- El pecho... Ha sido muy extraño... - respondí entrecortadamente. - Pero ya no me duele, ha sido por un instante... Qué raro. Creo que he exagerado demasiado, perdón.
- ¿Tenéis un botiquín de primeros auxilios dentro del bar? - preguntó sin ni siquiera prestar atención a lo que le acababa de decir.
Yo asimilé y señalé el pequeño cobertizo que había a sus espaldas. Allí solo se guardaban las decoraciones que no se utilizaban durante todo el año como las navideñas. Dio con él enseguida, volvió a agacharse frente a mí y para mi sorpresa comenzó a curarme el brazo. Parecía tener mucho conocimiento sobre lo que hacía así que yo no le molesté. Al principio escocía pero no era nada que no se pudiera aguantar. Pero, ¿por qué estaba siendo tan gentil conmigo?
- ¿Por qué está haciendo esto? - solté de improviso. - Pensaba que... ya sabes... solo querías pasar un rato bueno conmigo...
- ¿Me ves de la misma manera que a los demás? - intervino.
- No, no, no quise decir eso simplemente al fin y al cabo es lo que todos quieren - musité con la vista clavada en el suelo.
- Deberías de ser capaz de saber cuándo una persona va con buenas intenciones.
- Aquí me tienes, no he huido. Es una sensación extraña pero de alguna manera sé que no te tengo que tener miedo - Y era cierto, sorprendentemente mi cuerpo estaba relajado, la tensión había desaparecido.
Me dedicó una bondadosa pero penetrante mirada mientras ajustaba los nuevos vendajes. En ningún momento me había sonreído, la seriedad parecía ser su punto característico.
- Puedes confiar en mí, aunque eso depende de ti. Y déjame aconsejarte una cosa: deja este trabajo, ya te han manoseado lo suficiente. Eres una presa fácil.
- ¡No puedo dejar el trabajo! Lo necesito para vivir, comer, pagar el alquiler...
- Búscate otro trabajo y...
- ¿Qué quieres de mí? - interferí. Mi cabeza ahora apuntaba hacia el suelo, no quería seguir escuchándole, me negaba. -¿Por qué te preocupas tanto por lo que me ocurra? Eres un desconocido para mí, agradezco que me ayudaras pero ya van 19 años luchando con la misma situación. Déjame en paz.
No me empezaba a gustar la idea de que alguien que acababa de conocer me dijera las cosas que tenía que hacer. Simplemente no me fiaba. Intenté levantarme ayudándome con mis manos aunque todavía temblaban.
- ¿Qué les ha pasado a tus ojos? - pregunté en un último intento de saber porqué estaba tan interesado en mi vida. Él ladeó la cabeza y frunció el ceño como muestra de que no entendía la causa de mi pregunta inesperada. - ¿Por qué tus ojos son platas? ¡Dímelo! Jamás he visto a alguien con esos ojos tan brillantes, ¿¡qué eres!?
- Solo es un color, deja de darle tanta importancia. Escúchame - agarró mi muñeca y volví a sentir el mismo calambre, el mismo pinchazo que al principio.
- ¡No me toques! - exclamé asustado. Arranqué mi mano de la suya y comencé a caminar hacia atrás. - No me vuelvas a poner una mano encima, jamás.
Me giré y dirigí mis pasos hacia la entrada del bar. Me daba igual lo que había pasado anteriormente, necesitaba alejarme de aquel hombre de extraña mirada. De repente un fuerte golpe se escuchó dentro del bar y breves segundos después un grito ahogado. ¿Qué acababa de pasar allí dentro mientras nosotros habíamos estado fuera?
- ¡Oh no, Aaron! - grité. Mi compañero de trabajo estaba en el interior, y aquel chillido había sido él.
- ¡Oliver no! - voceó. Mi cuerpo paró en seco. Eché una mirada asombrada hacia atrás, él había extendido su brazo hacia mí pero continué mi camino.
Cuando puse mis pies en el interior del bar encontré una increíble niebla negra en el ambiente, no se escuchaba ningún ruido. Tropecé con trozos de madera, cristales, todas las mesas estaban volcadas, los hombres estaban todos desplomados en el piso. Parecía que algo había explotado. Llamé a Aaron varias veces sin tener éxito cuando oí débilmente su voz por detrás de la barra. También estaba tirado en el suelo, con una pequeña brecha en la frente, la sangre fluía libremente por su cara. Pasé su brazo por mi cuello y le ayudé a levantarme, a penas podía mantenerse erguido y con los ojos abiertos. Cuando me disponía a avanzar alguien se plantó ante mí. Uno de nuestros clientes de esa noche, pero ya no era él, sus ojos eran blancos, sus pupilas habían desaparecido y parecía que quería algo de mí.
- ¡Sáhara, protégele! - exigió alguien desde la puerta. Inesperadamente en cuestión de segundos, una gran sombra negra saltó rugiendo por encima de la barra atacando al hombre de ojos blancos. Un silbido hizo falta para que la sombra viniera hacia mí. - Dame la mano, pon a tu amigo en el lomo de Sáhara, tenemos que salir de aquí ya.
Ojos plateados estaba allí para ayudarme y era la única salida que veía. Estaba tan aterrorizado que no sabía qué hacer y decidí volver a confiar en él, puesto que era la segunda vez que me ayudaba en menos de una hora. Rápidamente me tomó en brazos y corrió lejos del sitio, y en cuestión de segundos estaba volando entre los tejados de las casas. Encontramos un parque aparentemente desalojado y algo luminoso perfecto para descansar un poco e intentar poner orden a todo lo que acababa de ocurrir. Me plantó en el suelo y se alejó de mí. Ahí pude ver claramente que la sombra negra era en verdad una pantera más oscura que el carbón con unos ojos verdes ardientes. El hombre de la mirada penetrante estaba de pie con los brazos cruzados apoyado en un árbol, pensativo, admirando el panorama.
- ¡Dios mío! ¿Qué hace ese felino suelto? - pregunté aterrado. Miré alrededor y visualicé a Aaron en un banco acostado. - ¡Aaron!
- Tranquilo, tan solo está durmiendo, ha sido un gran shock para él - respondió tranquilamente ojos plateados.
- Tenemos que llevarle a un hospital, ¡rápido! - exigí.
- Su herida se ha bloqueado, ya no sangra. Su vida no corre peligro - explicó con serenidad. Estaba bastante tranquilo después de lo sucedido. Antes de que preguntara, se justificó. - Digamos que entiendo bastante sobre lesiones.
- No entiendo nada - murmuré. Las lágrimas ya corrían por mis mejillas. - ¿Qué es todo esto? ¿Por qué me ocurre esto a mí? Explícame por favor, te lo ruego - pedí entre sollozos.
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...