- ¡Yanya! Sí que eras tú... ¡Sabía que te había visto! Me alegro tanto de verte – dije abrazando su estirado cuello.
- Alégrate cuando hayamos salido de este sitio. – Nea agarró mi brazo y comenzó a correr, pero yo me detuve.
- Tenemos que continuar – soltó Nea.
- No puedo irme, lo prometí. Tengo que quedarme aquí, a cambio de vuestra seguridad prometí quedarme y no intentar escapar. Si salgo de aquí, Tian podría reaccionar de la peor manera.
- Lo afrontaremos juntos – respondió Nea mientras apoyaba mi cabeza en su pecho. – Yanya, llévanos con los demás.
Observé como nos abrazaba con sus azules y enormes alas. Sentí que flotaba por unos segundos antes de tocar la tierra con mis pies desnudos. Habíamos parado en medio de la batalla. Cuando levanté mis párpados, no tardé en percibir a Daria disparando hacia aquellos seres inmundos. Al verme, sus ojos se llenaron de lágrimas. Corrió hacia mí y me abrazó con desesperación.
- ¡Oliver, estás vivo! ¡Yo lo sabía! – exclamaba feliz.
- ¡Pero si es Oliver! – dijo alguien detrás de mí. Aquella voz solo podía ser de Lume.
- Habéis venido a por mí..., chicos... - sollocé. Me sentía pleno al ver que todos ellos estaban luchando por salvarme.
- Es nuestro trabajo – interfirió Saturno.
- Nos alegramos de verte, chico – continuó Louis que acudía con su camisa desabotonada.
- Louis... – murmuré. – Siento haberos causado tantas molestias. ¡Estoy muy arrepentido!
- Se te da bien hacer estupideces – comentó Marte.
- Yanya no está tranquilo, debemos de irnos ya – dijo Nea sin dejar de admirar a los Onwu que se acercaban. Todos corrieron en la misma dirección, menos yo, que me quedé mirando al castillo, pensando en las posibles consecuencias que habría si yo me iba de allí. – Estarás bien, yo te protegeré.
- No estoy preocupado por mí, sino por ti, por ellos... - Nea se agachó y rompió las cadenas de mis pies y mis manos, dejándome libre por fin. Estiró su brazo y me subió a su espalda.
Cuando estábamos muy cerca de ellos, alguien dirigió un ataque desde el cielo. Cayó a los pies de Nea, pero no consiguió darnos. Como consecuencia, mi guardián perdió el equilibrio y yo caí a unos metros de él. Intenté levantarme, pero alguien pisó mi espalda y volví a caer. De reojo reconocí una señal, una de las cinco esquinas del rastro de una estrella se encontraba en el cuello de aquel chico.
- Casi te escapas – comentó.
- Deberías de estar muerto – respondió Nea concentrando la fuerza en sus puños.
- Lo siento por ti, sigo vivo. Si alguno de vosotros intenta hacer algo, tengo esta espina preparada para hundirla en su delicado cuerpo. El veneno que hay en su interior es el más mortífero que existe... No querrás que le mate, ¿verdad? – Tras unos minutos, Nea esbozó una sonrisa macabra. Sus ojos al igual que su aura comenzaron a volverse de un azul extremadamente brillante, y desapareció de nuestros ojos. El chico me clavó la espina en el cuello, y yo pataleé mientras la intentaba arrancar de allí.
- ¿Se puede ser tan estúpido? – solté con picardía. – No sabes con quién te has metido.
- ¡Cállate, ¿dónde se ha metido?! – exclamó el chico.
ESTÁS LEYENDO
Silver moon
RomansaTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...