¿Qué acababa de pasar? Cuando escuché que el soldado regresaba el agua volvió a ser un charco redondo. Me levantó de un brazo y continuó el camino. Unas jóvenes se quedaron recogiendo los cristales.
Los científicos volvieron a preguntarme las mismas cosas del día anterior, pero yo seguía sin saber nada. Otra vez tuve el vaso con agua delante de mis ojos, pero ni siquiera me inmuté. Ellos no dejaban de apuntar cosas en las libretas que portaban en sus manos, y no entendía por qué. Tras aquello, sacaron una silla, una silla llena de cables. Al verla, mis vellos se erizaron y un gritó se escapó de mi garganta. Me horrorizaba verla, el miedo me invadía. Me levanté y corrí, escapé de aquella habitación. Ellos clamaban mi nombre, pero no giré ni mi cabeza para afirmar si venían o no detrás de mí. Pasé velozmente por la puerta blindada otra vez, paré en seco y me escondí allí dentro. Para mi sorpresa aquella puerta estaba abierta. Una sala oscura, fría, llena de estanterías con frascos de cristal. Reinaba el olor a humedad. Cada bote contenía un líquido diferente, de varios colores, texturas, aromas. No pude evitar coger alguno y admirarlo de cerca. Pastillas, inyecciones, algodones habían esparcidos por el suelo. Tan solo una tenue luz azul iluminaba la mayor parte de la habitación. Seguí la luz y me encontré de frente con un gran tuvo que despedía aquella luz azul. Era un tanque de algún líquido más viscoso que el agua y dentro, había un hombre. Tenía la cabeza agachada, no parecía respirar por lo cual deduje que estaría muerto. Los pelos de mi cuerpo se erizaron. Paso a paso me acerqué, quería verle la cara, tenía curiosidad. Fue entonces cuando me fijé, aquel chico que tendría unos 40 años tenía una marca en la cara interna del brazo. Estaba algo emborronada, era complicado de ver a través del líquido y el cristal. Acerqué más mis ojos al tanque, no estaba seguro, pero aquello parecía..., una luna. Una luna llena. Exactamente en el mismo sitio en el que yo tenía la mía.
Necesitaba ver su cara, quizá y tan solo quizá podría averiguar un poco más. El cabello le llegaba por los hombros, su tez estaba pálida. Estaba encogido en una posición fetal, en la espalda llevaba un gran agujero, probablemente lo que le ocasionó la muerte. <Qué triste final> pensé. Puse ambas manos en el cristal y cerré mis ojos, tratando de imaginar la vida de aquel hombre y cómo había llegado a aquel lugar. Observé sus entornados ojos y sentí un pinchazo en mi corazón. Un dolor inexplicable me embargó.- ¿Por qué está usted aquí? – resonó en mi cabeza. Al abrir mis ojos había una versión de mí mismo más pequeño ante mi agarrado de la mano de un hombre adulto.
- No puedo hacerme a cargo de él – respondió él. La mujer que le había preguntado era mi cuidadora en el orfanato, aquel era el sitio donde se encontraba. De alguna manera conocía aquella escena que se desarrollaba. Ese niño, ¿era yo?
- Podría hacer un esfuerzo, él es muy pequeño... - El hombre negó con la cabeza.
- Tiene dos años, sé que se portará bien. Tome, en esta bolsa está todo el dinero que poseo, acéptelo. Tengo que hacer un viaje muy largo, ¿has escuchado, pequeño? Papá tiene que ir a un sitio, volveré, algún día, de alguna manera. – Me posicioné al lado de la señora. Ese hombre... Ese hombre... Era el mismo del tanque... Tapé mi boca con una mano, mis ojos se llenaron de lágrimas.
Mi padre. Era mi padre.
Volví a despertar de mi sueño, mis piernas perdieron la fuerza y caí de rodillas al suelo.
- ¡Papá! ¡Eres tú! – grité desgarradoramente. Un chillido destrozó mis cuerdas vocales que acababan de despertar. La primera palabra en varios días que pronunciaba y dolía como si me estuvieran arrancando el alma. - ¿Qué te han hecho?
Golpeé el cristal con rabia. ¿Por qué mi padre estaba allí? Me sentía tan débil, sin ser capaz de hacer algo viendo aquella escena.
- No deberías de haber visto nada de esto – susurró alguien a mi lado. Me levantó del cuello sin mostrarse delante de mí y lamió una de mis lágrimas. – Lo sabía, son dulces.
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...