Capítulo 42.

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Aquello no tenía buena pinta. Aun sabiéndolo no quise darle más importancia.
Sumergí la cabeza hasta estar totalmente bajo el agua. Mantuve mis ojos cerrados, allí me sentía tan calmado... De repente algo empezó a brillar demasiado a mis pies. Una pequeña canica irradiaba una luz tan potente que era capar de iluminar aquel conducto. Era más profundo de lo que pensaba. Se alejaba de mí con lentitud, como si quisiera que le siguiera. Decidí hacerlo y tras unos minutos me encontré en medio del océano. La luz se disipó, el sol había desaparecido, la luna se había coronado reina.
Nadé hasta coger aire del exterior. Recorrí con la mirada todo a mi alrededor, estaba cerca de la orilla, pero no había rastro de que hubiera alguien más. < ¿Dónde habrá ido Nea? > rondaba por mi cabeza. Justo cuando decidí echar un ojo a mi Luna para ver en qué color estaba, noté que algo me agarró del tobillo y me sumergió con brusquedad. Pataleé intentando que me soltara, y cuando parecía que aquella mano me había hecho, miré con rapidez para averiguar qué había sido aquello, pero nada pude ver. Todo estaba muy oscuro. Segundos después aquella cosa me agarró por la cintura con ambas manos, enseguida supe que era una persona, más bien un hombre, aquellos brazos eran demasiado grandes para ser de una mujer. La sombra juntó sus labios con los míos. Ya sabía quién era. Demonios, me había llevado un gran susto. Abrí mis ojos bajo el agua, aunque sabía que el agua salada hacía que me picaran. Unos iris plateados observaban cada movimiento.
La canica de luz volvió a aparecer y cuando se posicionó delante de nosotros se transformó en un ave hermoso. < ¡Yanya! >

- Nea, siento una presencia maligna pero no he podido encontrar a nadie más aparte del chico de la estrella – comento el pájaro. Después me miró. – Humano, nos han seguido la pista.

Nea me agarró del brazo y me llevó a la parte trasera de la cala. Nos escondimos entre dos grandes rocas y allí me lo comentó todo.

- Oliver, ¿recuerdas aquel chico que te envenenó? – Yo asimilé. – Está aquí, nos ha encontrado y tal y como Yanya dice, hay alguien más que no conseguimos encontrar.

- Cualquiera os encontraría con esos gemidos, el humano es muy ruidoso – soltó Yanya evitando mirarme. Mi cara enrojeció en segundos.

- ¡Al menos yo lo disfruto, pajarraco! – exclamé. Yanya me miró con rabia.

- Controla tus palabras si no quieres que te deje morir...

- Ya basta – interrumpió Nea.

- Demonio, es Dánae... – anunció Yanya mirando por encima de nosotros. – La oigo llamándome, deben de haberla capturado los hombres que rondaban por aquí.

- ¿Quién es ella? – interrumpí. Parecían bastante familiarizados con aquel nombre.

- Una ninfa que habita en este bosque. Se dedica a velar por la naturaleza y de que todo esté en armonía – explicó Nea. Un grito ahogado llegó hasta nosotros, una joven batallaba. – Hay que ayudarla... Oliver, tan solo quédate y no te muevas salvo que sea urgentemente necesario. Podría ser una trampa...

Asimilé con la cabeza, y a los pocos segundos desapareció de mi vista. Seguramente habría sido Yanya el culpable de su desaparición instantánea.
Esperé unos minutos, las gotas d agua salada que salían del impacto de las olas con las rocas ya comenzaba a mojar mis prendas. Decidí moverme y posicionarme en la esquina del acantilado, desde donde podía ver la orilla. Poco a poco asomé mi cabeza y pude observar cómo aquel chico le ataba las manos en la espalda de la muchacha. Le propinó un rápido empujón que le hizo tropezar hasta que cayó de rodillas.

- Déjame ir, ¡te he dicho que no sé nada! – gritaba desesperada. Aquella chica llevaba puesto un vestido más blanco que la luna, en aquella oscuridad era muy fácil detectarla.

- ¡Silencio! – contestó rápidamente el chico que casi acaba con mi vida una vez.

Nea aterrizó entre ambos y adoptó una posición defensiva, pero ya no escuchaba lo que decían. Unas pequeñas piedrecitas empezaban a caer sobre mi cabeza y al dirigir mi mirada hacia arriba, vi a un chico asomándose. Me habían encontrado. Ni siquiera moví un dedo, quedé paralizado, esperando un movimiento de aquel sujeto que varios segundos después se volvió a esconder. Respiré tranquilo, demasiada tensión. Estaba seguro de que me había visto, quizá el movimiento de las olas y la poca iluminación le habían distraído. Apoyé mi trasero en el suelo, pero un gran dolor me recorrió y enseguida me levanté. Palpé justo el hueso que había encima de las nalgas, sí, allí justo dolía. <La culpa de que no me pueda sentar es de Nea> pensé. Tenía que ir al médico, quizá era algo más grave que el sexo que habíamos tenido.

- Parece que alguien ha tenido un poco de sexo duro – murmuré alguien detrás de mí. Mi cuerpo se petrificó al segundo. Giré muy lentamente, un pequeño puñal me apuntaba.

No podía retroceder, no podía correr, estaba acorralado.

- Me ha costado mucho encontrarte... Oh, pero mira esas perfectas heridas de colmillos en el cuello... Me pregunto de quién serán... - preguntó irónicamente mientras se reía. – ¿Qué pasaría si la familia Edevanne se enterara de vuestra relación?

- Nada, porque no hay nada – susurré mientras me alejaba del arma.

- Quédate quieto si no quieres que hunda el puñal en tu pecho – advirtió. Podía quedarme quieto y ser capturado, quizá aquello significaría morir a manos de Tian, así que, preferí arriesgarme.

- Inténtalo – solté antes de tirarme al mar.

Me sumergí tanto como pude y nadé con todas mis fuerzas mar adentro. Tenía miedo, el corazón me palpitaba a mil por hora, no sabía si aquel tipo me seguía, pero no quería parar de nadar. Pronto noté que los brazos estaban demasiado tensos, había puesto demasiada energía en nadar y me estaba pasando factura.
Cuando ya creí que me había alejado lo suficiente. paré de ajetrear mis manos y me mantuve quieto con los ojos cerrados. Escuchando el vaivén del agua y el tenebroso silencio que acechaba.
Noté que el agua a mi alrededor se agitaba demasiado deprisa. Abrí mis ojos poco a poco, una mujer de ojos azules translucidos y una cabellera dorada que parecía fundirse con el mar, me observaba. Bajé mi mirada, unos corales rojos tapaban sus pechos, no llevaba ropa, a partir de la cintura era... ¿un pez? Una sirena se había mostrado ante mí. Su cola era anaranjada, pero no tenía la típica cola de delfín, más bien acababa en un tejido tan fino que aparentaba ser gasa. Estaba en constante movimiento, la manera en la que movía sus aletas me parecía magnífico. Me fijé en los detalles más llamativos, como la brillante tiara que coronaba su hermosa cabeza y un aro de oro que llevaba en cada brazo. Estaba estupefacto.
Puso un dedo en su boca, me estaba pidiendo silencio. Me cogió de la muñeca hasta llevarme de nuevo a las rocas. Al principio me negué a ir hacia allí, pero ella insistía, así que no tuve más remedio que aceptarlo. Paramos en una de las rocas cercanas a dónde estaba aquel chico que todavía me buscaba, sin embargo, ya no estaba solo. Le acompañaba un chico alto y delgado, con el pelo tan largo y lacio como Tian, recogido en una cola de caballo. Tenía unos rasgos afeminados, pero su voz era totalmente grave.

- ¡General Dan, le prometo que se ha lanzado! – exclamaba el más joven.

- Búscale, no tiene que estar muy lejos – ordenó aquel tipo de pelo largo. Cuando me fui a dar cuenta, la sirena estaba frente a ellos, y comenzó a chapotear con la cola para llamar la atención de aquellos.

- Una sirena... - susurró el primer chico.

- No te dejes engañar, es Ligeia, señora de este mar, habrá oído el escándalo – informó el sargento. Ella se colocó a sus pies, sin apartarles la vista.

- Solo quiero... divertirme un rato – interfirió la chica con una sonrisa en sus labios. Su voz era elegante, parecida a la voz de una mujer adulta y seria.    

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora