Capítulo 7

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- ¡Estás hablando! Esto es grandioso, parece que te has recuperado con fuerza y vuelves muy entusiasmado – dijo aquella mujer.

Ya la podía ver, tenía una larga melena negra y sus gafas me mostraban aquellos inmensos ojos verdes. No conocía de nada a aquella mujer, pero sabía que me estaba ayudando. Fue entonces cuando me paré a pensar dónde me encontraba y qué hacía allí. Volví mi cabeza, parecía estar en una habitación de madera en la que solo había un escritorio y una estantería con algunos libros.

- ¿E-Está bien? – solté tartamudeando, mi voz todavía sonaba ronca, mis cuerdas vocales no se habían despertado del todo. La mujer me miró confusa. – Ya sabe... Nea...

- ¡Ah! Eso será mejor que lo veas tú, la verdad es que desde que te trajo aquí no te ha quitado ni un ojo de encima, se preocupa mucho por ti – explicó.

De algún modo me sentí aliviado y calmado. No tardé en escuchar unos pasos rápidos que se acercaban a la habitación, parecía que esa persona tenía prisa. La puerta de mi cuarto se abrió de repente, una figura robusta y musculosa asomaba.

- Nea, llegas justo a tiempo, tengo que ir a preparar las inyecciones de Oliver, ¿puedes seguir humedeciéndole la cara? – preguntó, y le susurró algo en el oído que no llegué a entender.

La mujer enseguida abandonó la sala y cerró la puerta. Sí, era Nea, todavía recordaba su pelo como el azabache; su esbelto y fornido cuerpo, sin embargo, parecía haber perdido un poco de peso; pero sobre todo, aquellos ojos plateados que parecían emitir brillo propio. Se acercó despacio, sin emitir ninguna palabra y se arrodilló frente a mí. Podía ver su rostro a la perfección, tenía varios rasguños en la cara, aunque parecían estar casi curados. Pasé mi mano por su rostro, me alegraba tanto de verle sano. Me miró directamente, ¿por qué parecía estar tan triste? Sus ojos estaban hundidos y parecían estar ahogados, no eran los mismos de siempre. Sentía su aura tan apagada, que no aparentaba ser él. Posó su mano en la mía cuando pasaba mis dedos por sus cortes.

- Estás caliente – murmuró al fin.

- Tú eres más cálido – rectifiqué.

- Oliver, yo..., lo siento. No debería de haberte dejado solo, todo esto es mi culpa. Quise dejarte solo por un instante, pensé que necesitabas tiempo para pensar sobre todo lo que estaba ocurriendo, pero me equivoqué – explicó apartando su mirada. – Noté que estabas en peligro, y aun así...

- Tranquilo Nea, no es tu culpa – musité.

- ¡Sí lo es! – exclamó con fuerza. – Mírate, si no te hubiera dejado ir, no estarías así. No hay palabras suficientes para expresarte mis disculpas. No merezco tu perdón. – Parecía totalmente arrepentido.

- Pero estoy bien – le mostré.

- ¡No estás bien, has estado muerto durante tres semanas! ¿Es que no lo ves? – dijo alterado. No podía evitar poner cara de sorpresa. Había estado muerto por 21 días, esos eran muchos días. ¿Qué había pasado conmigo durante esas semanas? Tenía demasiadas preguntas. Sin querer, dos lágrimas brotaron de mis ojos. – Lo siento, Oliver...

- No te culpes más Nea, por favor... - susurré dolorido. No podía continuar viendo aquella cara de sufrimiento. Tampoco entendía por qué seguía culpándose cuando yo estaba vivo. Tantos sentimientos acabaron acumulándose en mi pecho, me agarré la camiseta, mi cara mostró una mueca de dolor.

- ¿Te duele el pecho? Tus palpitaciones son demasiado lentas, esto no es bueno. Siento haber levantado la voz, realmente no sé cuál es mi estado de ánimo ahora. No deberías de hablar más, dedícate a descansar. – Posó su mano en mi frente y en la suya, me estaba midiendo la fiebre. – Tu temperatura es poco más alta que la mía, pero no es nada alarmante.

Le dediqué una tierna sonrisa y sus ojos me respondieron amorosamente. Su mirada realmente me hipnotizaba y podía llegar a sentir un leve cosquilleo, como si alguien estuviera caminando por mi corazón. Poco a poco mi vista se empezaba a nublar, mi cuerpo se relajaba hasta que vi la oscuridad otra vez.

Volví a sentir el mojado paño, pero esta vez sobre mi mano derecha. Parecía que todavía era mediodía juzgando por la luz cuando me desperté. Acariciaba mi piel suavemente con delicadeza.

- ¿Ya te has despertado? Buenos días, espero no haberte despertado yo... - dijo la voz de aquella chica otra vez. Yo negué con la cabeza. – Ah, creo que ayer no me presenté, soy Lian, la enfermera. Siempre me ocupo de los casos que conllevan más trabajo, como este. Antes tan solo me dedicaba a trasladar pacientes de planta.

- ¿Planta? ¿D-Dónde estamos? – pregunté desconcertado.

- Pues ahora mismo estás en la Base de los Star Guardian, como bien su nombre indica aquí vienen las no personas a ser entrenadas para desempeñar la función de su vida, proteger a su bien preciado, los protegidos.

- ¿No personas?

- Las no personas son todos los que no son seres humanos. Normalmente todos los protectores suelen ser demonios, hadas, trolls... Y como ya sabes Nea es un...

- Demonio – solté. Nea era un demonio, de alguna manera sabía que no era un ser humano normal, pero la palabra brotó sola de mi boca. – Por eso sus ojos son tan inusuales...

- Son bellísimos. No hay mujer que se pueda resistir a Nea. Aquí todas están enamoradas de él.

- Así que es famoso por aquí – susurré. – A mi mejor amigo creo que también le gusta Nea, ¡y es un hombre! Pero en cierto modo lo entiendo, también siento una extraña atracción hacia él, no sé cómo explicarlo. – Lian soltó una pequeña risa.

- Eso es por el vínculo que compartís, no te asustes. Parece que tenéis una conexión muy fuerte para el poco tiempo que os conocéis – explicó.

- Con que es eso... Entonces debe de – unos fuertes gritos me sorprendieron. Provenían de una habitación cercana a la mía.

- ¡Casi te pasa lo mismo otra vez! ¿No aprendes? ¡Dedícate a hacer tu trabajo y no te desconcentres bajo ningún concepto! – Las palabras resonaban a lo largo del pasillo, no entendía qué había pasado. Lian y yo nos miramos con caras sorprendidas, aunque ella sí parecía entenderlo todo.

- Ahí van otra vez... Llevan así desde que llegaste Oliver, vas a tener que poner orden.

- ¿Qué he hecho? – pregunté confundido. No me había movido de allí desde que llegué así que dudaba que aquellos gritos fueran mi culpa. - ¿Quiénes son?

- Los fuertes gritos son del líder y estoy segura que la otra persona es Nea, todas las mañanas le da un sermón, a pesar de que él se esfuerza tanto.

- ¿Nea se esfuerza?

- Desde que te dejó aquí ingresado se pasa todo el día entrenando, lucha tras lucha. Los primeros días se ejercitaba hasta desfallecer del cansancio. Supongo que habrás visto las magulladuras de su cara y brazos, ya sabes de dónde provienen. – Ahora entendía los cortes en la cara y porqué se le veía tan cansado. – Hemos intentado que pare muchas veces, pero es imposible, su fuerza de voluntad es aún más grande. Deberías hablar con él, seguro que a ti sí que te escucha. Bueno Oliver, ya he terminado, nos vemos en una hora.

Lian salió del cuarto tras recoger las toallas y el agua, volvía a estar solo otra vez. Ya no se oían los estruendosos alaridos, todo parecía más calmado. Me senté en la camilla y miré mis pies, las heridas estaban casi curadas. Todavía recordaba el tremendo dolor que sentí cuando aquellas espinas me atravesaron por completo. Debido a que tenían mejor vista, quise dar mis primeros pasos después de tres semanas. Bajé lentamente mis piernas y me apoyé directamente en el suelo. Estaba frío, mi cuerpo lo sentía. Estiré mis brazos, mi rodilla hacía presión. Agarrado de la cama conseguí dar pasos cortos, tras eso ya me sentí fuerte como para soltarme y salir fuera. Un largo pasillo de izquierda a derecha fue lo que encontré, en frente de mis ojos unos grandes ventanales que parecían dar a un patio interno. Al asomarme vi que el terreno era enorme, dos hileras de árboles en vertical en cada extremo y una pista circular en el centro. De los árboles colgaban sacos de boxeo, y en la pista parecía haber pelea entre dos hombres y yo conocía a uno de ellos. Tenían mucha expectación alrededor de ellos. Un minuto observándolos bastó para que el hombre y yo cruzáramos miradas.

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Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora