Capítulo 5.

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Agarré mi muñeca y cerré mis ojos con gran fuerza pidiendo que no me hiciera daño.

- Ponme un whisky - ordenó después de sentarse en la barra.

- ¿Eh? ¡Ah, m-marchando! - tartamudeé. Estaba estupefacto, jamás creí que fuera a pedir eso a cambio de nada más. Miré mi luna, era de color rosa, ¿acaso eso quería decir que Nea estaba un poco cerca del bar?

- Oye chico, ¿eso es un tatuaje? - curioseó el hombre. Yo, sobresaltado, tapé mi señal.

- ¡No, no! - exclamé. El cliente me miró con confusión. - Quiero decir que sí...

- ¿Me estás tomando el pelo? ¿Es un tatuaje o no? - repitió levantando más la voz.

- ¡Lo es! - dije mostrándosela. Chasqueó la lengua.

- Estos chicos de hoy en día ya no son hombres, más bien parecen mujercitas - refunfuñó mientras daba un trago al whisky. Yo no sabía si reír o llorar. - Dime muchacho, ¿no habían ayer aquí unas mujeres muy bellas?

- Lo siento señor, ayer solo habían hombres si no recuerdo mal - respondí.

- Juraría que ayer estuve con una chica más o menos de tu edad, alta y delgada como tú, ¿acaso fue en la fiesta del otro bar? - se preguntaba mientras se rascaba la barba. ¿Me había confundido con una mujer? No era de extrañar después de la cantidad de alcohol que bebieron. - Bueno chico, si esa chica aparece, házmelo saber; tengo que marcharme - dijo acercándose a la puerta y sacudiendo su manos. No se fue sin antes dedicarme otra de sus sonrisas tétricas.

- Menos mal que se ha ido... - musité aliviado. De repente noté que algo se acercaba corriendo y se subía a mi espalda.

- Oliveeeeer, ¿dónde está Nea? - dijo mi compañero de vida cerca de mi oído.

- A-Aaron nos vamos a caer los dos si no me sueltas - advertí.

- Pero no me has dicho dónde está Nea, ¿por qué ni ha venido hoy? - recalcó mientras me tocaba el pelo.

- Estará ocupado - dije mientras le soltaba poco a poco. - ¿Te ocurre algo con él?

- Solo quiero hablar con él, no tenemos clientes y me aburro. A propósito, ese hombre que se acaba de ir ha dicho que tenías un tatuaje, ¡no me habías dicho nada! ¡Enséñamelo! ¿Cuándo te lo has hecho? No me había dado cuenta si no lo llega a decir él...

- Qué persistente eres. - Le mostré mi muñeca, ahora era un rosa más oscuro, casi parecía rojo. - Quizá no lo hayas visto nunca porque siempre trabajamos con camisas de manga larga, pero lo tengo desde hace mucho tiempo...

Ahora que lo pensaba no podía dejar que supiera que Nea lleva la misma marca en el mismo sitio. Si Aaron lo llegara a saber haría demasiadas preguntas y me niego a contarle todo lo que llevaba entre manos.

Lo bueno de aquello fue que no preguntó acerca del color, el hombre había dicho que era rosa y en aquel momento más bien parecía rojo, me alegré de que no hubiera escuchado eso. Aaron estuvo muy insistente acerca de la ausencia de Nea toda la noche. No tuvimos exceso de clientes por lo tanto su aburrimiento incrementaba por minutos y más quería saber. Pronto llegó la hora del cierre, el reloj ya marcaba la medianoche, había sido un día muy largo. Salí por la puerta estirando mis brazos y moviendo mi cabeza de lado a lado, mi cuerpo empezaba a notar el cansancio. Cuando abrí los ojos me topé con alguien que realmente no quería ver en esa situación. Allí sentado en un banco frente al bar había una figura varonil sentada con un pequeño gatito merodeando entre sus piernas. Con sus codos apoyados en sus rodillas, con un semblante muy serio y una mirada brillante plateada. Vestía una camiseta grisácea con unos pantalones negros, que no tardé en darme cuenta de que eran ajustados, como los míos, a juego con unas botas de serraje del mismo color. Me acerqué a él lo más rápido posible sin dejar de vigilar la puerta por si Aaron salía. Él se levantó.

- ¡Vete! ¡Vamos, vete, Aaron está a punto de salir! - exclamé empujándole hacia atrás.

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué quieres que me vaya? - preguntó confuso agarrando mis hombros. Yo le miré a los ojos, los pequeños mechones de pelo ya le caían casi en los ojos.

- Es Aaron, no dejes que te -

- ¡Nea! - un grito cortó mi frase. Él había sido más rápido que yo. Aaron corrió hasta interponerse entre nosotros dos. Sin querer retrocedí y hundí mi pie en un agujero que provocó que cayera de espaldas al suelo. Tardé segundos en volver a reponerme y sacudir mis ropas para quitar el polvo y unas pequeñas hojas secas pegadas. Vi como Nea estiró su mano queriendo alcanzarme pero no me cogió.

- ¿Te encuentras bien, Oliver? - Aaron también preguntó lo mismo segundos después.

- No hace falta que te preocupes, algo así no me va a matar. Preocúpate de llevar sano y salvo a Aaron a su casa - dije despidiéndome de Nea.

- No, Oliver espera... - le oí decir pero no paré, preferí dejarlos solos.

Metí mis manos en los bolsillos y caminé. Escuchaba los halagos de Aaron desde lejos pero a él no le oía responder nada. Poco tardé en darme cuenta de la pequeña Sáhara me seguía con paso ligero y maullando, le dediqué una de mis cálidas sonrisas. Ya eran un poco más de la medianoche y corría una leve brisa fría que en aquel momento lo agradecía. Sáhara corría de un lado a otro jugando con todo aquello con lo que se encontraba, parecía estar feliz.

Llegamos a una intersección y en el centro había algo, o más bien alguien, tirado en el suelo. Corrí hacia aquella persona pero Sáhara se adelantó y cuando estaba delante del cuerpo emitió un estufido y sus pelos se grifaron. Me quedaba un metro escaso para llegar a él cuando sentí mis pies pegados al suelo y un gran dolor ascendían por mis piernas. Miré hacia abajo, una grandes espinas aparecieron del suelo, habían atravesado mis pies, emití un gran grito desesperado. Una risa sonó delante de mí, ahora podía ver claro que era un chico joven que tendría unos pocos años más que yo.

- Vaya, vaya... qué iluso eres. - Aquel chico de negra, lacia cabellera y ojos amarillos me miraba fijamente. Vestía una camisa color vino remangada hasta los codos y unos vaqueros negros acompañados de unos lisos y modernos zapatos cerrados. - ¿Reconoces esto?

Se había levantado sin usar sus brazos, una fuerza parecía haberle golpeado desde el suelo. Giró su cabeza y señaló con el dedo índice su clavícula derecha, al retirar el cuello de su camisa entendí lo que quería que viera, una estrella.

- U-Una estrella... - tartamudeé con dificultad. Estaba empezando a sudar frío y mi cuerpo se tambaleaba. Sáhara enseguida pasó a ser el animal que era y quiso tirarse encima de aquel tipo pero con el movimiento de una mano le hizo chocar con un muro. - S-Sáhara n-no... - caí de rodillas, me costaba respirar. La pantera volvió a intentar atacarle varias veces y con el último golpe quedó inconsciente en el suelo.

- Quédate quieto gatito - ordenó aquel siniestro chico.

- ¿Qué quieres de mí? - musité débilmente. Estaba empezando a asfixiarme.

- Tu poder. ¿Notas las toxinas? Estas bellezas de espinas son altamente venenosas pueden consumir la vida de cualquier ser vivo en minutos. Ha sido un placer compartir este momento conti- Aquel chico me agarró la mano dispuesto a posar sus labios en mis dedos pero antes de terminar su frase se alejó rápidamente de mí. Algo cayó del cielo justo delante de mi casi debilitado cuerpo con la fuerza necesaria para hundir la carretera.

- N-Nea... - Tenía un aura extraña.

Pude ver como estaban sus puños de cerrados, parecían contener la fuerza de mil hombres. Se giró y vi sus ojos plateados que llameaban con fuerza. Noté cómo mi cuerpo se desplomaba a sus pies, intentó cogerme pero mi cabeza golpeó el suelo primero, no pude resistir más. Mi vida pareció haber tenido fin. 

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora