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-¡Te vas a caer Jimin! ¡Bájate de ahí!- su risa llenó el desolado lugar. Corrí detrás de él e intenté subirme a la fila de escombros pero debido a mi vestimenta no podía, mi grande campera polar hasta mis rodillas evitaba que pudiera moverme con tranquilidad alguna.

Suspiré dándome por vencido y caminé al lado de aquellas pilas de ladrillos rotos. El cielo estaba gris y el aire fresco corría despacio. Hacía mucho frío, demasiado como para que me obligara a mi mismo a colocarme guantes, bufanda y una campera que no usaría nunca. Podía jurar que si el cielo se rompía ahora mismo haciendo que su lluvia cayera desde este, nevaría tanto que todo Busan estaría vestido con un manto blanco de punta a punta.

Y como si fuese un niño pequeño, Jimin saltaba de escombros en escombros con una gigantesca sonrisa plasmada en su rostro y sus dos brazos se encontraban levantados horizontalmente para mantener el equilibrio. Lo observé con ternura mientras sonreí ante su comportamiento poco usual de él, no tenía noción tampoco de como habíamos hecho para terminar en el bosque que estaba en frente de la casa de los Park. Sus árboles únicamente rodeándonos en una tarde de domingo helado donde todos seguramente se encontraban dentro de sus hogares bebiendo chocolate caliente o metidos dentro de las cientas de frazadas calentitas, disfrutando de alguna película o serie en la televisión.

Al saltar, Jimin pisó un pequeño pedazo de tronco y este último se movió haciendo que el pelinegro se balanceara. Intenté llegar hasta el y sujetar su cuerpo para evitar que se cayera pero había sido en vano, cayó con sus rodillas juntas en el frío césped verde.

-¡Serás...-apreté mis dientes y caminé hasta el.

Se quejó mientras se ponía de pie y gruñía agarrándose la rodilla de su pierna derecha.

-¿Estás bien?- pregunté sujetando su cintura e inclinándome para sacudir su ropa llena de césped. Asintió y luego rio.- No seas estúpido, no es gracioso.- murmuré y bufé tiempo después, mi mano se movió hasta su rodilla y quité mis guantes guardándolos en el bolsillo de mi campera, volviendo a tocar su rodilla, Jimin dio un pequeño salto y se quejó.- Te hiciste daño.

-Creo.- movió de arriba a abajo sus hombros restándole importancia y lo fulminé con mi mirada inquieto. Levanté el ruedo de su pantalón lo suficiente para ver su blanquecina piel.- ¡Chúi!- exclamó, observé su rodilla y en ella, un pequeño hematoma comenzaba a crecer.

-Eres un infantil, Jimin.- dije poniéndome de pie y comenzando a caminar en dirección de su hogar.-¿Quién se cae así a los dieciocho años?

-Sí hablamos de caídas entonces no hablemos de ti tropezando todo el tiempo en la entrada de la casa y cayéndote de la cama todos los días.- Jimin caminó a mi lado.

Lo empujé negando con mi cabeza. Tenía razón, yo me caía por cosas peores y sin sentido. Hoseok siempre decía que no sabía caminar y que caía porque a menudo me encontraba arrastrándome sobre el suelo.

Recordando a mi mejor amigo, una mueca desagradable nació en mi mientras la imagen de Taehyung se hacía presente el día de ayer, presentándose indiferente y cuestionando por Min Yoongi. Hoseok me había aclarado lo sucedido el fin de semana pasado.

Ocurrió que Taehyung se había mantenido pegado a Hoseok todo el tiempo en lo que había sido el baile de fin de año, no se separaba de él en ningún momento y entonces, llegó Yoongi invitándolo en voz alta a cenar. Taehyung lo miró con cierto recelo en sus ojos mientras que Hoseok se debatía mentalmente si invitar al castaño a ir con ellos o no. Mi mejor amigo contó que la mirada de Taehyung no la olvidaría jamás y mucho menos cuando se decidió a invitarlo porque, no quería dejarlo solo a pesar que había estado mal en hacerlo.

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