Capítulo 53.

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Mi corazón se encogió y por un momento contuve la respiración. Aparté el flequillo, el iris plata que tanto me gustaba se estaba convirtiendo en rojo. La carne del cuello se reconstruía, pero en vez de tener el color de la piel, ese trozo era negro. Fruncí mi ceño, asustado y extrañado al mismo momento. ¿Qué era aquello que estaba pasando? Nea seguía con la mirada perdida, soltando lágrimas, sin moverse.

- Sabías lo de las fotos, ¿verdad? Por eso no te has inmutado cuando las has visto... - Dirigió sus pupilas hacia mí que también parecían disculparse conmigo. - ¿Por qué no les has mentido?

- No querías ocultarlo, ¿me equivoco? – interrumpió Louis mientras se encendía un cigarro. – Has hecho lo correcto... Yo ya lo sabía... Lo vuestro...

- Lo siento – murmuró Nea mirando al líder. Él le dio unos golpes en los hombros y le sonrió.

- Siempre podemos conseguir otras personas que quieran financiarnos, pero jamás encontraremos dos como tú. Sé que la situación es dura, así que no olvides que puedes hablar cuando lo necesites. – Se alejó de nosotros con paso lento, pero paró en seco antes de salir. – Ahora no eres un Edevanne, puedes volar libre como cualquier pájaro. Ya sabes mi restricción.

- Estoy marcado de por vida – murmuró mientras paseaba una de sus manos por la herida ya cicatrizada. Yo le dirigí una mirada pensativa. – Esto es obra de mi padre, ahora para los demás solo soy un purasangre maldito.

- Es como una carta de presentación – entendí. – Con esto los demás saben que has sido expulsado... - Nea volvió a agachar la cabeza. - ¡Lo siento! Esto es culpa mía, debería de haber sido un poco más precavido ese día, siempre meto la pata en todo.

- Perdóname, creo que debería de estar solo por un momento – dijo mientras acariciaba mi cabeza.

Dio media vuelta y desapareció de mi vista. Tenía ganas de correr detrás de él, pero me había pedido espacio y un poco de tiempo, lo había captado. Me dejé caer en el sofá lujoso con demasiada carga psicológica. Aprovechando que no había nadie más, quizá me daba tiempo a dormir un poco.

- Dicen que las lágrimas de un demonio son una fuente de poder... - comentó alguien que acababa de entrar por la puerta. Yo rápidamente me levanté y busqué con la mirada hasta toparme con una cabellera anaranjada.

- Saturno... Eres tú... - respondí.

- La cantidad de energía negativa que hay aquí dentro es abismal, ¿qué haces aquí? Cualquiera entraría en depresión – comentó mirando al techo. Movió su brazo y una brisa fresca se paseó por allí como si de una onda expansiva se tratara. – Mucho mejor.

- ¿Por qué has entrado? – pregunté curioso.

- He visto salir a tu guardián cabizbajo. Le perseguía un cúmulo malo de emociones, pero ni siquiera ha dejado que me acercara...

- Ha sido mi culpa, si tan solo hubiera llevado un poco de cuidado... Qué horror...

- ¿Me dejas ayudarte? – preguntó mientras me ofrecía su mano. Lo que pretendía con ello era otra limpieza de aura, pero esta vez quería batallarlo por mi cuenta.

- He decidido aprender a ser más fuerte, creo que soy demasiado débil emocionalmente...

- Entiendo – soltó interrumpiéndome. – Te estás haciendo mayor.

Le dediqué una de mis sonrisas más amables y le dejé allí en el salón. Corrí en busca de Daria. En mi interior sabía que la mejor manera de que los malos pensamientos se dispersaran era rodeándome de gente que despedía buenas vibraciones, es decir, mi amigo Aaron. Tras recorrer toda la base pude encontrarla paseando por uno de los tantos pasillos de los dormitorios.

- ¡Daria! – grité antes de alcanzarla.

- ¿Oliver? ¡Qué bien te veo! – respondió abrazándome.

- Necesito que me ayudes con una cosa, ¿podrías? – pregunté poniendo ojos tristes. – Quiero volver a mi piso, por unas horas, creo que lo mejor para mí.

- ¡Imposible! – negó inmediatamente.

- Sé que me puedes ayudar – seguí insistiéndole. – Lo mejor para mí es rodearme de gente con unas características como las de Aaron, por favor... Eres la única...

- Con una condición, tienes que llevarte al menos a dos de los planetas para que te sigan y te protejan en el caso de que algo ocurra, ¡y en dos horas te quiero de vuelta! – Volví a abrazarla con fuerza.

- ¡Muchas gracias!

- Y bien... ¿a quienes te vas a llevar?

- Quiero que Lume y Mercurio vengan conmigo. – Ella me miró con el ceño fruncido y una de sus cejas levantada. – Nea está descansando, no quiero molestarle.

- De acuerdo. Nos vemos en la piscina en 10 minutos, avisaré a Plutón y Mercurio para que acudan también.

Afirmé con la cabeza y me dirigí a mi habitación. De alguna manera sabía que allí no iba a encontrar a mi guardián. Y acerté. Cogí las llaves del piso, me perfumé y salí en dirección al punto de encuentro con Daria. Llegué dos minutos antes de lo previsto y ellos ya se encontraban allí. Urano y Júpiter ayudaron a Daria a crear un pequeño portal a mi casa, nos despedimos de ella y cruzamos con un poco de temor por lo que nos podríamos encontrar. Rápidamente echamos un ojo por los alrededores de la casa buscando posibles Onwu que merodearan, pero no avistamos ninguno.

- Quieres visitar a un amigo tuyo, ¿no es así? – certificó Lume.

- ¡Sí! Se llama Aaron, trabajábamos juntos en un bar antes de irme a vivir a la base, ¿queréis venir?

- Más bien yo diría que ese es nuestro trabajo – aseguró Mercurio.

- Entonces, ¡seguidme!

Ya habíamos perdido media hora desde que habíamos llegado. Cuando ya por fin estábamos cerca del bar, vi a lo lejos una silueta femenina con el pelo recogido en una trenza. Aceleré el paso, Mercurio y Lume me seguían mientras lo tenían todo vigilado.

- ¡Gala! – grité.

- ¡Qué alegría de verte! – exclamó mientras me apretaba contra su delicado cuerpo.

- Te veo más guapa que antes... Qué bien te sienta el tiempo – Sus redondas mejillas se tornaron coloradas.

- ¡No me digas esas cosas! Te veo un poco delgado, ¿has perdido peso?

- Qué ojo tienes. Has acertado, estuve a dieta durante un tiempo y ha dado resultado.

- ¡No lo necesitabas! Estabas muy bien antes y...

- Te tengo dicho que no... hables con desconocidos... - comenzó a decir Aaron mientras me miraba atónito. – Oliver, has vuelto compañero...

- Me alegro de verte, Aaron – dije aceptando su cálido abrazo.

- Te he echado de menos, ¿cómo has estado? ¿Has comido bien? – Miró a mi alrededor y vio a los guardianes. - ¿Y el chico guapo que te acompañaba? No me digas que os habéis peleado...

- Nada de eso, tan solo estaba un poco cansado, así que me he traído a unos amigos para que los conozcas.

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora