- Nea, yo... - empecé a decir.
- No puedo evitarlo, soy un hombre – respondió sin abrir sus ojos.
- ¿Por qué simplemente no acabamos con esto? Es imposible no sentirme atraído por ti, al fin y al cabo, eres un demonio... - murmuré mientras me levantaba de él.
Me cogió de la muñeca y me lanzó contra el sofá que había a nuestra izquierda. Sus penetrantes ojos plateados se clavaron en mí, mi corazón empezó a latir con fuerza. Cualquier mujer caería de rodillas ante aquella mirada. Apoyó una de sus rodillas en el sofá, con una cara me agarró por la barbilla y mostró una ligera sonrisa pícara.
- ¿De verdad crees que todo es debido a que soy un demonio? Después de todo tenemos la fama de ser grandes seductores...
- Sé que no eres así – interrumpí.
Aquel no era el Nea que yo conocía. Ante mis palabras, su actitud cambió y comenzó a mostrar una sonrisa más amable. Me sacudió el pelo y dispuso a apartarse de mí, pero reaccioné rápidamente y me lancé a él. Volvíamos a estar donde comenzamos. El suelo estaba frío, había un contraste intenso entre nuestro calor corporal y el ambiente.
Parecía sorprendido de lo que acababa de hacer, sus ojos estaban más abiertos que de costumbre.- Una vez que el fuego ha prendido, hay que aprovecharlo. - Le besé tiernamente como lo había hecho él antes.
Noté como no había ofrecido resistencia, simplemente me había aceptado. Le agarré el cabello, le besé con más pasión, él ya me tenía entre sus grandes manos. En un segundo, me dio la vuelta y se colocó él encima de mí.
- ¿Estás seguro? – preguntó preocupado.
- Sabes que mi vida está entre tus manos, así que Nea, jamás he estado más seguro que ahora.
Creó un camino de besos por todo mi cuello. Sus dedos se deslizaban con suavidad por mis cotillas, mi piel se erizó. Lamió uno de mis pezones y yo ya comenzaba a retorcerme, clavé mis uñas en su espalda, mientras su lengua dibujaba círculos en mi pecho. El placer empezaba a visitarme, pero yo no quería que se fuera. Metió su mano derecha por dentro de mi pantalón, era imposible ocultar mi erección. Tan solo con percibir que Nea quería poseerme, sentía la necesidad de abrirme más, de entregarle mi cuerpo. Comenzó a masajear mi miembro, tiraba de la piel hacia atrás, luego hacia delante, cada vez con más rapidez. Con mis pies logré sacarme el pantalón y la ropa interior. Nea se lamió los dedos, y poco a poco los introdujo en mi esfínter, al principio no pude evitar contraerme, quizá de la impresión, quizá por los nervios. Me tapé la cara con los brazos, cada vez que pensaba que finalmente había llegado el día, no podía evitar sentirme sofocado. Él enseguida cogió mi mano y la condujo hasta su pene, quería que yo también lo tocara. Jugué con mi lengua por su pecho, como él lo había hecho conmigo mientras masajeaba con mi mano. Le empujé hasta tumbarlo, y sin dudarlo, comencé a hacerle una felación. Oí perfectamente como suspiró y destensó sus músculos, parecía disfrutarlo. Como era obvio, su miembro era más grande que el mío, cabía en mi boca, pero la mandíbula no tardó en resentirse. Lo que me reconfortaba era escuchar los pequeños gemidos que él emitía, algo que me hacía ver que yo estaba llevando a cabo un gran trabajo. Tras varios minutos, y después de notar que había ganado un poco más de tamaño y dureza. Fui directo a sus labios, y le besé hasta sentarme encima de él. Cogí su pene y lo coloqué en mi orificio, después ensalivarlo. <Despacio, sin prisas, con cuidado> me repetía a mí mismo, no quería sufrir un desgarre por una imprudencia, aunque Nea me había trabajado bastante bien. Poco a poco se deslizó hasta que conseguí que entrara más de la mitad. Suspiré, el juego ya podía comenzar. Empecé a mover mi cintura hacia arriba con tranquilidad, después hacia abajo. Lo repetí varias veces hasta que noté que resbalaba solo. Apoyé mis manos en su pecho, y me limité a botar. Hice varios descansos en los que me limitaba a mover mi trasero en círculos, mis piernas se cargaban demasiado. El placer me embargaba ya, no podía evitar jadear y gemir, aquello realmente era supremo, el placer era extremo. Amaba a Nea, y posiblemente después de aquello le amara más.
Cambiamos de posición, ahora él me agarraba por la cintura mientras me penetraba, yo me sostenía agarrándome al piso y clavando mis rodillas. Aquella posición era más cómoda, pero no tardé en sentir el dolor que subía de mis rodillas debido a la fuerza que estaba poniendo. Nea lo notó, me tomó en peso y me tumbó en el sofá. Volvió a introducir su pene, y seguimos con el ruedo. <Él verdaderamente puede sentirlo todo> pensé, había sentido hasta el dolor de mis piernas. Ahora él estaba sobre mí. En aquel sitio yo notaba como ya estaba casi a mi límite, estaba a punto de llegar al éxtasis y Nea reaccionó como nunca pensé que lo haría. Se acercó a mi clavícula y me mordió con fuerza. La sangre comenzó a brotar, mi cuerpo se estremeció. Pero finalmente mi fluido salió, emití un gemido ahogado y prolongado, estaba extasiado. Mi guardián tardó unos minutos más, y acabó dentro de mí. Ambos sudábamos, jadeábamos y estábamos agotados. Se acurrucó en mi pecho mientras recobrábamos el aliento. Aquello había sido muy placentero, tanto que no se podía explicar ni con palabras. Le acaricié el pelo mojado, él parecía haberlo disfrutado más que yo, le notaba relajado, como si nada más importara en el mundo. Ninguno hablamos, sobraban las palabras.
Había un camino de sangre por mi hombro, debía de parar la herida o aquello no cesaría. Dejé a Nea en el sofá, mientras yo me dirigía al baño de nuevo. Ya duchado, pero todavía mojado, escuché lo pasos de Nea detrás de mí. Me abrazó por detrás, y a través del espejo del baño, me percaté de que me estaba mirando. Su mirada era cálida, y aunque su semblante era serio, sabía que estaba feliz.- ¿Te encuentras bien? – cuestionó. Seguramente se estaba asegurando de que no había sentido dolor.
- Sí..., estoy bien - tartamudeé. Estaba nervioso, era difícil hablar con él después de lo que acababa de suceder. – Nea, no tengo palabras ni siquiera para explicarme, pero ha sido espléndido, como si nuestras almas se unieran. ¿Qué has sentido tú?
:w:%
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...