Capítulo 33.

36 5 0
                                    

Sáhara se removió en la cama y yo instintivamente me desperté. Ya no se oían los pájaros como antes, estaba atardeciendo, adiviné. Escuché que alguien abrió la puerta, pero no me molesté ni en abrir los ojos, por el perfume supe que era una mujer.

- Oliver, ¿estás despierto? – preguntó Lian.

- Ahora sí, ¿por qué llevo esto en el pecho? No puedo moverme...

- ¡No te quites el vendaje! – exclamó ajustándola más aún. – Tienes dos costillas rotas, al igual que Nea, hasta que él no sane y se recupere, tú tampoco lo harás. Vas a tener que pasar unos cuantos días en la cama.

- ¿Cómo es eso posible? – Recordé el sonido de los huesos de Nea crujiendo el día anterior. – Fue Louis... ¿Por qué también yo...?

- Desde un primer momento podías sentir lo que Nea sufriese, pero con menos impacto. Ahora parece ser que cuanto más grande sea vuestro vínculo más vas a notar cada golpe. Esto no es bueno.

- Qué desastre – murmuré tapándome la cara con la sábana.

- Voy a echarle un vistazo a Nea, y enseguida te preparo algo para comer. Oh Oliver, tu teléfono está vibrando. – Me lo dio y se marchó.

- ¡Hola Aaron, siento no haberte podido llamar antes! – dije entusiasmado.

- Estaba preocupado por ti, me escribiste 'tengo una pregunta' pero no dijiste nada más, idiota.

- ¡Lo siento! Se me pasó, han ocurrido muchas cosas estos últimos días. Te iba a preguntar que si conoces a alguien que se llame Ryan. Estoy buscando a un chico que ahora tiene que tener unos 15 años y estuvo en el mismo orfanato que yo. Aunque es muy probable que le cambiaran el nombre cuando ingresó, su padre se llama Oscar por si te sirve de algo – expliqué, tenía la esperanza de que conociera a alguien así.

- Creo que uno de los clientes se llama Ryan, pero tendrá casi 30 años, aun así, déjalo en mis manos, te informaré cuando tenga algo. ¿Cómo te ha ido estos días? – Le expliqué que había estado bien, pero no le comenté nada de las últimas batallas, ni que tenía que pasar unos días en cama por las costillas rotas... Tan solo le dije que estaba bien, y le expliqué a todas las personas que había conocido.

- Todo el mundo me trata bien, quizá es por la gran importancia que tengo. ¡No le comentes nada a nadie!

- Qué envidia, siempre rodeado de chicos guapos y jóvenes... Aquí solo vienen viejos.

Al parecer el jefe estaba pensando en contratar a una chica joven para que ayudara a Aaron mientras yo no estuviera por allí. Como no había empezado a trabajar aún, ni siquiera sabía su nombre o cómo era físicamente. Tarde o temprano me informaría de las novedades, somo grandes amigos y nos lo contamos todo, o casi todo.

Louis tomó un poco de su tiempo para acercarse a mi habitación y disculparse, se había dejado llevar por la furia y no se percató de las consecuencias que sus actos podían desatar. Acepté sus disculpas, incluso yo no sabía que todo me iba a afectar tanto como lo hizo. Podía haber salido peor.

A los dos días ya me sentía mucho mejor, no debía de hacer grandes esfuerzos o volvería a recaer. Sáhara no se había separado de mí en ningún momento, parecía mi sombra. Supuse que Nea le había dado la orden de no abandonarme en ninguna circunstancia. Le acaricié el pelaje durante varios minutos, su pelo era mucho más suave que el mío. Ella se mostraba quieta hasta que vi que sus orejas se arquearon hacia la puerta, algo le había llamado la atención. Se levantó y se sentó delante de ella sin quitarle el ojo de encima, movía su cola con movimientos rápidos e incluso emitió un gruñido. Estaba comenzando a asustarme hasta que alguien habló tras la puerta.

- ¿Oliver? Voy a pasar... - Aquella voz grave venía buscándome.

- Estoy despierto, pasa – afirmé. Nea no llevaba camiseta, cualquiera podía ver que su pecho también estaba vendado como el mío, pero él parecía estar mejor que yo. Sáhara enseguida se paseó entre sus piernas, parecía muy feliz. - ¿Cómo estás?

- Todavía me duele un poco, pero ya puedo caminar. ¿Y tú? – Desde que le vi entrar sabía que estaba cansado, su cara lo decía todo.

- Gasto demasiada energía para curarme, estoy demasiado cansado – dijo mientras se acostaba a mi lado en la cama.

- Deberías de haberte quedado en la cama – reguñí mirando al techo. Él suspiró.

- Necesitaba verte y saber que estabas bien, siento lo que pasó, fue mi culpa. Si no le hubiera enfadado no estaríamos aquí tirados.

- Tranquilo, cualquiera puede tener un momento de ira. Tienes que aprender a – me giré y vi a Nea admirando mi cuello – controlarte... ¿Qué ocurre? – Se colocó encima de mí, sin apartar la vista de mi cuello.

- Oliver..., déjame tomar un poco... - Acercó su boca a mi cuello y lo lamió, mi piel se erizó. – Necesito poder...

- ¿Quieres mi sangre? Está bien, solo un poco – tartamudeé nervioso. Sentí los pequeños colmillos de Nea quebrando mi piel, yo tan solo me quedé inmóvil. Notaba cómo corría la sangre por mi nuca, escuchaba cómo el corazón de Nea parecía latir con más fuerza lo cual me alegraba. Cuando ya estuvo saciado se separó de mí, arrancó un trozo de vendaje de su pecho y me lo colocó en el cuello.

- Lo siento – murmuró.

- Está bien, esto no me va a matar... - respondí sonriente.

- Realmente lo necesitaba. – Se acurrucó cerca de mí otra vez y pronto cayó dormido.

Sáhara se colocó en nuestros pies y se unió al sueño de Nea. Yo no podía dormir en aquel estado, el corazón me latía con demasiada velocidad como para conciliar el sueño. Tan solo me quedé allí, admirando sus facciones masculinas y su boca teñida de rojo. Su piel era perfecta, no tenía siquiera una mínima imperfección. Blanca y fina, digno de la realeza. <Se cuida mucho, cualquier mujer te envidiaría> pensé. Paseé mis dedos por su tez con mucha delicadeza para no despertarle y creí haberlo conseguido hasta que vi que se removió. Suspiró, pero seguía en el mismo sitio. Volví a hacer lo mismo, corrí el riesgo de que estuviera despierto. Y esa vez sacó su mano de debajo de la sábana, agarró mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. <Me ha cogido la mano, como hacen las parejas> pensaba mientras mi cara se tornaba roja. Podía oír incluso mis propios violentos latidos que me ensordecían. Todo se quebró cuando escuché a alguien correr por el pasillo en frente de mi cuarto.

- Rosalie, espera, déjame explicártelo – decía una voz que yo conocía. ¿No era aquella la de Marte?

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora