Capítulo 20

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- ¡Tenemos que detenerlos! – exclamé admirando el gran barullo que estaba generando. Cerca de aquel lío había un hombre que destacaba por su blanca camisa. Admiraba el espectáculo con las manos metidas en los bolsillos. <Demasiado relajado> pensé. – Un momento..., ¿ese es Louis?

- Esos dos no están discutiendo, Louis los está evaluando – añadió Nea que parecía admirarlos con mucho detenimiento.

- ¿A qué te refieres?

- Está midiendo fuerzas, no es la primera vez que lo hace. No me gustaría tener que combatir ahora...

- ¿Por qué dices eso? – curioseé.

- Mira – Nea señaló la pelea, Louis nos estaba pidiendo que bajáramos mediante un ademán. – Realmente no quiero hacerlo... Yanya ha estado muy tranquilo hoy, como para despertarle por tonterías.

- Tan solo no te lo tienes que tomar en serio, así evitarás enfadarte y no molestarás a esa ave maleducada... - Él sonrió, yo no entendía qué le había hecho gracia. – No le caes nada bien a Yanya.

- ¿Qué te ha dicho? ¡Yo también le odio! – exclamé, aquel pájaro era muy arrogante.

- Será mejor que bajemos, no queremos enfadar al líder – Agarró la capucha de mi sudadera y tiró de mí.

Ya en el patio interior Nea se posicionó delante de mí sin soltar mi brazo, así no le perdería de vista entre tanta gente. Los espectadores de Marte y Francis gritaban como locos, mis oídos no podrían aguantar demasiado si aquello continuaba del mismo modo.
Era imposible conseguir ver la disputa de aquellos dos con el ajetreo de alrededor, tan solo conseguía ver haces de luz que sobresalían por encima de las cabezas de los demás. Pero pronto choqué con la espalda de Nea, ya le habíamos encontrado. Me arrastró a su lado para que yo también pudiera ver, sí, estaba en lo cierto, era Louis.

- Pensaba que no ibais a bajar nunca, demasiado lentos. He pensado mejor las cosas y te voy a enseñar eso ahora, chico. Creo que cuanto antes lo haga mejor. Mientras tanto Nea quiero que vigiles a estos animales, no quiero que se hieran más de lo que deberían, ya sabes cómo funciona esto... - Mi protector no parecía nada contento con aquella decisión.

- ¿Qué es lo que me quiere enseñar, señor? – pregunté educadamente, la curiosidad me picaba.

- Es una gran sorpresa, solo para ti, por eso quiero que vengas tú solo. – Aquello era desconcertante.

- Está bien, iré. Nea obedécele, volveré enseguida. – Él afirmó con la cabeza, pero sus ojos se mostraban inseguros.

- De acuerdo, sígueme chico. – Se escabulló rápidamente entre los demás chicos pero no tardé en encontrarle otra vez.

Ya fuera de todo aquello me llevó por debajo de uno de los tres edificios principales, no supe averiguar cuál.

- ¿Practicas algún deporte? – La pregunta me impresionó, no pensé que fuera a hablar hasta que llegáramos al sitio.

- N-No... Nunca me han gustado los deportes... - respondí cuidadosamente.

- Entiendo. Aquí empezarás a entrenar, es muy importante. Estos trabajos requieren de un cuerpo físico bastante ejercitado. Y con trabajo me refiero al deber de proteger tu linaje, que en este caso es esa luna. Necesitas ser fuerte chico – dijo dándome una pequeña palmada en la espalda. – Bien, creo que esto todavía no lo habías visto, ¿verdad?

- ¿Una piscina cubierta? No sabía que había una. – Nos encontrábamos en una sala muy extensa, el pasillo nos había llevado allí. La piscina era increíblemente grande pero no me atrevía a acercarme, tenía miedo. No sabía nadar.

- No estés tan lejos, vamos acércate. ¿Tienes miedo? – preguntó, pero pronto pareció comprenderme. – No sabes nadar, ¿cierto?

- Nadie me ha enseñado nunca. – Mis pasos eran muy pequeños, pero poco a poco me iba acercando a la orilla.

- Vamos, no tengas miedo. ¿Conoces la terapia de choque? ¡Lo siento chico! – me agarró de la muñeca y con un tirón me lanzó a la piscina.

Todo había pasado tan rápido que ni siquiera me dio tiempo a reaccionar. Cuando me di cuenta, el agua ya me estaba abrazando. Agité mis brazos y piernas tanto como pude, pero en vez de flotar, me estaba hundiendo. Parecía que cuanto más empeño pusiera en querer subir a la superficie, más me sumergía. Quería respirar, mis pulmones me pedían aire, pero estaban comenzando a llenarse de agua. Cada vez me notaba más pesado, y mi fuerza se agotaba, mis brazos comenzaban a reducir la velocidad. Podía ver, aunque borroso, dos figuras en el borde de la piscina. <Una muerte demasiado angustiosa> pensé. ¿Acaso Nea no notaba que mi fuerza vital se agotaba? Él habría venido a salvarme, sin dudarlo. Le había vuelto a fallar, después de decirle que llevaría más cuidado con mis decisiones... Ya no aguantaba más, mis lágrimas ya se mezclaban con aquella agua tan insípida. Estiré mis brazos, creyendo tocar el blanco techo del edificio, pero estaba muy lejos de llegar a hacerlo realmente. <Lo siento, Nea> Sentimientos de culpabilidad me bombardeaban, y es que era cierto, seguía siendo demasiado débil. Si tan solo pudiera pedirle perdón una última vez...
Tras pronunciar aquellas palabras, cerré mis ojos y noté una paz interior inundarme. No sentía dolor, tampoco asfixia, todo se había disipado. No obstante, oía un barullo de fondo, unos gritos quizá... No quería abrir los ojos, me encontraba demasiado bien en aquel estado, si aquello era mi muerte quería seguir en aquel lugar. Aun así, los ruidos eran incesantes, ¿qué era aquello?

- ...Ver, liver..., ¡Oliver! – Alguien me estaba llamando. ¿Mamá? Abrí mis ojos muy despacio, un plano y blanco paisaje tenía ante mí. <Esto lo he visto antes> - ¡Mira hacia aquí, a tu derecha! Puedo notar los latidos de tu corazón, intenta tomar aire...

- Déjale, dale su tiempo... - decía otra voz.

¿Había dicho tomar aire? ¿Inspirar? Llevaba varios minutos sin hacerlo. Eso era muy fácil. Decidí hacer caso a aquella voz y probé a hinchar mis pulmones, en aquel momento noté como un espasmo, señal de que algo no funcionaba bien en mi cuerpo. Me erguí tan rápido como pude y comencé a vomitar. Aquello era agua, estaba vaciando todo lo que acababa de tragar. Noté como poco a poco el aire fluía a través de mí, ya no me sentía tan lleno. Tras sacar toda el agua de mi estómago comencé a hiperventilar, necesitaba recuperar todo el oxígeno que no había tomado antes. Ahora sí que veía con claridad y no me lo podía creer, estaba sentado sobre el agua, pero no me hundía. Era como si mi cuerpo flotara. Al principio me asusté, y los temblores recorrían ya mis piernas. Intenté levantarme, aunque aquello significara andar como si caminara por encima de un montón enorme de ropa.

- Eso es pequeño, poco a poco... - Me había olvidado de las voces. Cuando levanté la cabeza y miré a aquella persona a los ojos, volví a sentir miedo, la cara de aquella persona solo mostraba preocupación.

- ¡Nea! ¡No puedo hacer esto! – exclamé nervioso. Se encontraba agazapado muy cerca del borde de la piscina, mientras que, a su lado de pie, Louis se mostraba muy tranquilo y relajado.

- No te angusties, sigue caminando como lo estabas haciendo – continuaba diciéndome. Su mano estaba extendida hacia mí.

- ¿Qué está pasando? ¿Por qué puedo caminar sobre el agua? ¡Estoy asustado!

- ¡Concéntrate en mí! ¡Mírame! No pares de andar, ya casi puedo cogerte... - Ciertamente, estaba a punto de tocar su mano si estiraba la mía. Alargué mi brazo y enseguida aferró mi mano y tiró de mí. Me agarré a su pecho y él cayó de espaldas. – Ya te tengo.

- Chico, si te llego a dejar un poco más ahí dentro te bebes media piscina – comentó Louis mientras se reía.

- No creo que sea el mejor momento para bromas – interfirió Nea.

- Ha sido... horrible. – Apreté el tórax de Nea contra mí y él pareció responderme de la misma manera. Miré a Louis a los ojos. - ¿De verdad quieres matarme?

Silver moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora