Capítulo 47.

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Las lágrimas corrían por las colinas de mi cara. Yo era el causante del mal que inundaba el corazón de Nea y eso me iba a lastimar de por vida.

- < Dile que lo siento, aunque no pueda expresar con palabras todo el dolor que estoy sintiendo. >

- < Puedo sacarte de ahí si así lo deseas. Daria ha venido conmigo, entre los dos...>

- < ¡No! – interrumpí. – Le prometí que no me iría. Quiero salvar a Nea, quiero manteneros a salvo a todos.>

- ¡En el techo, apuntad al pájaro! – exclamaron los secuaces de Tian.

- < Humano, escúchame... >

- ¡Vete! – grité. Tras mi grito sordo un proyectil hizo explotar la claraboya.

No podía correr, mis manos y mis pies estaban encadenados. Los cristales y escombros iban a caer sobre mí y yo estaba dispuesto a quedarme allí. Cerré mis ojos por un instante, y segundos después tras no percibir ningún dolor, supe que algo no iba bien. Levanté mi cabeza poco a poco, todo estaba paralizado, nada había conseguido llegar a tocarme.

- No pensarías que te iba a dejar morir, ¿verdad? Todavía tengo que hacer muchas cosas contigo – sonó la voz de Tian detrás de mí. Con su mano estirada supe que había sido él el causante de la parálisis de los escombros.

- Creí que ese era mi final... - murmuré con los ojos llorosos todavía.

- ¿Por qué estabas llorando? – su pregunta me sorprendió. Él probablemente sabía la causa.

- Me he asustado, creía que iba a morir... - Un ademán con su mano alejó los restos de la claraboya de mi cabeza.

- No soy estúpido. Dan, llévale a la sala, estoy un poco enfadado.

Tal y como Tian había ordenado, el sargento me llevó a una habitación en la que no había estado antes. Me sentó en una silla que no me daba mucha confianza. Ató mis muñecas y mis piernas con unas correas, era imposible moverme de allí. Estaba asustado, parecía una habitación de interrogatorios. Aquel asiento estaba lleno de cables, pero no conseguía adivinar qué era aquello. El líder entró con la cara pálida y una mirada asesina.

- ¿Qué te ha dicho ese pájaro? – preguntó mientras se alejaba el pelo de la cara.

- No me ha dicho nada – contesté con semblante serio.

- Mentira. Castígale – exigió a uno de los soldados que tenía a mi espalda. Enseguida supe el porqué de los cables. Una silla eléctrica. Mi cuerpo mostró una sacudida. – Siguiente pregunta... ¿Cómo ha encontrado este sitio?

- ¡No sé nada! – exclamé cabizbajo. Otra fuerte sacudida me recorrió, habían subido la potencia.

- Te vuelvo a preguntar, ¿qué te ha dicho? ¿Para qué ha venido? – preguntó agarrándome la barbilla.

- Nada... - murmuré mirándole a los ojos.

- Qué persistente eres. – Se alejó de mí y los calambres se adueñaron de mí. Estaba volviéndose insoportable.

- Te he dicho que no sé nada, por favor... - rogué. Mis ojos se inundaron, era imposible no llorar. El dolor que tenía en mis músculos iba en aumento.

- Cuando hables, te soltaré. – Con el siguiente espasmo noté como si mi cabeza fuera a explotar, un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi garganta.

- No sé nada, te lo juro. Suéltame, por favor... - supliqué. Mi cuerpo temblaba, tal vez porque todavía quedaba electricidad rondando por mi interior, tal vez por el miedo.

- Deja de llorar, no me das pena. ¿Vas a cantar?

- Señor, si seguimos incrementando la potencia acabará muriendo – comentó Dan.

Tian no hizo caso. Él mismo cogió el control remoto, incrementó la fuerza y volvió a pulsar el botón del infierno. Varias sacudidas después vomité, mi estómago parecía estar boca abajo. No podía dejar de llorar, sacudía mi cabeza de un lado a otro con fuerza. Si continuaba gritando de aquella manera mis cuerdas vocales acabarían rompiéndose en finas hebras. Tenía que proteger a mis amigos, a mi gente. Lo peor que me podía pasar era morir, pero sabía que Tian no me dejaría llegar a tal extremo. Él insistía sin parar, mi cuerpo parecía querer quebrarse de un momento a otro. Yo negaba sin parar cualquier hecho. Aquel era el peor método de tortura de todos los tiempos.
En una de las embestidas, volqué la silla hacia atrás y perdí el conocimiento.

A la mañana siguiente apenas podía mover un dedo, mi cuerpo parecía estar paralizado. Cualquier punto, músculo o hueso me dolía demasiado. Estaba tirada en el suelo, mirando una claraboya muy luminosa.

- Ya era hora, pensábamos que estabas muerto – comentó alguien cerca de mí. Lo ignoré. – Eh, Oliver... ¡Te estoy hablando! – Me giré y sentado en el trono estaba Tian que parecía muy enfadado.

Abrí mi boca, pero no emití ningún sonido. Volví a mirar la claraboya, algo fallaba, algo había ocurrido que no conseguía recordar.

- ¿No piensas responderme? ¡Eh!

Se levantó y me agarró de la camiseta. Con tan solo tocarme, mi cuerpo comenzó a temblar y el miedo me invadió. Al observarme de cerca mientras yo me resistía pataleando, frunció el ceño.

- ¿Qué pasa con esa mirada? ¿Qué es lo que te ocurre? Dwayne avisa a los médicos, algo está pasando.

Entre todas las personas que me rodearon minutos después pude reconocer algunas caras, pero no conocía a nadie. ¿Qué es lo que querían de mí? Me hicieron demasiadas preguntas, pero no respondí ninguna. No sabía de qué me estaban hablando.

- ¿Y bien? ¿Por qué no habla? – preguntó Tian mientras me observaba.

- Al parecer Oliver sufre amnesia, no parece ser grave porque reacciona ante algunos nombres y sabe de lo que hablamos. Puede incluso que haya olvidado cómo hablar...

- Esto es ridículo, un golpe hará que todo vuelva a la normalidad. – Aquellos hombres se posicionaron entre Tian y yo.

- Señor, le pedimos que se abstenga de cualquier maltrato hasta que la amnesia desaparezca. Es muy probable que el golpe que se dio ayer al caer de la silla le haya causado la amnesia, no estamos seguros... Si le agredes y su estado empeora podría volverse incluso como un niño, y si llega a ese extremo será demasiado difícil extraer sus poderes que quizá ni recuerde.

Tian estalló en ira, rompió el mármol del suelo tan solo con un toque de su talón. Su cabello flotaba, parecía tener vida propia. En medio de aquella disputa, mi estómago gruñó y después de aquello me convertí en el centro de todas las miradas.

- Después de lo de ayer es muy probable que el demonio venga a por él, aumentaré las defensas – comentó uno de los soldados que vestía de blanco. Su cara me sonaba, tal vez le había visto antes.

- ¿Nea? – Abrí mis ojos y puse toda mi atención en lo que acababa de decir. - ¿Por qué me miras así? Ah, con que ese nombre si lo conoces, ¿verdad? Eres repugnante...

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora