Capítulo 35 | MILLONARIO

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Adam casi se dejó ir al escuchar la petición de la mujer que lo miraba con tanto anhelo y deseo.

A pesar del tiempo y de todo lo sucedido, aún seguía preguntándose cómo podía ser tan malditamente suertudo de tenerla; pero allí estaba, cargándola, depositándola con suave cuidado en su cama y ella encajaba tan perfectamente allí que solo con verla el corazón se le quería salir del pecho.

Ojos azules se clavaron en ella al mismo tiempo que sus cálidas manos tiraron de su blusa y desabrocharon su falda, arrastrándola hacia abajo.

La mirada de Grecia se trabó en él mientras se desvestía, primero la camiseta, zapatos, calcetines, pantalón y, por último, los bóxers.

—Si sigues mirándome así, no voy a durar mucho tiempo —dijo, obligándola a posar sus ojos en los de él nuevamente.

—Lo... lo siento, es solo que eres...

—¿Qué?

—¿Se supone que eso debe caber en mí? —preguntó, mirándolo fijamente.

—Cielo, encajó a la perfección la primera vez —le recordó, subiéndose en la cama, aplastándola contra el colchón.

En completo silencio y usando solo su cuerpo, ella le hizo saber que estaba lista para lo que venía a continuación.

Adam estaba perdido en el placer de besarla, su mano deslizándose sobre su estómago hacia su sexo descubierto. Ella se quejó en su boca cuando él encontró su clítoris y lo frotó, su grueso dedo presionando en contra de su dulce punto mientras su lengua recorría cada rincón de su boca.

Él puso un dedo en su vagina, y ella tembló. Acariciándola lentamente, le abrió los labios, deslizando un dedo, pero sin ir más lejos.

—Por favor —pidió, sin aliento.

—¿Qué cariño? —preguntó, levantando la cabeza y mirándola fijamente, con el deseo explícito en sus ojos azules—. ¿Qué es lo que quieres?

—Adam... Te quiero a ti —suspiró—... te quiero dentro de mí.

Sonriendo con satisfacción, él dirigió su pene a la entrada de su sexo, y con un empuje firme, se enfundó en él.

Estuvo a punto de correrse por la estrechez de ella, especialmente cuando Grecia empezó a temblar, con los músculos de su sexo contrayéndose a su alrededor. Él sintió que podía tocar las estrellas y tal vez, con un poco más de suerte, se quedaría por siempre en ese lugar tan lleno de color.

Pero el destino parecía tener otros planes y su momento se vio interrumpido por unas voces que provenían del exterior.

Mierda —masculló, deteniéndose en el acto.

Grecia le miró con los ojos aguados. —Por favor... Adam, no te detengas —le suplicó, y fue todo lo que necesitó para ignorar las voces.

—¿Estás...?

Él no llegó a terminar la pregunta porque las piernas de ella se envolvieron alrededor de su cintura, instándolo a continuar. Con la necesidad primitiva dominándola, ella encontró sus arremetidas, su sexo sintiéndose apretado y acogedor en torno a él.

Perdido en la gloria de su cuerpo, Adam bombeó con una cadencia lenta dentro y fuera. La forma en que ella se apretaba en torno a él, con las paredes interiores de su sexo estremeciéndose y sus gritos aumentando, se encontró estrellándose contra su carne, incapaz de detener su frenesí.

Y, contrario a lo que hubiese esperado, ella gritó por más, sus uñas le arañaron la espalda; cuando abrió sus ojos, se dio cuenta de que brillaban con pasión, y sus dientes le mordieron cuando ella le atrajo bruscamente hacia abajo.

TKO [Knockout Técnico]© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora