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No tenía ni la menor idea a donde rayos íbamos porque estaba tan enfadado que solamente me límite a mirar hacia mi teléfono celular. Y por el poco conocimiento que mi mente adquiría en cuanto levanté mi vista para ver por la ventanilla del automóvil, podría estar seguro de que habíamos pasado mi escuela y ya estábamos saliendo de la ciudad. Pero papá se metió por una calle totalmente desconocida antes de salir y con las pocas casas que se encontraban por allí nos hacían saber que el bosque estaba cerca y en cuanto la velocidad del automóvil comenzó a hacerse escasa, me di cuenta que estábamos apunto de llegar a mi nuevo "hogar".

-Llegamos Jungkook. - mi padre detuvo el coche y con un gruñido de parte mía bajamos de este para poder sacar mis cosas del maletero.

Caminé hacía el baúl y comencé a sacar las cajas y mi bolso, podría jurar que dentro llevaba todo mi armario y eso que aún faltaban dos maletas más. Me coloqué el gran bolso sobre mis hombros y con dos cajas pesadas en mis manos caminé hacía la acera. Papá sostuvo las cajas restante y corrió las maletas hacia su lado para después murmurar algo que no entendí.

Era de noche y gracias al gran farol que alumbraba la calle desolada y el que estaba en la entrada de la casa, pude ver que un portón gigante de color negro tapaba todo el hogar de mi peor pesadilla y al lado de aquel portón había una columna de ladrillos rojos con una placa indicando el apellido del propietario "Park" y debajo el timbre con el que mi padre presionó sin más.

Tragué en seco y cerré mis ojos rezando a todos los santos que mi papá decidiera cambiar de opinión y que me dijese "Ey Jungkook, mejor vamos a casa. Te llevaré a Estados Unidos conmigo." Pero todas las esperanzas se fueron al infierno cuando el portón negro se deslizó y un hombre alto y flaco apareció mirándonos con una sonrisa.

Entonces caí en cuenta que nada de esto no era una maldita broma como Hoseok me había dicho antes de emprender rumbo hacia aquí.

Maldito pelinegro de mierda, siempre ilusionándome con cosas inciertas e intangibles.

-¡Oh! ¡Hola! - dijo el hombre e intenté hacer una reverencia en muestra de saludo al igual que mi padre. - ¡Pasen! Déjenme ayudarles con algo. - El hombre, el que yo suponía que era el padre de Jimin por su rostro bastante parecido, tomó las maletas que yacían al lado de mi papá y atravesamos el gran portón de acero negro.

-Muchas gracias Kenny. - sonrió mi mayor una vez dentro.

Me quedé atónico unos segundos, a pesar de tener dos grandes cajas en mis manos que me tapaban la vista por completo, pude girar mi cabeza y apreciar el gran sendero de piedras grises que conducían hacía una casa de dos pisos color blanca y negro con ventanas cristales bastante grandes para mí entendimiento y estaba rodeada de gigantes árboles y arbustos fundidos en plantas decorosas. Por un momento me imaginé en el bosque por la poca iluminación que había en el lugar pero me gustó, ahora tendría que acostumbrarme a ello.

Suspiré y avancé a pasos lentos hacia la casa. Allí pude ver como un auto de gama negra estaba estacionado y la ventana de cristal me indicaba que alguien había estado viendo la televisión pues esta estaba prendida.

-Bien, así que...¿Tú eres Jungkook?- dijo el señor Park antes de llegar a la puerta principal y asentí con mi cabeza. Las cajas me estaban haciendo doler las manos y no veía las horas de dejarlas en el piso.- Espero que te sientas cómodo en mi hogar hasta que nosotros regresemos de los Estados Unidos.

-Jungkook se portará bien, mi hijo es un excelente chico. - respondió mi padre a lo que el contrario le asintió con una sonrisa.

-Antes de que entres, quiero decirte que la casa es totalmente tuya y puedes hacer lo que quieras con ella. - sonrió. - A excepción de fiestas, eso Jimin ya lo sabe. - sonrió. - Por cierto, Jimin es mi hijo y tiene tu misma edad.