Capítulo 21

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- No me malinterpretes – respondió Louis con semblante serio. – Solo he forzado ese poder oculto para que saliera. Chico, creo que tanto Nea como yo te hemos dicho que tenías una fuerza oculta bastante potente, pero que no había despertado todavía. El poder que Valentina manejaba era el agua, al tener la luna tú también, supuse que tú también lo tendrías. No obstante, todo esto solo eran simples ideas, y ese día me di cuenta de verdad. El día que Nea casi muere desangrado en mi despacho, tú no fuiste quien lo curó, en realidad fue él mismo.

- Pero tú me dijiste...

- Sé lo que dije, pero estaba equivocado. Tus lágrimas cayeron en él, eso fue lo que aumentó el poder de Nea a regenerarse más rápido, tú potencias a Nea. Por eso no pudiste salvar a aquel pajarito, ¿recuerdas?

- Con que Lian te lo contó... Así que no puedo curar a nadie después de todo... - Aquello me bajó la moral.

- Gracias al agua fortaleces a tu guardián. Ah, quiero que tengas en mente esto: Tu poder no te puede matar. Es decir, nunca vas a morir ahogado, ni por culpa del agua.

- Entonces, ¿una persona que pueda manejar el fuego no puede morir quemado?

- Veo que lo has pillado, chico listo. No me des las gracias por averiguar el poder que ocultabas, no las necesito. Y dicho esto, levantaos del suelo, parecéis Romeo y Julieta. Que tengáis una bonita tarde – pronunció mientras se marchaba.

- Lo siento Nea, no tengo fuerzas para levantarme...

- Tranquilo, quedémonos así un rato más hasta que te encuentres mejor – Parecía pensativo y su mirada era nostálgica. Así que me aventuré a preguntarle.

- ¿En qué estás pensando?

- La verdad es que hay cosas en el presente que me recuerdan al pasado, y no puedo evitar sentirme arrepentido – murmuró. Le notaba afligido.

- Si quieres de hablar en algo tan solo hazlo, puedo escucharte. – Negó con la cabeza. Como muestra de cariño comenzó a acariciarme el cabello con mucha gentileza.

- A veces es mejor no remover el pasado, no hay nada bueno que pueda salir de ahí, créeme.

- Siento no poder ayudarte, de verdad que me gustaría... - Mi voz se iba apagando cada segundo.

- ¿Oliver?

- Lo siento Nea, me siento muy cansado...

Ya no recuerdo qué fue lo que pasó a continuación, pero me desperté en la cama de mi habitación. Volvía a ser de día. Supuse que había dormido demasiadas horas. Estaba solo, no había nadie a mi alrededor. Tenía un ligero dolor de cabeza, comencé a recordar poco a poco todo lo que había pasado la tarde anterior. Aquel poder había consumido completamente mi energía.
Encima del escritorio había un vaso de agua, al verlo me entraron unas ganas horribles de beberlo. Al intentar cogerlo admiré cómo el agua salía del recipiente y se entrelazaba por mis dedos sin llegar a mojarme, como si mi piel fuera impermeable. Comencé a jugar con ella, a cambiarla de mano, convertirla en una pequeña pelota, aquello era demasiado divertido como para no aprovechar la ocasión. En un intento de probar algo nuevo, lancé el agua contra la puerta, y esta aumentó la velocidad consiguiendo crear un agujero en ella. La había atravesado. Me llevé las manos a la boca, me había quedado alucinado. ¿Aquello lo había hecho yo? Pocos segundos después escuché un gran estruendo y presencié cómo la puerta se desprendía del marco y caía hacia mí. Ya que estaba lo suficientemente lejos no llegó a darme, pero el susto hizo que acurrucara en una esquina de la habitación, entre la pared y el escritorio. Cuando el polvo se disipó la figura de una persona apareció. Alguien con quien no me quería topar más, surgió. Tenía la marca de una rozadura en su mejilla derecha, de la que no tardó en fluir la sangre.

- Estás buscando que te mate, ¿verdad, estúpido humano? – El agua había acabado impactando en la cara de Marte. A su paso había dejado una quemadura en línea recta hasta su oreja.

- ¡Dios mío! N-No era mi intención... Yo... - se acercó a mí y me cogió del cuello.

- No te soporto – dijo, estaba lleno de rabia, lo podía ver en sus ojos. No podía articular ninguna palabra para poder explicarme.

- ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Bájame de aquí, idiota! – exclamaba Marte. No entendía nada, ¿qué sucedía? Abrí mis ojos y vi que ambos estábamos flotando. Al mirar a la puerta vi a un chico que quizá parecía más joven que Nea. Su cabello era rubio y sus ojos de un azul como el cielo, despedían un brillo surrealista. Detrás de él, estaba Nea que no parecía saber qué debía de hacer.

- Suéltale el cuello al chico, o te lamentarás... - soltó aquel muchacho mientras cerraba su puño con fuerza. Cuando más apretaba, Marte más se retorcía de dolor hasta que decidió soltarme.

- Estoy rodeado de gente sin cabeza... - murmuró mientras se erguía y recuperaba el aliento. Nea iba a arremeter contra él, pero le hice un gesto para que parara, después de todo la culpa había sido mía.

- Disfruta del día – soltó el chico rubio con una sonrisa. Esas palabras iban dirigidas hacia Marte, que en aquel momento salía de la habitación bastante ofuscado. – Tienes que llevar cuidado con él, no suele agradarle mucho a la gente.

- Le he enfadado yo... Ha sido un accidente – dije disculpándome. Nea me ayudó a levantarme.

- He percibido que algo no iba bien y he venido lo más rápido posible, pero Plutón ya estaba aquí – comentó mi guardián.

- Ah, no me he presentado – aquel chico me tendió la mano -. Soy Lume, aunque aquí la gente me conoce como Plutón.

- Encantado, gracias por ayudarme...

- ¡Es mi trabajo! – exclamó orgulloso. Estaba seguro de que Lume tenía siempre aquella sonrisa impecable en su boca, no paraba de sonreír. – Ya hablaremos más tarde, tengo prisa, ¡adiós!

- Vaya, no hay un día que acabe sin una sorpresa...

- Y esto no ha acabado – pronunció el hombre de ojos plateados. – Antes de que me cuentes qué es lo que ha pasado mientras yo no estaba aquí, quiero que veas algo más, estoy seguro de que te hará muy feliz.

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Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora