Una de sus manos ascendió por mi pelo hasta tocar el apósito. Rápidamente me quejé, seguía teniendo una herida abierta, aunque cubierta. Él apartó sus manos y se detuvo.
- Oliver, creo que no...
- No voy a dejar que esto nos detenga – interrumpí.
- Pero estás débil – continuó.
- ¡No lo estoy! Además, te lo voy a mostrar.
Empujé a Nea hacia atrás y él cayó de espaldas. Me coloqué encima de él y le volví a besar. En el momento en el que giré mi cuerpo para adoptar aquella posición, mi espalda me dio un aviso. Dolía, pero podía resistirlo. Eran las consecuencias de los sucesivos golpes que había sufrido horas antes. Mis ganas de hacerlo eran más grandes que el dolor, por eso no iba a parar.
- ¿Estás seguro? – se aseguró. No parecía querer seguir sabiendo que no estaba bien al cien por cien.
- ¡Si no tienes ganas, dejémoslo! – grité enfadado. Me erguí y le di la espalda. – Iré al bar, seguro que allí alguien querrá tener sexo conmigo...
Busqué la salida con la mirada y cuando me disponía a andar hacia allí, Nea se interpuso.
- Te pedí que dejaras de hacer eso. ¿No te basto yo?
- ¿Acostarme con los clientes? Lo hacía por dinero, aunque he de decir que algunas veces disfruté bastante, ¿por qué no volver a hacerlo? – dije mostrando una risa picarona. – Una vez que el fuego ha prendido...
- Hay que aprovecharlo – siguió Nea. Esbozó una sonrisa similar a la mía.
Me puso entre él y la pared, aquello ya me gustaba más. Me agarró del muslo y subió mi pierna. Rodeé su rostro entre las manos y le enseñé la lengua de manera burlona. Fundió sus labios con los míos, su lengua recorrió cada espacio de mi boca.
Las zonas en las que Nea colocaba sus manos, ardían. Nuestros penes se rozaban, aquello se sentía bien, demasiado bien. Masajeó mi miembro con su mano, y parecía saber exactamente cómo hacerlo. Bajó mis pantalones y la ropa interior, hizo chupetones a lo largo de mi barriga hasta que finalmente cogió mi pene entre sus manos. Lamió su dedo pulgar y rozó mi glande varias veces. Estaba totalmente erecto, Nea era mi prototipo de hombre, él me encantaba y con tan solo verle arrodillado ante mí de aquella manera, mi testosterona subía hasta las nubes.
Finalmente lo introdujo en su boca tras varios lametones. Yo me llevé las manos al rostro, aquello era muy vergonzoso, jamás pensé que vería a mi guardián en aquella posición. Comenzaron mis suspiros, mi cuerpo estaba inquieto, el placer que estaba siento creía por momentos. Una de sus manos me agarraba por la cintura, y con la otra estaba palpando mis testículos, suavemente. La saliva se acumulaba en su boca, incluso yo lo podía ver y escuchar. De vez en cuando me miraba fijamente, como si disfrutara con verme siendo engullido por el placer.
Su mano derecha me dio unos pequeños toquecitos en la cara interna del muslo. <Abre las piernas> me pedía indirectamente. Masajeó mi trasero respingón, primero con las yemas de los dedos, después con las uñas.
Mis gemidos retumbaban por toda la cueva y volvían a mí. Las gotas de sudor comenzaban a recorrer mi cara totalmente roja. La felación que Nea estaba llevando a cabo era digno de los dioses.Tras eso, besó mi cadera y me ordenó mediante signos que me pusiera cara a la pared. Entendí el porqué de aquello cuando uno de sus dedos entró en mi ano. Lo introdujo y lo extrajo varias veces antes de meter el siguiente y repitió la misma acción. Pronto llegó el tercer dedo junto con mis jadeos incontrolables. Aunque al principio era un poco doloroso sin vaselina, mi guardián siempre recurría a la saliva que hacía más o menos el mismo trabajo. Yo mientras tanto comencé a masturbarme, si seguía así, no tardaría en llegar al clímax. Y acerté, pero me contuve porque no quería acabar con una lluvia blanca.
- Nea... voy a... Esto ya...
- Aguanta un poco más – susurró en mi oído.
Me acercó hasta él y agaché mi cuerpo hasta casi formar una 'L'. Escuché cómo bajaba la cremallera de su pantalón. Me golpeó con su pene varias veces en mis nalgas, iba a entrar. Me penetró, al principio pensé que iba a ser gentil conmigo y así lo creí hasta cierto punto. Mi cuerpo rebotaba, tuve que apoyarme en la pared para no caerme o golpearme. Con forme iba pasando el tiempo el placer era más grande y Nea aumentaba la velocidad, quizá a veces demasiado. Le pedí que cambiáramos de posición, mi espalda se quebraría de un momento a otro.
Me tomó en brazos y siguió penetrándome mientras me tenía agarrado por la espalda. Enrollé mis brazos en su cuello. Se sentía tan bien que de la fuerza que estaba poniendo en mis cuádriceps, acabaron tensándose demasiado. Supe que mis gemidos y los jadeos que emitía cerca del oído de Nea le ponían demasiado, ya que apretaba y me daba pellizcos en mis glúteos cuando lo hacía.La espalda de mi guardián ya estaba mojada, ambos estábamos regocijándonos en el placer. Me cuerpo se escurría entre sus manos.
- No puedo más... - dije segundos antes de que mi semen se esparciera en su pecho.
Sacó su pene de mi interior y se corrió fuera. Estábamos tan compenetrados que incluso llegábamos al éxtasis casi a la vez.
Mis piernas flaqueaban, no podía tenerme en pie, había sido agotador. Necesitaba recuperar el aliento un poco antes de decir una palabra. Se acercó a mí y me dio un largo y tierno beso en la cabeza antes de desaparecer de allí. Me senté en el suelo y llegué como pude al profundo charco que tanto había llamado mi atención por el sonido que emitía cuando las olas rompían. El agua estaba helada, pero ideal para combatir todos mis dolores. Y tras aquel largo baño, uno de ellos no se había ido. Presioné arriba de mi trasero, de ahí provenía aquel dolor.
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Silver moon
RomanceTrabajo de camarero en un bar cerca de mi casa. Mi madre murió durante el parto y mi padre me abandonó; la única manera de que mi padre me pudiera reconocer es gracias a una marca de nacimiento que tengo en la muñeca con forma de luna menguante. Mi...