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Andando a un ritmo lento, mis labios se encorvaron en una gigantesca sonrisa. Sus manos aferrándose en mi cintura y el viento golpeando nuestros rostros a medida que mis pies se movían contra el pedal de la bicicleta.  Sentí el corazón de Jimin en mí espalda, agitado se encontraba este y los pájaros cantaban en las copas de los árboles.

La tarde tranquila junto a las nubes grises que decoraban el cielo, en medio de ellas un pequeño rayo de sol atravesaba por allí haciendo que gran parte de la acera fuera iluminada por su resplandor amarillo. Y el sonido de las hojas cafés caer contra el suelo, el chillido de algún niño jugando en el parque, Jimin y yo conduciendo una bicicleta prestada hacia algún destino anónimo para el pelinegro y este último estático en el asiento trasero. Un jugar de ruedas y dos manos sujetando mi cintura. Suficiente para que mi corazón colapsara en cualquier momento, quizás ahora o quizás después. Suficiente para que quisiera sonreír como un maniático y gritarle al cielo lo feliz que estaba; porque estar al lado de Jimin me hacía más que feliz.

Y vaya manera en la que no me había separado de él en esta última semana siendo así y encajando con su personalidad abrupta llegando a completarme con el, y de cierto modo a entenderlo.

Recorriendo colina abajo, me sumergí por el pequeño sendero lleno de árboles en su alrededor y el camino de tierras hizo un fuerte impacto ante las ruedas del pequeño vehículo, pero no nos importó. Nuestros corazones latiendo era lo que importaba ahora.

-¿Ahora es usted el que intenta secuestrarme, señor Jeon?- Jimin dijo detrás de mí.

Reí con su pregunta y el sonido de los pájaros comenzó a escucharse en su punto exacto, sintiendo una melodía por todo el lugar y suspiré el aire fresco que había en la zona.

-Sólo quiero mostrarle algo, señor Park.

Jimin gruñó en forma de reprobación e imaginé su rostro serio junto a sus cejas juntas.  Reí de nuevo ante la idea que tenía sobre el y empujé los pedales más fuerte llegando a una velocidad acelerada y esquivando las grandes rocas que se encontraban en el camino.

-Jungkook, yo tenía que estar ensayando ahora. - su reproche vaciló ante mis oídos.

-Ya, hombre. Bailas bien, perfecto. No te hará nada faltar una vez ¿Verdad? - su silencio me lo confirmó. Sonreí ante ello. – Vamos, no es tan malo.

Jimin bufó, seguramente, poniendo sus ojos en blanco.

-Espero que esto que estas haciendo valga la pena porque si no...

El se tragó las palabras. Reí ante ello otra vez.

-¿Por qué si no...?- pregunté alentándolo.

Suspiró.

-Ya puedes imaginarlo. - dijo,  una risa se le escapó en el instante de pronunciar aquellas palabras y yo reí junto a el. - Has estado conduciendo por casi veinte minutos ¿Dónde demonios nos dirigimos? - preguntó en su tono lleno de quejas, otra vez. - ¿Qué es este lugar?

De repente, nos encontrábamos calle abajo otra vez, saliendo del pequeño parque y sumergiéndonos en la zona urbana de nuevo. El ambiente familiar golpeó mi persona por un momento y el recordar la carretera en la que estábamos transitando había hecho que los nervios se pusieran a flor de piel. Las mismas casas, las mismas veredas, las mismas personas y árboles plantados en una esquina, todo era exactamente lo mismo. Nada había cambiado.

-Sólo cállate. - proclamé. Jimin decidió dejar las quejas y se limitó a guardar silencio. Su frente apoyándose contra mi espalda y sus manos todavía seguían aferradas a mi cintura.

Giré en una equina y el corazón comenzó a latirme desenfrenadamente. Con el bombeo descontrolado y mis pies perdiendo el control, comencé a conducir más rápido, casi al extremo. Y cuando estuve cerca, llegando me detuve allí.

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