Capítulo 14

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Ella esbozó una sonrisa.

- ¿Tanto se nota? - No parecía nada feliz. - Mataron a mi padre y me separaron de mi madre cuando me descubrieron... He pasado todos estos años aquí cuidando a los demás, y luego llegaste tú...

- Siento lo de tus padres - dije cogiendo sus manos. - Yo tampoco conocí a los míos, pero creo que no es algo por lo que debemos de estar tristes, al fin y al cabo, estamos vivos y eso es lo que cuenta.

- En realidad, solo me apena no tener recuerdos con ellos. Louis ha sido como un gran padre para mí, y Nea me ha ayudado bastante últimamente. Aunque no es muy hablador.

- ¡Opino lo mismo! Siempre tengo que preguntarle yo. - Ella rio y me contagió su risa.

A la mañana siguiente ya era el segundo día sin Nea. Estaba empezando a acostumbrarme a estar solo, pero jamás me iba a sentir igual. Comencé a pensar en mi casa, mi trabajo, mi vida anterior... ¿Qué había sido de ella? ¿Acaso cuando regresara todo habría desaparecido? Aquello me asustaba, no tenía grandes riquezas, pero todo era símbolo de mi esfuerzo de todos estos años. Aunque la casa no fuera de mi propiedad, pues yo solo pagaba el alquiler, era mi humilde morada. El bar no era el mejor trabajo del mundo, pero Aaron y yo solíamos charlar de todo a nuestro alrededor, incluso a veces con clientes. Ahora había hecho nuevos amigos, o quizá no tan amigos, pero estaba empezando a crecer una gran familia.
A lo largo del día, Lian se dedicó a tomar muestras de mi sangre para analizarlas e informarme de los resultados. Me examinaron a fondo, midieron, pesaron y me entrevistaron. Al parecer algo pasaba conmigo que no era habitual. Según los estudios había algo dentro de mí que todavía se estaba desarrollando. Ni ellos sabían exactamente qué era. Los datos enseguida llegaron a manos de Louis que no tardó en ponerse en contacto conmigo. Quería empezar a entrenarme para poder controlar mis poderes y ver de lo que era capaz. Con ello lo que pretendía era investigar lo que los análisis no habían averiguado. 'Hay algo corriendo por tu cuerpo que quiere salir' fue lo primero que me dijo cuando me vio. La curiosidad y el miedo me atacaban.

Estaba contento, ya había salido el sol del tercer día, es decir, Nea saldría de esa prisión insufrible. Me desperté temprano, esa noche no había podido dormir demasiado por los nervios de volver a ver a Nea. Traqueé la puerta, pero no me abrió la persona que yo esperaba.

- Oliver, ¿te sucede algo? - preguntó Lian sorprendida con rastros de preocupación en su rostro. Yo rastreé el despacho de Louis con la mirada, pero no le encontré.

- Louis... ¿no está? ¡Hoy sale Nea! - exclamé con felicidad.

- El presidente ha tenido que salir ante una urgencia, tengo órdenes de mantenerlo en el calabozo cuatro días más hasta que él regrese - me comentó con ojos piadosos.

- ¿¡Qué!? ¡Pero eso no es justo Lian! - Que desdichado me sentía. Me había levantado con tanta efusividad que mi cuerpo ahora comenzaba a pesar.

- Lo siento Oliver, no me odies, yo solo obedezco órdenes... - Agachó la cabeza como muestra de disculpa. Mi gozo en un pozo.

- ¿No puedo ni siquiera verle? – Su cara me respondió la pregunta. – Será mejor que me vaya...

Mientras bajaba las escaleras no pude evitar hablar en alto y expresar todo lo que sentía. Cuando ya estaba cerca de la puerta que daba el acceso al patio interior escuché una voz que provenía desde el fondo.

- ¿Por qué no estás en clase? – preguntó una voz ronca. Al girarme, un hombre alto de unos cuarenta años estaba parado detrás de mí. Tenía el pelo largo y ondulado de color castaño oscuro, unos ojos negros y paralizadores. Vestía unos pantalones negros simples, una camisa blanca y un largo y oscuro abrigo que casi tocaba el suelo. Lo que más me llamó la atención no fue el cigarro en su boca, sino, una estrella fugaz tatuada en su mejilla derecha. – Un momento, ¿eres Oliver?

- Disculpe, ¿me conoce? – Era la primera vez que veía a aquel hombre, pero él ya parecía saber quién era yo.

- Aquí los rumores corren como la pólvora. Soy Francis, encantado – dijo tendiendo su mano.

- Lo mismo digo – respondí extrañado. Apreté su huesuda mano. - ¿Eres un guardián? Esa marca...

- Lo soy. Mi protegida también la tiene, ella es Daria, tiene una larga melena rubia. – Dio una calada al cigarro y expulsó el humo por la boca, yo tosí. – He oído todo acerca de ti, ¿tienen a Nea encerrado todavía? Si nos atacaran, estaríamos acabados a los pocos minutos, con el mejor guerrero metido entre rejas...

- ¿¡Sabes dónde está encerrado!? – exclamé, quizá él podría saber algo.

- Todo el mundo sabe dónde están los calabozos. Incluso tú, es solamente que no estás en el lugar adecuado. – Aquellas palabras me perdieron, parecía que no era difícil encontrar a Nea. – Por cierto, ¿le has preguntado a Lian acerca de esa urgencia que ha tenido el presidente, por casualidad? – Negué con la cabeza. – He oído que han vuelto a atacar ese lugar donde trabajabas, te están buscando Oliver...

- ¿¡El bar!? ¡Imposible! Si hace varias semanas que estoy aquí, ¿por qué ahora? – Estaba empezando a asustarme de verdad, la peligrosidad se expandía a la gente que me rodeaba. – Tengo que volver a casa...

Corrí en dirección a la puerta antes de que Francis me contradijera. Siendo sincero, no sabía hacia dónde tenía que ir para salir de allí. En el momento en el que puse un pie fuera del edificio noté una mano que agarraba con fuerza mi tobillo. Mi cuerpo golpeó contra el asfalto.

- ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Tengo que ver a Aaron! ¡Suéltame Francis! – exclamé enfurecido mientras forcejeaba con las piernas.

- ¿Dónde te crees que vas tú solo? No tienes a Nea, ni siquiera un buen poder con el que defenderte, ¡solo conseguirás que te maten!

- ¡Si ese es mi destino, lo asumiré! – repliqué con una voz elevada.

- Solo los niños dicen esa clase de cosas. Lo siento, eres demasiado importante como para permitir que te suicides. – Unos grilletes aparecieron en mis muñecas y mis piernas, que se ciñeron a mí tanto como una sanguijuela.

Francis me subió a su hombro y me devolvió al despacho de Louis. Durante el camino me dijo que lo hacía por evitar estar involucrado en el caso de que me pasara algo. Ya delante de Lian, mi nuevo amigo le contó lo que acababa de suceder. Ella ordenó encerrarme en mi habitación hasta nuevo aviso, era imposible abrir la puerta o la ventana por mucha fuerza y empeño que le pusiera. La situación se estaba descontrolando. Intenté conversar con ella, pero podía notar el agobio en su rostro. Al parecer ella lo controlaba todo en ausencia de Louis.
Poco había tardado en volver a sentarme en la cómoda cama de mi habitación, pero esta vez con la diferencia de que no podía salir de allí sin autorización de Lian. Volvía a inundarme la soledad y el silencio. Quizá mi situación no sería la misma si en vez de correr sin saber exactamente a dónde ir, me hubiera parado a pensar por unos minutos. Había vuelto a ser imprudente. En aquella situación ya no podía hacer nada.
Algo tenía que haber que me pudiera ayudar en la habitación, no me podía quedar de brazos cruzados. Busqué con la mirada y me percaté de una rejilla en la parte superior del cuarto, cerca de la puerta. Probablemente fuera el conducto del aire. Acerqué la silla del escritorio y con cuidado de los grilletes me subí en ella y probé a levantar el enrejado, pero no había manera. Ni siquiera cedió un simple milímetro. Presioné y presioné, pero no sirvió de nada. Los hierros empezaban a clavarse en mis manos, ante el dolor las aparté con rapidez de allí. Masajeé las palmas de mis manos y fue entonces cuando lo vi. Mi marca era de un color azul oscuro, no era negra. Cuanto más levantaba mis manos, más claro se volvía el color. La alegría que sentí en aquel momento era imposible de describir. Subido en la silla, con las manos alzadas en aquella esquina mi marca respondía. Nea no estaba muy lejos de aquel sitio.

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora