Capítulo 19

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- Oh no... esto no puede pintar peor – solté asustado. – Nea...

- Vendrá a verme a la celda, estoy seguro. Bien, volveré a bajar ahí, nos ahorraremos una discusión y posiblemente un castigo. Lleva cuidado pequeño; Daria, Francis llevadle a su cuarto. – Me revolvió el pelo y acto seguido bajó las escaleras cerrando la puerta.

- ¡Nea no! Otra vez no...

- Oliver será mejor que nos vayamos de aquí, los demás guardianes están a punto de subir – comentó Francis. Daria miraba a ambos lados constantemente, parecía estar alerta.

- No hay señales de Marte, si nos volvemos a topar con él, estoy segura de que habrá pelea, salgamos de aquí.

Hubo lapsos de tiempo en el que nos escondíamos, otros en los que corríamos, no queríamos tener que dar explicaciones de por qué estábamos en un piso diferente al nuestro. Salimos al patio interior y me condujeron a mi habitación. Ambos se despidieron de mí.
Estaba asustado; Louis era muy listo, seguro que se habría enterado de que había conseguido llegar hasta Nea sin ayuda. No quería seguir pensando en los posibles efectos negativos que me iban a suceder de un momento a otro. ¿Me echarían de allí por quebrantar las normas? ¿Acaso sacar a Nea de aquella cárcel significaba romper las leyes? Lo cierto era que no podía estar solo, el chico de ojos plateados me repetía constantemente que no saliera sin compañía nunca, y yo no podía seguir sin mi guardián por más tiempo.
Alguien traqueó la puerta de mi habitación.

- ¡A-Adelante! – tartamudeé. La figura que apareció me sorprendió demasiado.

- Buenos días chico, ¿cómo has estado? – Louis entró en la habitación sin pedir permiso. Puedo pasar, ¿verdad?

- S-Sí, no tengo muchas cosas todavía, pero puedes mirar. – Apoyó su trasero en la mesa del escritorio y cruzó sus brazos.

- Sé que quieres evitar hablar de lo que acabas de hacer, lo puedo leer en tu cara, pero es necesario. Está terminantemente prohibido bajar a las celdas sin mi permiso, y mucho menos hacer lo que te plazca. Pero he de decir que a los tres días debería de haber venido yo a sacarle de ahí, fallo mío. No te puedo dejar solo ni un segundo, y menos después de lo que he visto ahí fuera. – Su cara mostraba preocupación.

- ¿Cómo está Aaron? ¿Y mi jefe? Quiero verlos, les echo de menos...

- Dentro de unos días, Nea y tú os vendréis conmigo, quiero que lo veas con tus propios ojos. Los seres que te atacaron en el bar siguen rondando por allí, han estado incluso en tu piso, te están buscando. Hemos conseguido averiguar que son soldados del clan del Sol, por lo que hay que llevar cuidado. A partir de ahora, cuando salgas fuera de las instalaciones de los Star Guardian no te fíes de nadie, ¿me has entendido?

- ¡Sí! Necesito que me devuelvas a Nea, no me siento seguro caminando sin él a mi lado...

- Totalmente entendible, por eso te lo voy a devolver... - La felicidad recorría mi cuerpo. – Como te iba diciendo, desconfía de todos hasta que te aseguren que trabajan aquí. Puedes pedirles que te enseñen sus tatuajes, sabes que eso es único entre nosotros...

- ¿Tú también tienes una marca? – pregunté tímido.

- Por supuesto, ser el líder conlleva una gran responsabilidad. – Aun así, no me lo enseñó, Nea abrió la puerta a los pocos segundos. No estaba solo.

- ¡Nea! – Ya íbamos a poder estar juntos por fin. Lian estaba detrás de él, con una sonrisa en su cara y las manos en su espalda. El hombre de ojos plateados ya lucía limpio, de su pelo todavía caían unas pequeñas gotas de agua, pero ni rastro de la sangre ni del olor a humedad. – Hola Lian...

- Oliver, me alegro de verte. Estarás feliz de ver a Nea otra vez, ¿a que sí? – Mi cara enrojeció. – Nos lo hemos pasado genial juntos, aunque estos últimos días a penas nos hemos podido ver, ¡pero eso no quita que no tuviera un ojo puesto encima de ti!

<Sí, claro> pensé, si hubiera estado pendiente de mí se habría dado cuenta de que salí en busca de Nea. Mentirosa. Estaba más atenta de su querido 'amante' de ojos plateados.

- Aquí tiene a Nea, Louis, como ha pedido – continuó Lian.

- Gracias Lian, como siempre. Oliver, ya he comentado con él lo que te acabo de decir y sabe perfectamente cuál es su trabajo, y que no debe distraerse por nada del mundo ¿verdad? – Nea apuntó a sus ojos directamente, con un rostro bastante serio. – Por cierto, estás demasiado bien después de haber estado encerrado en las celdas, debería de estar hambriento...

- Oliver me ha dado de comer antes de que tú vinieras – soltó. Cerré mis puños con rabia, no había sido yo, sino la dichosa enfermera.

- Entiendo, muy atento de tu parte, chico. Bien, mañana te vendrás conmigo – dijo mientras me señalaba con el dedo - quiero enseñarte algo. Nea tú irás al gimnasio y te entrenarás allí mientras tanto. Y dicho esto chicos, que tengáis un agradable día, tengo que dar una charla a los demás sobre la situación actual. Lian, cuida a los heridos que han venido conmigo, cuento contigo. - Se marchó sin decir nada más y allí quedamos los tres. Nea estaba delante de mí y a su costado yacía aquella mujer.

- Bien Nea, voy a hacerte un chequeo rápido para asegurarme que todo está bien. – Del bolsillo de su bata blanca sacó un pequeño bloc de notas y un bolígrafo que depositó en el escritorio. Acto seguido comenzó a quitarle la camiseta a Nea, cosa que no me hizo ninguna gracia. Corrí hacia ella, cogí una de sus manos y arranqué la venda que tenía puesta como había visto anteriormente. Dos agujeros ensangrentados asomaron en aquella blanca piel.

- ¡Lo sabía! Tú eras la que le daba de comer a Nea con tu sangre, ¡traidora! – grité.

- Oye Oliver...

- ¡No, Nea! Se supone que ella solo te vigilaba, como me había dicho a mí. Me dijo que los demonios no necesitaban comer constantemente, y ahora sé por qué, le dabas tú de comer. – Mi enfado creció en segundos, ya no hablaba, gritaba.

- ¿Prefieres que estuviera inconsciente todo ese tiempo? Los demonios necesitamos alimentarnos todos los días, si no lo hacemos nuestro poder se debilita. Yanya también se alimenta de parte de lo que yo ingiero.

- No, pero...

- Entonces no grites de esa manera, ella no ha hecho nada malo. – Era obvio que él la estaba defendiendo.

- ¿Por qué la defiende? – murmuré con rencor mientras miraba hacia el lado opuesto a donde estaba ella. Me abalancé sobre mi cama dándole la espalda a ellos.

- Oliver... - comenzó a decir Lian. – No te lo tomes a mal, lo hice por el bien de él, no quise ocultártelo, pero...

- Discúlpale, ha actuado como un niño. Será mejor que dejemos el examen para otro día. – Escuché sus pasos alejándose, y el pestillo de la puerta cerrarse. Se había marchado, ahora reinaba el perfume masculino. – Eso ha sido muy grosero de tu parte.

- Pero...

- No Oliver, tendrás que disculparte con ella, ¿me has oído?

- ¡Está bien! Lo haré... lo siento Nea...

- No te disculpes, sé que has actuado sin pensar. Yo también debería disculparme. De alguna manera te confundí con Valentina y sin querer yo...

- Fue culpa de la ambrosía no tienes que disculparte de nada, después de todo solo fue un simple beso – dije quitándole importancia. Aunque no pensaba de esa manera. Paseé mi lengua por los labios recordando aquel momento.

- Aun así, me quiero disculpar. – Agachó su cabeza como muestra de arrepentimiento. Me levanté de la cama y le abracé.

- El pasado, pasado está.

De repente escuchamos gritos que provenían del patio interior. Ambos no entendíamos qué estaba ocurriendo así que salimos al pasillo en busca de alguna pista. Asomamos la cabeza por las ventanas que daban al patio interior y no tardamos en descubrir lo que pasaba. Francis y Marte parecían estar retándose.

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Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora