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El silencio entre ambos volvió a caer, pero no estaba siendo incómodo y por alguna razón me sentía más confortable en la habitación. Pero eso no evitó que la garganta se me secara y que mi cuerpo comenzara a temblar otra vez. La lluvia golpeaba fuertemente el asfalto y el viento azotaba contra el marco de las ventanas haciéndolas mover. Suspiré en el momento que mis ojos se cerraron e intenté protegerme a mi mismo, pero era demasiado inútil. Todo se había vuelto inútil en estos últimos días y tener a mi lado a la persona que me hacía perder todos los sentidos no era nada bueno para mí salud.

Minutos después el cielo volvió a romperse, agrietándose como si fuera que cada pedazo de este caería en cualquier momento y el sonido del trueno hizo temblar el piso. El agua caía con furia, la madre naturaleza parecía estar muy enfadada y podía jurar que el viento llevaría consigo todo lo que este mismo encontrase a su paso.

Mordí mis labios porque el recuerdo que había venido a mi mente no estaba siendo para nada agradable y mi corazón comenzó a bombear fuertemente en mi pecho. Aquel día había sido similar. Aquella vez, con un dolor en el tórax me encontraba yo tendido en la cama, los hilos violáceos adornaban el cielo y la lluvia también golpeaba contra la ventana. Un cuerpo cuya vida acababa de ser arrebatada estaba a mi lado y el ruido de mi llanto hacía sonidos marginales ante la tormenta abrupta que empezaba a caer. Mamá se había ido en un día de tormenta donde los truenos sonaban fuertes y el viento entraba por la habitación haciendo que las cortinas danzaran entre ellas.

Y me había dicho a mi mismo que solamente necesitaba tener alguien a mi lado para poder sentirme tranquilo ante una situación como esta, situación de la cual ya se me había presentado incontables de veces y no entendía el porqué aún mi cuerpo sudaba como si fuera que acababa de correr kilómetros tras kilómetros al igual que el temblor en este. Quizás era porque el momento había sobrepasado mi resistencia y porque yo mismo no me encontraba bien como debía de estarlo.

Aparte de que mi corazón se rompía como el cielo que estaba encima de nosotros, sus pedazos cayendo uno tras otros y mi pecho doliendo como si no hubiera un mañana. Yo sabía que esto pasaría, que terminaría enloqueciéndome y llegando al punto de ebullición. Esto había sido demasiado para mí ¿Pero que ridiculeces estaba diciendo? Siempre era demasiado y mi compostura era tan cobarde que no podía siquiera enfrentarme a un estado tan lamentable como este ¡Qué vergüenza! ¿¡Qué pensará él!? Un hombre como yo sufriendo ante una tormenta como un pequeño niño de seis años no era para nada natural de ver. Reí irónico ante esos pensamientos, ya nada importaba ahora porque lo único que quería hacer era girarme y abrazar a Jimin hasta que yo ya no pudiese más, hasta que mi alma se fundiera con la de él haciendo que solo hubiese un corazón en esta casa. En vez de dos, solo uno.

Uno latiendo con el mismo sentimiento, aquel que me hacía poner los pelos de puntas y que mi mente se nublara en el instante en que mis ojos se sincronizaban con los suyos. Y es que era demasiado el ardor en mi garganta, era tanto las ansias que tenía de gritar y expulsar todas las sensaciones desagradables que llevaba dentro, porque yo ya no podía más. Así que con las manos temblando a no más poder, la luz de los rayos iluminando mi blanca piel haciéndola de un color violeta y el ruido de las ventanas moverse contra el viento, me giré en mi posición y entonces me encontré con su espalda.

Mordí mi labio inferior y me aferré a las sábanas. Seguramente mis ojos estaban brillando ante la luminosidad de la tormenta o quizás por la aceleración de mi corazón al ver una espalda pequeña, un cuello descubierto donde cabellos negros bajaban por él. Su aroma me pegó fuerte, estar cerca de este hacia que su esencia quedara implantada en mi sistema y maldita sea, eso me hacía desearlo cada vez más.

Era increíble como una persona podía hacerme sentir miles de cosas como si fuera que mi cuerpo estaba flotando en el espacio, casi tocando la luna. Y yo no podía hablarle a él, porque quizás el destino lo quería así o porque los sentimientos de ella eran más valiosos que los míos. Y dolía. Solo tendría que aguantar unas cuantas semanas más y entonces me marcharía lejos de esta casa en donde todas estas sensaciones comenzaron, terminaría el colegio y quien sabe si volveré a verlo en algún futuro. Me hubiese gustado que las cosas fueran de otra manera.

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