- Estaba asustado. No sabía si iba a poder controlar mi fuerza, no quería hacerte daño.
- ¿Acaso es la primera vez que tienes relaciones con un hombre? – Por la expresión de su cara deduje que la respuesta a mi pregunta era un sí rotundo. Estaba sorprendido, pero no podía evitar sentirme feliz. Me quitó el parche de la mano y me lo colocó en el cuello.
- No podía resistirme más y tampoco quería hacerlo sin que fueras tú el que me lo pidieras. Ahora me siento más liberado, como si me hubiera quitado una gran carga de la espalda. – Me dio un pequeño beso en la cabeza y entró en la ducha.
Yo seguía allí delante del espejo, engatusado con las palabras que me acababa de decir. Mi cara se tornaba roja por segundos. Me dirigí al piso superior, donde estaba la habitación principal y me vestí. Me arreglé el pelo y me perfumé. Cuando me disponía a cerrar el armario, me percaté de una caja que había al fondo, enseguida la reconocí, era mía. La tenía en mi anterior casa. Dentro guardaba los pequeños obsequios que las niñeras me habían dado en el orfanato. Mi primera corbata, una pequeña pulsera hecha por Olivia, unas cuantas canicas... Qué recuerdos, todo aquello me daba nostalgia. Guardé la caja en el mismo sitio y bajé a comprobar que Nea también había terminado.
- ¡Vamos a beber! – exclamé admirando la gran espalda de mi guardián. Estaba en la cocina y parecía dispuesto a preparar algo.
- No hemos comido, ¿no tienes hambre? – preguntó mientras se giraba. Yo negué con la cabeza.
- ¡Vayamos al bar! Lo que ha ocurrido hoy necesita ser recordado para siempre por eso quiero que brindemos.
- Oliver, ya sabes lo mal que te sienta el alcohol...
- ¡No importa! También podemos comer algo allí. ¡Venga, vámonos! –agarré su mano y las llaves de la casa, salimos corriendo de allí. Estaba tan entusiasmado que no podía parar de correr. Solo teníamos que pasar unas casas más y habríamos llegado al bar Henrys, pero algo hizo detenerme. - ¡Sáhara! ¿¡Dónde está!?
- Tranquilo, la envié ayer antes de entrenar a vigilar el bosque que hay cerca de aquí.
- Vaya, me he acordado de milagro, qué nervioso me he puesto – dije agarrándome el pecho. Me acarició la cabeza y continuó hacia adelante, yo le seguí.
- ¡Bienvenidos! Oh, qué sorpresa Oliver – dijo Gala. Había ignorado a Nea totalmente.
- Buenas tardes Gala, ¿tienes algo para comer por ahí. ¡Nos morimos de hambre! – Nos sacó algo de arroz que había traído Aaron de su casa debido a que le habría sobrado y pensaba regalármelo a mí. - ¡Gracias por la comida!
- De nada, glotón – respondió Aaron. Le guiñé un ojo y eso bastó para que me entendiera, nos sacó una botella de whisky y otra de limonada.
- Me conoces demasiado bien – Iba a ser una gran tarde.
Empecé a tomar vasos, no sé cuántos me bebí mientras charlaba con Aaron. Le serví uno a Nea pero tan solo dio un pequeño sorbo en todo el tiempo que estuvimos allí. Puedo asegurar que fui yo el que se bebió las dos, pero me sentía tan feliz hablando Aaron que ni siquiera me percaté de todo lo que estaba bebiendo. A las dos horas, ya me costaba hablar bien, sentía demasiado calor, Nea me observaba de reojo y Aaron seguía sin parar de hablar. Me daban ataques esporádicos de risa, lo que hacía parecer que estaba loco.
- ¿Has probado el restaurante que han abierto debajo de tu piso? ¡Está exquisito! – exclamó Aaron, yo le miré muy serio.
- He tenido sexo con un gato..., salvaje... - solté. Nea me miró con sus ojos abiertos como platos, pero no dijo ni una palabra. Tenía la sensación de que en cualquier momento me iba a sacar de allí.
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...