Capítulo 6 | PARPADEOS

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Adam seguía preguntándose porqué una chica de sociedad rentaba un departamento en el centro si podría vivir cómodamente en su mansión, llena de lujos y, sobre todo, sin tener que trabajar.

Algo de lo que había dicho Mauricio no encajaba en el panorama, o al menos, no encajaba para él. Pero, ¿qué le importaba a él la vida privada de su vecina? Nada, no le importaba nada.

Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo en la cafetería en la que ella trabajaba?

—¿Puedo tomar su orden o espera a alguien más? —le preguntó una de las camareras.

—Eh, sí... Solo quiero un capuchino.

—Lo traeré en unos minutos, puedo ofrecerle también una gran variedad de postres y de...

—Solo el café por favor.

—De acuerdo.

La chica desapareció. Adam observó el lugar, era agradable y olía a una mezcla entre lo dulce de los postres y lo amargo del café, el local era grande, unas estanterías pegadas a la pared y sobre ellas un enorme letrero en color gris, dónde se leía: «Puede leer el que usted quiera», la división era asombrosa y los libros parecían haber sido leídos muchas veces ya que se encontraban desgastados.

El tintineo de la puerta de entrada lo hizo levantar la cabeza, un grupo de chicos de entre 19 y 20 años entraron al local, todos ellos riendo y empujándose unos con otros.

—Aquí tiene —dijo la mesera—. ¿Puedo ofrecerle algo más?

Adam negó con la cabeza. Se levantó de su lugar y se dirigió a las estanterías, seleccionando "La flecha negra" de Robert Louis Stevenson, regresó a la mesa y se dispuso a pasar la tarde leyendo el libro y bebiendo café, eso hasta que recobrara el sentido y se fuera a su casa. La lectura lo atrapó al instante, tanto que se olvidó del café sobre su mesa, y que en menos de un minuto ya había avanzado cinco páginas.

—¿Puedo tomar su orden? —Adam despegó sus ojos del libro y giró su cabeza en dirección de la suave y dulce voz de la chica de cabello castaño y gafas con montura metálica.

Ella estaba parada frente a la mesa de los chicos que habían entrado hacía unos minutos y los observaba con algo de fastidio, mientras cambiaba su peso de un pie a otro y soltaba un suspiro.

—Hola Peppa —dijo uno de ellos.

—Claro que puedes tomar nuestra orden, solo esperamos que no vayas a comértela —espetó la chica de cabello negro.

Los demás rieron ante la burla.

—Trae cinco frappuccinos de moca y dos capuchinos de vainilla —ordenó la otra.

Adam nunca despegó los ojos de su regordeta vecina, la cual estuvo a punto de caerse cuando uno de los chicos le metió el pie.

¿Cómo podía una chica de su estatus trabajar en un café y soportar los malos tratos? Según palabras de Mauricio, Grecia Martinelli pertenecía a una de las familias más ricas del país, su padre era dueño de la empresa petroquímica del estado, de hecho, eran dueños de casi toda la ciudad. Entonces, si tenía el dinero suficiente para vivir llena de lujos, ¿qué demonios hacía trabajando y rentando un departamento? No lo sabía, pero seguro como la mierda que iba a averiguarlo.

Él no perdió un solo detalle de los movimientos de su vecina, la observó tomar la bandeja con las bebidas y llevarlas a la mesa, donde depositó todas con cuidado de no tirar alguna.

—¿Se les ofrece algo más? —preguntó, los chicos negaron.

Ella estaba dándose la vuelta para regresar a la barra cuando uno de ellos la llamó. —¡Oye Peppa! ¿Te gusta el frappuccino?

TKO [Knockout Técnico]© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora