Capítulo 22

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Me agarró de la muñeca y tiró de mí. Yo me dedicaba a seguirle mientras le iba contando qué había ocurrido con Marte. Parecía entenderme y no dejaba de repetirme que no me iba dejar solo a menos que se lo pidiera expresamente. Me llevó a un lugar muy familiar, el lugar donde estuve descansando hasta que desperté... La enfermería. Antes de abrir la puerta, se oían ruidos, como un sonido mezclado de lloriqueos. ¿Qué me quería enseñar? En el momento que la abrí sentí una felicidad inmensa, una pequeña bola de pelo negra movía el rabo de un lado a otro lentamente. Era la pequeña Sáhara, y aunque llevaba unas cuantas vendas alrededor de la cabeza, rebosaba salud. Sin pensarlo la abracé, había olvidado su suave pelaje y el ronroneo incesante.
No sé el tiempo que pasé con la gran gatita, pero Nea enseguida me contó lo que le había sucedido en estas semanas. En el momento que me atacaron aquel día que casi pierdo la vida, ella recibió el primer ataque y fue lanzada contra el muro de una casa cercana. Su cabeza recibió todo el impacto, su cráneo se había fracturado en varios pedazos, por eso había estado bastante enferma. Los animales no se curaban con la misma rapidez que los humanos, requerían de más tiempo para volver a ser lo que eran antes. Y después de un medio, ya la teníamos entre nosotros, aunque no al 100%. Tal y como Nea había dicho, aquel encuentro me había hecho sentirme muy contento.

Ya era hora de marcharse, la pequeña bola de pelo necesitaba seguir con sus ejercicios para fortalecerse. Ahora era mi turno. Nea me obligó a practicar mi nuevo poder que todavía no sabía cómo hacerlo. Era muy similar a controlar los movimientos del cuerpo, tan solo necesitaba una plena concentración y estar relajado. Aunque no lograba hacer nada más que levantar el agua de la piscina en forma del palo de la escoba, que no llegaría ni a un metro. Lo más importante era no decepcionarme, tendría que desarrollar más aquello antes de hacer cosas más alucinantes. Practicar una hora al día en la piscina era lo mínimo que tenía que hacer.
Cuando caminábamos por el patio interior, me sentía vigilado, todos los ojos estaban puestos en mí, como si esperaran algo. No entendía por qué tenía tanta importancia dentro de aquella cárcel de la que no podía salir. Deseaba salir de allí, incluso a veces me hubiera gustado seguir con mi vida normal y que aquella Luna jamás hubiera existido. Regresé al presente cuando nos topamos con Lian y Louis.

- Chicos, esta noche tenemos fiesta. - soltó eufórico Louis.

- ¿A qué se debe? - pregunté curioso.

- A tu nuevo poder - continuó Lian. - Es una fiesta en tu honor, después de todo, ha despertado tu poder. Lo esperábamos con muchas ansias.

- Enhorabuena Oliver - Nea parecía contento, aunque siempre mostraba una cara seria.

- Esto es demasiado para mí...

- ¡Tonterías! A todos nos viene bien descansar la mente, no todo es entrenar y pelear. Hay que disfrutar de los momentos libres. Por eso chico, te voy a enviar una camisa blanca y unos pantalones para que te pongas esta noche, espero que los uses.

- Pero Louis...

- ¿No te gustan las fiestas?

- No es eso Lian, pero...

- ¡Entonces disfrútala! - exclamó dándome unos toquecitos en el hombro derecho. - Nos vemos después chicos...

Aceptamos el reto y enseguida ambos estábamos limpios, perfumados y listos para divertirnos. Al abrir la puerta de mi habitación encontré a Nea, sus pantalones de ceñían demasiado a sus piernas, puro músculo. Una camisa blanca acompañada de una corbata azul eléctrico que resaltaban sus ojos. Su pelo era diferente, había decidirlo peinarlo todo hacia el lado izquierdo. Mi cara enseguida enrojeció.

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora