Cuando volví a llegar arriba, entré al pasillo decidido. Tal solo estaba Lume mirando por la ventana, sacó las manos de sus bolsillos y me saludó.
- ¡Oliver! ¿Qué haces aquí? – preguntó mientras se acercaba a mí poco a poco.
- Lume... Necesito que me dé el aire un poco, voy a la azotea.
- ¿Quieres que me quede contigo?
- ¡No! Quiero estar solo, lo siento... - No había rastro del otro chico pelinegro. – Nos vemos después – dije mientras abría la puerta hacia el exterior.
Hacía mucho aire. Todo el borde del edificio estaba rodeado por una gran valla, para impedir que la gente se suicidara, supuse. Al mirar hacia abajo mis piernas temblaban, estaba demasiado alto, las personas parecían hormigas desde allí. Agarré aquellas varillas de metal, podía sentir el frío que despedían. Una corriente de aire me empujó contra ellas, empezaba a sentir miedo, pero quizá no era el suficiente como para alertar a Nea, ¿qué más podía hacer?
Se me ocurrió la idea de intentar sacar la pierna por alguna de las ranuras que había entre valla y valla, me ayudé de mis manos para hacer aquel agujero más grande. Saqué uno de mis pies, con tan mala suerte que el viento volvió a soplar, perdí el equilibro y mi pierna quedó atrapada hasta casi la ingle, allí. Intenté impulsarme para sacarla de allí, pero tenía demasiado miedo como para poner más fuerza en seguir intentándolo. Me había rasgado la parte interna del muslo con la pared, podía notar el escozor. Miré a todos lados ansioso de ver a mi guardián, pero no había aparecido todavía. Mis nervios incrementaron. ¿Acaso pasaría el resto del día en aquella posición? Ya mi cuerpo entero temblaba, me daba vergüenza comenzar a gritar como si se me fuera la vida en ello, aquello había sido mi culpa, por haber pensado en cosas estúpidas. Si tan solo hubiera ido a hablar con él directamente...Escuché un fuerte golpe que provenía de la única puerta que había allí. Nea había llegado.
- Oliver, ¿¡cómo has llegado a estar así!? – preguntó mientras se acercaba a mí. Me cogió de un brazo y tiró de mí, yo le paré inmediatamente.
- ¡No! Me he arañado la pierna, si estiras de mí me harás más daño.
- Tienes las manos congeladas, ¿cuánto tiempo llevas aquí? – Se agachó y rompió un poco más la valla con sus manos. Ahora el hueco era más ancho, me subió con cuidado y me apartó de allí. Entramos al pasillo, me tapó con su chaqueta y me peinó con sus manos. – No puedo adivinar los sitios en los que estás..., me guío por esto, como tú... - Me enseñó su muñeca.
- Lo siento – tartamudeé.
- Me ha costado encontrarte aquí arriba, ¿qué se te ha perdido ahí fuera? ¿Estás loco? Con el viento que hace, podría haberte pasado algo peor. – Agaché la cabeza, otra vez me estaba riñendo. – Si no llega a ser porque siento tus emociones, no sé si hubiera conseguido llegar a por ti a tiempo.
- Nea..., ¿por qué solo tú puedes sentirlas? Louis dijo el primer día que nos vio que no era normal ... - pregunté sin levantar la mirada.
- No lo sé, quizá porque ya fui el guardián del antecesor. Puede que con los años vaya adquiriendo nuevas cosas sobre vosotros – comentó, aunque no parecía estar conforme con lo que decía.
- ¿Valentina..., está dentro de mí? – solté. Sentí cómo Nea clavaba sus ojos en mí, unos ojos tristes.
- No lo sé...
- Quizá esa sea la respuesta a porqué la notas cuando me tocas. – Hubo un silencio ensordecedor antes de que siguiera hablando. – Fuisteis pareja, ¿verdad? A pesar de que no está bien visto entre guardián y protegido. – Él no se inmutó, ni siquiera respondió. – Y yo fui rechazado... Dime Nea, ¿eres amable conmigo porque es tu deber?
- ¿A qué viene esa pregunta? – Hubo otro silencio, volví a enterrar mi cabeza entre las rodillas.
- Eres amable con todos, por eso Lian quiere darte un hijo. Después de todo, está prohibido que los demonios tengan hijos con los humanos, ¿por eso no tuviste ninguno con Valentina?
- ¿Cómo sabes eso?
- ¡Todo el mundo sabe lo de Lian! ¿¡Crees que estoy feliz de ello!? Estoy aquí, delante de ti, después de haberme jugado la vida ahí fuera para que vinieras corriendo, solo porque Louis quiere que te disculpes por el embarazo de Lian... No quería volver a verte, no al menos hasta que pasara un tiempo, y entonces me enteré de que iba a tener un hijo..., de ti...
- Ella no está embarazada. – Mis ojos se abrieron como platos. – Si es verdad que me sugirió la idea de tener un hijo, pero me negué rotundamente, no puedo tener un hijo con una mujer a la que no deseo. Siento si el tema te ha preocupado... Me disculparé con Louis también.
- ¿No... deseas? Pero yo te vi besarla en el patio, ella estaba encima de ti, el día del masaje.
- No me estaba besando, me murmuró al oído aquella idea, ¿no viste que ella se levantó enseguida?
- Yo tan solo corrí cuando vi aquello... - expliqué.
- Parece ser que aparte de ti, alguien más nos vio, y surgió el rumor de un embarazo, no pensé que la gente le daría tanta importancia.
- Eres idiota – dije golpeándole el pecho.
- Y siento haber dicho aquellas palabras tan hirientes, el día que fui a verte a tu nueva casa, me retracto de ellas.
- ¿Qué quieres decir con retractarte?
- Me refería a que...
- Nea, tienes visita – interfirió uno de los muchos estudiantes que paseaba por allí.
- ¡Han venido a verte! – corroboraban los demás. La cara de Nea mostraba confusión.
Supusimos que la visita estaría en el gran salón, puesto que aquella habitación también era utilizada por Louis para recibir a gente importante o para realizar alguna celebración. Nea me indicó con un ademán que le siguiera y le obedecí. No parecía que fuera a ser una visita con buenas noticias, puesto que Nea no tenía ni idea, no había tenido ningún aviso previo de nadie. Uno de los sirvientes, yacía al costado de la puerta, la cual nos abrió con delicadeza. En uno de los pulcros sofás, había una mujer y un hombre de espaldas a nosotros. En el sofá de enfrente estaba sentado Louis con una taza de café entre sus manos.
- Nea, ya has llegado... - comentó Louis. – Acércate a saludar, por favor. – Tanto el hombre como la mujer se levantaron a la vez.
Ambos tenían la misma mirada que Nea, unos ojos plateados penetrantes que te intimidaban, unos ojos que parecían emitir luz propia. Cualquiera quedaría maravillado ante aquella belleza. La mujer tenía una larga cabellera rubia rizada hasta la cintura. Vestía un vestido blanco de seda hasta medio muslo, que resaltaba las curvas a la perfección de aquella mujer. Llevaba unos altos tacones de aguja fina dorados, llenos de pedrería. El hombre lucía una cabellera negra que ensalzaban aquella mirada perspicaz. <Igual que Nea> pensé. Tenía una melena media recogida en un pequeño tupé al frente. Le hacía parecer muy elegante. Llevaba una blanca camisa con los dos primeros botones sueltos, y unos pantalones ajustados a la pierna, acompañados de unos zapatos negros acordes al traje. Parecían ser una pareja que manejaba mucho dinero. Ricos, tal vez.
- ¡Cariño! – gritó la mujer, que enseguida abrazó a mi guardián con ternura.
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...