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Realmente no sabía yo que estaba mal, pero el nerviosismo e inquietismo me consumían por completo. Me sentía tan estúpido y el verlo caminar a unos pasos más adelante de mí me hacía retroceder tres. Suspiré profundo y amarré aún más fuerte los sujetadores de mi mochila a mis hombros.

Jimin caminaba delante de mí, con sus manos metidas en ambos de los bolsillos del pantalón de seda gris y el rechinar de sus zapatos contra el asfalto me hacían morir aún más. Su espalda se movía con lentitud y se escuchaba como tarareaba una canción que no reconocí. De todos modos, ambos se dirigíamos a un mismo destino pero recordé que yo tenía que pasar por un banco para poder retirar algo de dinero, así que caminé detrás del pelinegro unas dos cuadras más y me perdí doblando a la derecha sin más.

Park Jimin era un estúpido, era lo único que podía decirles.

Llegué a casa demasiado cansado, el día estaba bastante fresco y lindo, así que había decidido optar por caminar, me había aprendido el camino. No era tan estúpido como pensaba. Abrí el portón y lo cerré detrás de mí. Ya era de noche y me sorprendió encontrarme con las luces de la casa apagadas. Caminé hasta la puerta de entrada y giré la perilla, pero no se abrió.

Estaba con llave.

¿Park no había llegado a casa aún?

Pero eso era imposible, yo me había demorado una hora en ese banco esperando por el dinero.

El ya tendría que estar aquí.

Enterré la llave en la cerradura y abrí la puerta, el olor a madera inundó mis fosas nasales y entré sin piedad alguna. Prendí las luces y la sala se iluminó por completo.

Tiré mi mochila encima del sofá y caminé hacía la cocina, me servi un vaso de refrescante agua y suspiré.

-Mauu~- el gato me sobresaltó y me giré para mirarlo, meneaba su cola y ronroneaba. - Miauu~

-¿Tienes hambre?- pregunté. El gato caminó hacía un pequeño contenedor de acero y adiviné que era su tazón de comida. ¿Dónde estaría el alimento?- Bien...

Rebusqué por toda la alacena hasta que di con el pequeño frasco de alimento. Vertí demasiado del cereal gatuno y el minino comenzó a comer como un loco.

-Sí que tenias hambre Pucho. - sonreí.

Caminé hacía la sala y miré hacía todos lados. El silencio era catastrófico y no me gustaba para nada. Jimin no estaba en casa y eso para mí era un alivio ¿Pero donde estaría?

¿Hoseok sabría?

¿Y por qué debería importarme?

Ignoré todos mis impulsos por coger el teléfono y preguntarle a mi amigo sobre el parado del insecto y salí por la puerta trasera de la casa para sí, investigar un poco más.

El fondo era gigantesco y había una piscina sin agua allí. Bastante larga y profunda. A la derecha había un salón sin paredes y unos telones de plástico blanco lo rodeaban, me adentre a este y mi mandíbula casi cayó. Era demasiado grande y lindo. Había una bola de boliche y luces de colores por doquier, una pequeña barra adornaba hacia un costado. Y el baño que estaba a unos metros más allá me cejaron por completo.

Ahora entendía porque las fiestas de Park Jimin eran las mejores de todas.

Después de haber hechado un vistazo por mí nuevo hogar, comencé a cenar del delicioso fideo con salsa que yo mismo había hecho. El reloj marcaba las diez y media de la noche y el pelinegro aún no aparecía.

Quizás estaba en su habitación y uno aquí preocupándose, bueno no en realidad porque de un momento a otro la puerta de entrada se abrió y me tensé por completo.

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