos y sé que al abrirla me encontraré con una habitación circular rodeada de estanterías infinitas, estoy segura de ello, la muerte me lo dijo una vez

"La línea que separa el sueño de la realidad es casi imperceptible"

Asi que no me asombro cuando la abro y la imagen que he soñado por las noches aparece frente a mi. Camino, mirando todo con sumo cuidado, tocando las estanterías y con las manos, recordando fragmentos de la persecución que tuve hace algún tiempo, cuando casi atrapo al necro nauta. No me doy cuenta cuando estas se acaban y me quedo en el medio del círculo que han formado, en donde solo se encuentra un escritorio, con una lámpara y un libro abierto sobre ella.

Me acerco, notando la preciosa caligrafía que envuelve las blancas hojas de aquel libro, leo algunos fragmentos sin entender muy bien de que se trata, así que decido volver a las páginas iniciales. Lo ojeo, dejándome seducir con el relato.

"...el pálido ser recorrió los alrededores de la caverna y en su mano izquierda fue guardando las pequeñas luces que recogía de los cadáveres que hace poco tiempo conformaban la tribu..."

¿Hablaría de la muerte? Pienso adelantándome unas cuantas hojas, consciente de que no debería estar aquí, ni menos leyendo esto.

Al cabo de unos minutos lo dejo, abierto por la mitad, tal como lo encontré. Recorro el camino formado por la fila de estanterías y salgo de ahí.

Camino hacia la puerta que me llevará a casa, con la mente perdida en mis pensamientos y con una frase repitiéndose insistentemente.

"...pero no encontró lo que buscaba. Una luz faltaba, una luz que nunca debió existir, un alma que se escapó a su búsqueda..."

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora