Capítulo 21 Quiero una polaroid

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—Promete que no vas a matarnos — digo mientras jugueteo nerviosamente con mis dedos, intentando alejar de mi mente la no tan loca idea de abrir la puerta y lanzarme fuera.

—No nos mataré —Pool termina de ponerse el cinturón de seguridad y me mira de soslayo — ¿Acaso no confías en mí?

—No  —suelto rápidamente mientras me remuevo nerviosa en el asiento.

Pool suelta una carcajada, lo que me hace voltear a verlo con los ojos abiertos como platos ¿Cómo puede reír en un momento como este? ¡Tiene nuestras vidas en sus manos! ¡No se puede reír y conducir al mismo tiempo!

—Sabía que dirías eso – dice mientras aprieta un botón y el auto mágicamente cobra vida ¿Qué clase de auto no necesita llave para andar?, oh sí, claro ¡este auto del demonio!

— ¿Qué? ¿Acaso lees mentes? –arqueo una de mis cejas examinándolo con la mirada.

 —¿Por qué? ¿Algo que no quieras que sepa? –inquiere pisando el acelerador.

Puedo ver por el rabillo del ojo como las casas comienzan a perder su forma mientras nosotros avanzamos tan rápido, que me obligo a mí misma a no mirar para no marearme.

—¿Cómo sabes que no confió en ti? –pregunto en un intento de mantener ocupada mi cabeza

— ¿De verdad debo responder a eso?

—¿Podríamos dejar de hablar solo con preguntas?

—¿Por qué, te molesta?

—Solo responde la pregunta Pool – exijo secándome el sudor de las palmas y relajándome un poco al ver que al fin nos ha tocado un semáforo en rojo. Se encoje de hombros antes de contestar.

—No leo mentes.

—No esa –ruedo los ojos – me refería a que como sabias lo que diría.

—Siempre me recuerdas que no conocemos nada del otro, así que no hay que ser un genio para saber que la confianza toma su tiempo – La luz nos da verde y Pool acelera.

La verdad es que me siento un poco mal, me la paso diciéndole a la cara que no me conoce ni nada, eso no debe ser lindo de escuchar, al menos no tantas veces y se supone que es nuevo en este país, debería haber sido más agradable con él, pero lo estoy intentando, de verdad que sí, ¡Rayos! Sabía que en algún momento de mi vida el juntarme tanto con Fenarda traería sus consecuencias, me estoy volviendo tan fría como una piedra.

—Pero no te preocupes – agrega rápidamente – no confío en ti tampoco, así que estamos a mano  —sonríe levemente, pero lo suficiente para hacer notar uno de sus hoyuelos.

—¿Sabías que los hoyuelos son una deformación de la piel?

Si, a eso me refería, tan fría como una piedra.

Su rostro cambia de expresión rápidamente, voltea a mirarme, pero desvía la mirada al instante para no salirse del camino-lo cual agradezco- pero aun cuando solo puedo ver su perfil, sé que hay un gran signo de interrogación en su cabeza.

—Creo que lo leí en internet – froto uno de mis brazos nerviosa intentando enmendar mis palabras – olvídalo, es el auto que me hace decir cosas sin sentido–me arrellano en el asiento sumamente avergonzada y con la vista fija al frente.

¿En serio? ¿Es lo mejor que se te ocurrió Paris?, demonios, ¡Acabas de decirle al pobre chico que es un deforme! quizás estaba orgullos de sus hoyuelos y ahora lo has sumido en una gran depresión.

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora