Capítulo 19 Te quiero

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Cuando Loana despertó sintió las suaves caricias del sol sobre su desnuda piel, a su lado nieve la observaba fijamente sin emitir palabra alguna. Por un momento y sin tener la protección de sus pieles se sintió intimidada por aquel hombre, sin embargo ese sentimiento solo duro un breve lapso de tiempo y fue reemplazado por una sensación completamente nueva.
Ambos cuerpos, sin pieles que los amarraran, comenzaron a tocarse y a unirse. La blancura de nieve se perdía en la oscura tés de Loana  y su piel ya no era tan oscura, y su piel ya no era tan clara. 
La noche nuevamente volvió a caer y durante un día completo la primitiva Loana pudo sentirse libre, sin embargo era tiempo de volver. Con las primeras luces del alba despertó dispuesta a continuar con el regreso al clan, sin embargo Nieve había desaparecido, y tal como llegó en completa soledad al bosque fue como regresó a la caverna.
                               ***
Me cubro la cabeza con los brazos mientras me uno a la  multitud que huye aterrorizada hacia la salida, tratando de estar lo más alejado del incendio que se produce a nuestras espaldas.
En cuento mis piernas tocan el asfalto dejo caer sobre mis rodillas, apoyándome con las manos mientras  toso erráticamente, tratando de expulsar todo el humo de mis pulmones.

Caigo de espaldas, mi pecho bajando de arriba abajo rápidamente, dejo caer mi cabeza hacia un lado, viendo como la multitud se arremolina por los alrededores, contemplando como la gran infraestructura se derrumba con cada azote del fuego.

Una puerta se alza ante mis ojos, me pongo en pie a duras penas, el efecto de la adrenalina ha desaparecido y puedo sentir todo el dolor en mi mano, pequeñas ampollas rojizas cubren parte de mi piel haciendo que esta arda como los mil demonios.
Tomo el pomo de la puerta, pero me detengo, mirando por sobre mi hombro, lenguas de fuego anaranjadas lo cubren todo y estoy segura que el Crystal Palace quedará reducido a cenizas en poco tiempo. Fotógrafos con grandes cámaras se agrupan para tener una mejor visión del espectáculo y pelean para ver quien obtiene la mejor toma.

Mil preguntas se forman en mi  cabeza pero las descarto de inmediato, no vale la pena, nunca responde mis inquietudes.
Suelto un suspiro y abro la puerta, gimiendo en cuanto la piel de mis nudillos se estira.

Bien hecho.

Me encojo de hombros sin muchas ganas.

Te manejaste bastante bien ahí dentro.

Miro hacia mi mano.

−Si bueno – la levanto para que pueda verla – creo que mi mano opina lo contrario.

Passiflora.

Frunzo el ceño.

La passiflora es una de las especies de flores más extrañas, estrambóticas y bellas del mundo.

− ¿Bella? – Una carcajada se atora en mi garganta así que opto por menear la cabeza– esa cosa era horrible, además solo quería dañar a las personas con esas…esporas que lanzaba, estoy segura que era culpable de la tuberculosis que mataba a toda esa gente.

La flor es inofensiva, pero esa de la que hablas no pertenece a tu mundo, Paris, a veces las cosas que creemos conocer son las que nos demuestran que no sabemos nada en absoluto.

Odio cuando habla de ese modo, porque eso quiere decir que tengo que pensar en la letra chica de sus pablaras, pero en estos momentos la parte de mi cerebro encargada de pensar se ha ido de vacaciones y no vuelve hasta próximo aviso.

Las puertas de ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora