Capítulo 59.

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Era imposible para cualquier persona evitar aquella estocada. De su nariz salieron unas gotas teñidas de rojo pasión que mancharon sus lujosos atuendos. Tan solo viendo el esfuerzo que estaba haciendo para sonreír falsamente notaba cómo la ira iba creciendo dentro de él. Restregó la sangre de su cara y vocalizó una palabra: 'Estúpidos'.

- Le estamos enfadando... - murmuré preocupado.

- ¿Acaso no es eso lo que estamos intentando? – preguntó Marte con aires de superioridad.

- No os entretengáis, sigamos – interrumpió el líder.

Cargó fuerza en sus piernas para volver a saltar con el fin de conseguir otro golpe. Cuando se estaba acercando a Tian, este desapareció por unos segundos y reapareció tras él. Era una trampa, eso era lo que él quería, ¿cómo habíamos sido tan incrédulos al creer que eso volvería a funcionar? Con una patada en el costado envió al presidente a una zona sin Onwus. Cayó como si de un meteorito se tratara, la fuerza del impacto fue tremenda. Nea y yo conseguimos quitarnos algunos de esos seres de encima antes de correr hacia el agujero que había creado el golpe.

- ¿¡Y las brujas!? – gritó furioso Marte.

- Están teniendo problemas con los Onwu – respondieron los gemelos a la vez. Marte agarró a Urano de la camiseta con rabia.

- ¡Déjanos en paz! – exigió Júpiter.

- ¡Marte, tranquilo! Ellos no tienen la culpa – dije intentando poner calma en el asunto.

- ¡Haced algo! No servís para nada...

Soltó con resentimiento a Urano y se alejó de nosotros. Todos estábamos de los nervios, necesitábamos una ayuda. Aquellos seres sin rostro no morían, era imposible acabar con todos mientras nosotros nos encontrábamos más exhaustos cada minuto. Cuando uno moría, revivían dos, no avanzábamos.
Giré mi cabeza, buscando con la vista a Nea creyendo que estaba detrás de mí, pero para mi sorpresa no estaba, ni siquiera en los alrededores próximos. ¿Dónde se había metido? Grité su nombre, asustado, podría haberle pasado algo... Pero si eso hubiese pasado habría notado el dolor y hasta ese momento no había notado nada.

- Le he visto correr en dirección a la morada de las brujas – contestó Mercurio que en ese momento se acercaba a mí. – Podrías ir a echarle un vistazo, es peligroso separarse.

Le agradecí la información y partí hacia allá. Tan solo había unos cuantos metros hasta la puerta principal. Nunca había entrado, pero conocía aquella parte de la base de las veces que había pasado andando por los alrededores. Quedé sorprendido al ver que dentro de aquella cabaña tan solo había dos chicas que parecían tener unos pocos años más que yo. Ni rastro de los Onwu. Una de ellas removía un frasco que contenía un líquido con el color de la sangre. Tenía el pelo negro, a la altura de los hombros; los brazos llenos de pulseras y vestía un ostentoso vestido púrpura con mucho vuelo.

- Tu debes de ser el famoso Oliver... - soltó ella.

- ¿Me conoces? Estoy buscando a Nea – respondí dudoso. Pensé que estaría allí.

- Sé a qué has venido. Ven, acércate, esto es para ti – Me estaba ofreciendo aquel líquido rojizo. Fruncí el ceño. – No tengas miedo, tan solo..., te dará fuerzas y no sentirás tanto dolor.

Al principio dudé, no conocía a aquellas mujeres y me estaban ofreciendo beber algo que realmente no sabía lo que era. Mi corazón me decía que aquellas mujeres eran personas en las que podía confiar, pero mi mente no parecía estar de acuerdo. Tras debatirlo unos segundos, me acerqué a ella, cogí el frasco y lo bebí. El sabor fue asqueroso, era como si me hubiese metido unas monedas a la boca. Esperé unos segundos, no notaba nada raro en mi cuerpo, ni siquiera esa fuerza que había dicho la bruja. La otra chica que llevaba el mismo vestido se plantó delante de mí, rodeó mi rostro con ambas manos y comenzó a hablar.

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